Mentiras y complicidades
En el ranking de mujeres asesinadas por sus compa?eros la Comunidad Valenciana tiene un destacado puesto oscilando seg¨²n los a?os entre los tres o cuatro primeros. Y en este escenario, cuando a nivel nacional el n¨²mero de v¨ªctimas ha alcanzado en el ¨²ltimo mes el r¨¦cord m¨¢ximo de 15 muertas, aparece en una hoja parroquial de Valencia, bajo el t¨ªtulo Hablemos de la familia, el famoso libelo que culpa a las mujeres como provocadoras de su propia muerte, escrito por Gonzalo Giron¨¦s, catedr¨¢tico de Teolog¨ªa durante 40 a?os, por lo que ha impartido doctrina al menos a tres generaciones, y especializado nada menos que en temas marianos. No se puede pedir m¨¢s. Esperemos que la fiscal¨ªa act¨²e como piden las organizaciones feministas a las que deber¨ªan sumarse otras plataformas, partidos pol¨ªticos e instituciones.
Hace unos d¨ªas asist¨ª a un programa de la Televisi¨®n Auton¨®mica Valenciana, me convocaban para tratar la violencia de g¨¦nero y no indagu¨¦ m¨¢s. Para m¨ª siempre es una prioridad la lucha por hacer visible la situaci¨®n de las mujeres en una sociedad regida y estructurada desde injustos patrones patriarcales, la lucha por profundizar no s¨®lo en el rechazo de esta violencia espec¨ªfica, sino en adquirir conciencia cr¨ªtica respecto del sistema de relaciones desiguales entre mujeres y varones que el patriarcado impone y que resulta imperceptible por vivir en ¨¦l y haber sido socializados adecuadamente. Ah¨ª radica su mayor peligro y por supuesto su indiscutible triunfo. Pero tal conciencia es absolutamente necesaria si pretendemos erradicar la violencia que, repito, en los primeros d¨ªas de 2006 se ha cobrado 15 vidas de mujeres. Esa conciencia cr¨ªtica se requiere para detener tanta sangr¨ªa, para detener tanto dolor, tanta injusticia que diaria y masivamente padecen las mujeres por el hecho de serlo y en demasiadas ocasiones tambi¨¦n sufren las criaturas como testigos mudos e inermes de tanta barbarie. Y, sin embargo, las trampas en las que se envuelve esta violencia parece que no tienen l¨ªmite.
Cuando llegu¨¦ al programa se trataba de testimonios de varones que aseguran ser maltratados por sus compa?eras. Ante mi sorpresa, ya que me hab¨ªan llamado a hablar sobre violencia de g¨¦nero, el conductor del programa me dijo textualmente que se hab¨ªan permitido "una licencia literaria" (?). As¨ª fue como aquello result¨® un verdadero ejercicio de ocultaci¨®n de la realidad a base de escenificar una aut¨¦ntica ceremonia de la confusi¨®n, para lo que se cuenta con el apoyo inestimable de la presunci¨®n de igualdad y la equiparaci¨®n formal de derechos que parece haberse grabado a fuego en nuestro interior como una realidad. Si no fuera as¨ª ser¨ªa imposible que se emitieran estos programas.
En efecto, poco importan las estad¨ªsticas, poco importa que el var¨®n, supuestamente v¨ªctima de esta violencia, no muestre se?ales de encontrarse en una situaci¨®n emocional severa, que su relato se circunscriba a un hecho concreto, a un momento. No hablan, no pueden hablar de una vida entera, de a?os de aislamiento, de desprecio, de miedo. Ese miedo insuperable de las mujeres maltratadas, esa sensaci¨®n de que el agresor tiene un poder omn¨ªmodo y del que a la vez dependen afectivamente. En definitiva, ese s¨ªndrome de Estocolmo est¨¢ totalmente ausente en el var¨®n que dice padecer esa violencia y es curioso que el imaginario colectivo se haya dado tanta prisa en asumir sin ning¨²n problema la figura del maltratado. ?D¨®nde ha quedado el concepto de virilidad?
Sabemos distinguir lo que es ser v¨ªctima del terrorismo o de la xenofobia. Conocemos la diferencia que existe entre ellas y la que se da cuando el agresor es un delincuente com¨²n o se trata de un robo o una pelea. El resultado ¨²ltimo puede parecer el mismo pero son distintas las caracter¨ªsticas, las causas, los efectos, el impacto social, la responsabilidad del Estado, y distintas tambi¨¦n las medidas que han de adoptarse para su erradicaci¨®n. Pero se contin¨²a negando, ocultando, desfigurando y desvirtuando todo lo relativo a la violencia que sufren s¨®lo las mujeres y solamente por cuenta de los varones como materializaci¨®n ¨²ltima y m¨¢s desgarrada de la desigualdad milenaria.
Pero no es por azar que ocurra as¨ª, las manifestaciones y conductas sexistas se fundamentan no s¨®lo en el sistema social, sino en algo mucho m¨¢s profundo, en un entramado bien construido de creencias personales.
Este sistema es un factor clave que genera un determinismo capaz de permitir y legitimar la violencia contra las mujeres, por vivir en una sociedad organizada de tal manera que nos determina por el sexo y encima se niega. Esta es la raz¨®n por la que no se cuestiona el sistema, se trata s¨®lo y en el mejor de los casos de establecer medidas para paliar sus efectos. Por eso pueden morir 15 mujeres en poco m¨¢s de treinta d¨ªas, torturadas durante a?os, secuestradas y apalizadas durante d¨ªas y d¨ªas, quemadas vivas etc, etc, etc, sin que nadie se conmueva, ocupando la noticia el espacio de los sucesos, leyendo hojas parroquiales o viendo programas de hombres maltratados
Y es que no ha cambiado la percepci¨®n. No se ha introducido la perspectiva de g¨¦nero en los estudios superiores, en el dise?o de programas, sistemas de evaluaci¨®n y estructuras acad¨¦micas. En las universidades se siguen impartiendo conocimientos androc¨¦ntricos de modo que mujeres y varones continuamos adquiriendo una identidad profesional que nos impide visualizar la realidad en la que estamos inmersos. Y, sin embargo, ese ser¨ªa el primer paso para cambiar otras instituciones pol¨ªticas, sociales econ¨®micas, religiosas etc, etc, etc que podr¨ªan dar como resultado la erradicaci¨®n del espanto.
De otro modo es imposible que se pueda educar en igualdad, que se pueda tratar adecuadamente a las v¨ªctimas, que se intente reeducar a los maltratadores. De otro modo seguir¨¢n muriendo las mujeres. Porque de nada servir¨¢n las leyes que por s¨ª solas no transforman la realidad social. La violencia de g¨¦nero, dice Ana Rubio, "es resultado de un modelo de lo humano parcial y excluyente de la identidad femenina, que identifica lo humano con la masculinidad".
Como dec¨ªa Einstein, si queremos resolver un problema no podemos seguir pensando de la misma manera que cuando lo creamos.
Emilia Caballero es adjunta primera de la Sindicatura de Greuges.
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