Un muro de rencor en Belfast
Ocho a?os despu¨¦s de la paz, protestantes y cat¨®licos del Ulster siguen separados por barreras infranqueables. La diferencia es que ahora los unionistas se sienten las v¨ªctimas
A los cat¨®licos de los barrios m¨¢s violentos de Belfast les gusta contar una an¨¦cdota del hijo de un legendario personaje local llamado Sean Murray. Murray padre, que estuvo preso, es uno de los dos o tres jefes supremos, seg¨²n se dice, del Ej¨¦rcito Republicano Irland¨¦s (IRA). La historia de su hijo, un abogado de 28 a?os, muestra hasta qu¨¦ punto se ha transformado el panorama pol¨ªtico de Irlanda del Norte y c¨®mo est¨¢ pasando el poder de manos protestantes a manos cat¨®licas desde los acuerdos de paz firmados el Viernes Santo de 1998.
La Irlanda del Norte actual, en la que los cat¨®licos son los met¨®dicos y los protestantes son una muchedumbre desorganizada, es el mundo al rev¨¦s.
El Estado brit¨¢nico era el benefactor de los protestantes, que se dicen vendidos y despu¨¦s expoliados
Un padre de la UDA contest¨®: "Espero vivir lo suficiente para ver c¨®mo matan al asesino de mi madre"
A la gente le gustan las l¨ªneas divisorias, las quiere, se siente m¨¢s tranquila con ellas, en ambos bandos
Todav¨ªa hay m¨¢s de 30 l¨ªneas de paz en las zonas conflictivas de Belfast
?Por qu¨¦ se ha vueltola comunidad protestante contra la polic¨ªa?
Los protestantes se ven incapaces de competir con los cat¨®licos
Existe el riesgo de que los protestantes reanuden la violencia
El pasado mes de septiembre, durante unos disturbios callejeros, Murray hijo vio algo que le desconcert¨®. La polic¨ªa estaba usando un arma extra?a, que parec¨ªa sacada de una pel¨ªcula de ciencia-ficci¨®n de Steven Spielberg. "?Qu¨¦ es eso? ?Qu¨¦ es eso?", pregunt¨®, hasta que alguien le dio la respuesta. "Es un ca?¨®n de agua". "?Qu¨¦ va!", dijo el hijo de Sean Murray, que hab¨ªa recibido descargas de ca?ones de agua de la polic¨ªa pr¨¢cticamente desde que naci¨®. "S¨ª", le replicaron. "La diferencia es que, por primera vez en tu vida, lo est¨¢s viendo desde atr¨¢s".
La an¨¦cdota, que se oye con frecuencia en los pubs, siempre causa gran hilaridad, una hilaridad triunfante que refleja la enorme evoluci¨®n experimentada por la comunidad cat¨®lica de Irlanda del Norte desde que Sean Murray y sus colegas se alzaron en armas contra la que ellos consideraban la "ocupaci¨®n" brit¨¢nica hace casi cuatro d¨¦cadas. Los disturbios del a?o pasado, en una zona de Belfast en la que se juntan los territorios cat¨®lico y protestante, fueron los primeros en la historia del conflicto norirland¨¦s en los que la polic¨ªa y el ej¨¦rcito utilizaban sus armas contra una manifestaci¨®n protestante y en defensa de los cat¨®licos. Murray hijo presenci¨® los incidentes -que resultaron ser los m¨¢s violentos desde los acuerdos de Viernes Santo de 1998- junto a cientos de espectadores cat¨®licos perplejos, resguardados tras las filas de la polic¨ªa y el Ej¨¦rcito brit¨¢nico. En esta ocasi¨®n, ellos eran los buenos, y los protestantes, que arrojaban bombas de gasolina y disparaban contra la polic¨ªa, los malos.
La marcha, organizada por la seudomas¨®nica Orden de Orange, engendr¨® tres semanas de disturbios, todos entre los protestantes, partidarios de que se perpet¨²e el poder brit¨¢nico en Irlanda del norte, y las fuerzas del orden de Su Majestad. Si hace ocho a?os alguien hubiera sugerido que esto suceder¨ªa, se le habr¨ªa considerado loco; es algo as¨ª como decir hoy que los militantes del Partido Popular en el Pa¨ªs Vasco puedan disparar, un d¨ªa, contra la Guardia Civil. Pero el caso es que ocurri¨®, y la animosidad de la poblaci¨®n protestante hacia la polic¨ªa va a peor.
"Los protestantes se sienten heridos, verdaderamente heridos", explica Norman Hamilton, protestante ¨¦l mismo, pastor de la Iglesia Presbiteriana, con una parroquia situada en el centro geogr¨¢fico del conflicto, en la parte del norte de Belfast que m¨¢s violencia y m¨¢s muertes ha presenciado de toda Irlanda del Norte. "Antes, el lema era 'un Estado protestante para un pueblo protestante'. Si uno era protestante, ten¨ªa pr¨¢cticamente garantizado un empleo para toda la vida. El Estado brit¨¢nico era su benefactor. Hoy hay una enorme confusi¨®n de identidades, en gran parte debida a que los protestantes tienen la sensaci¨®n de que el Gobierno brit¨¢nico les ha vendido. Se oye sin cesar la misma queja: '?Ellos se est¨¢n quedando con todo!'. 'Ellos' son los cat¨®licos. Los protestantes, despu¨¦s de haber crecido sinti¨¦ndose superiores a los cat¨®licos, se ven de pronto como perdedores".
No es un sentimiento completamente irreal. A escasa distancia del escenario de los incidentes de septiembre est¨¢ Bombay Street, una calle m¨ªtica en la historia del IRA. En 1969, unos matones protestantes, con la ayuda de la polic¨ªa, arrasaron Bombay Street y prendieron fuego a todas las casas. Aquel suceso, m¨¢s que ning¨²n otro, fue la chispa que provoc¨® el nacimiento del IRA como fuerza terrorista seria, organizada y mortal. En la calle, una l¨¢pida conmemorativa menciona los nombres de 24 "m¨¢rtires" locales del IRA ca¨ªdos a manos de los paramilitares protestantes o las fuerzas brit¨¢nicas. Bajo el s¨ªmbolo de un f¨¦nix, una inscripci¨®n dice: "De las cenizas de Bombay Street surgi¨® el IRA".
Justo detr¨¢s del monumento se extiende, en paralelo a la calle y hasta donde se pierde la vista, un muro rematado por alambre de espino, de unos cuatro pisos de altura. Es lo que en Irlanda del Norte llaman eufem¨ªsticamente una "l¨ªnea de paz". Al forastero le puede parecer una variante del Muro de Berl¨ªn que separa los barrios cat¨®licos de los protestantes para proteger los dos lados, como si fueran leones y tigres en un zoo. Todav¨ªa hay m¨¢s de 30 l¨ªneas de paz de ese tipo (la de Bombay Street fue la primera que se construy¨®) que recorren las zonas conflictivas del norte y el oeste de Belfast como serpientes gigantescas. "Con acuerdo de paz o sin ¨¦l, nadie se ha atrevido a sugerir siquiera que haya que derribarlos", dice Norman Hamilton. "El ¨²ltimo se construy¨® en mi zona hace s¨®lo dos a?os. A la gente le gustan, los quiere, se siente m¨¢s tranquila con ellos, en ambos bandos".
Aunque el a?o pasado s¨®lo murieron 10 personas por la violencia pol¨ªtica en Irlanda del Norte -entre 1969 y el acuerdo de paz de 1998 murieron casi 4.000-, la tensi¨®n y la desconfianza no parecen decaer. La gente que vive a un lado de las l¨ªneas de paz no cruza jam¨¢s al otro lado. M¨¢s vale as¨ª, quiz¨¢, porque, si los hijos de quienes incendiaron Bombay Street visitaran hoy el escenario del crimen de sus padres, se asombrar¨ªan al ver el nivel de vida relativamente alto que all¨ª se ve. Su resentimiento y su sensaci¨®n de agravio ser¨ªan a¨²n mayores. En Bombay Street, hoy, todas las casas son nuevas, y la imagen que proyecta es la de un barrio limpio, confiado y en alza. Si uno da un rodeo con el coche al otro lado del muro y entra en el tambi¨¦n famoso distrito protestante conocido como el Shankill, la escena que ve es desoladora. Solares vac¨ªos ocupados por basura, calles llenas de cristales rotos y pintadas en todas partes, a mayor gloria de uno de los cuatro grupos paramilitares protestantes -todos ellos, en la actualidad, involucrados en el tr¨¢fico de drogas- o en contra de la polic¨ªa. Casi todas acusan a la polic¨ªa de colaborar con los cat¨®licos. Una pintada dice: "Polic¨ªas: ?qui¨¦n va a proteger a vuestras familias?".
Los que escriben esas cosas son los padres de los ni?os que acuden a la escuela primaria de Edenbrooke, en el coraz¨®n del Shankill. "Los padres de este colegio se dividen en tres tipos", explica un periodista local. "Miembros de un grupo paramilitar llamado la Asociaci¨®n para la Defensa del Ulster (UDA), miembros de un grupo paramilitar rival llamado la Fuerza de Voluntarios del Ulster (UVF), y traficantes de drogas". (De las 10 v¨ªctimas de asesinatos pol¨ªticos del a?o pasado, siete lo fueron como consecuencia de disputas entre la UDA y la UVF) Pr¨¢cticamente todos los padres carecen de empleo legal. Los ni?os, en un gran porcentaje, han sufrido traumas graves. Los abusos sexuales son corrientes, pero tambi¨¦n las muertes violentas. El alcoholismo y la drogadicci¨®n causan estragos entre los padres.
El colegio tiene una sala especial en la que los padres pueden reunirse para tomar el t¨¦ y charlar. Pero el humor que impera en la sala no es precisamente ligero.
Cuatro padres se sentaron a conversar con EL PA?S. Big Mandy era la mujer de un agente del orden de la UDA, lo cual significa que su trabajo consiste en administrar "palizas de castigo". Denise, una mujer de cuarenta y tantos a?os, con la piel de alguien que bebe y fuma excesivamente, estaba casada con un jefe igualmente temible de la UVF. Julia era una mujer gruesa aparentemente sin afiliaci¨®n a un grupo terrorista. El cuarto padre era un hombre fornido, con la cabeza rapada y brazos llenos de tatuajes, que no quiso dar su nombre.
?Pod¨ªa explicar alguien por qu¨¦ se hab¨ªa vuelto la comunidad protestante en contra de la polic¨ªa, sus viejos aliados y protectores? "Porque son una basura de mierda", farfull¨® Big Mandy. Denise, que parec¨ªa haber alcanzado una tregua con Big Mandy (sus maridos han llegado a ser enemigos mortales), repiti¨® las mismas palabras y a?adi¨®: "Nadie conf¨ªa ya en ellos". Mandy y Denise participaron en las barricadas y el caos general que sigui¨® a las manifestaciones del pasado septiembre. Les escandaliz¨® que la polic¨ªa les apartara a empujones de la calle. "Ahora trabajan para esos cabrones cat¨®licos", dijo Mandy, mientras todos asent¨ªan. "Ahora son 50/50", gru?¨® el hombre de los tatuajes, es decir, que los polic¨ªas ahora son mitad cat¨®licos, mitad protestantes. Pero no es verdad. Los cat¨®licos son s¨®lo el 17%, y, en la zona conflictiva del norte y el oeste de Belfast, s¨®lo el 5% de los jefes son cat¨®licos.
Pero la percepci¨®n es m¨¢s importante que la verdad entre unas personas que han cambiado la confianza en el "estado protestante" que ten¨ªan sus padres por un sentimiento de agravio permanente. Norman Hamilton ten¨ªa raz¨®n. Sienten que son unos perdedores. "El IRA chantajea al Gobierno brit¨¢nico, que les da todo lo que quieren", dijo Julia, la m¨¢s reflexiva del grupo. "Nos hemos convertido en ciudadanos de segunda. Nos est¨¢n quitando todo para d¨¢rselo a ellos...". ?Pero c¨®mo lo sab¨ªan? ?Alguna vez hab¨ªan estado al otro lado de las l¨ªneas de paz? Mandy solt¨® una risotada. "?Nunca! ?Te cortan la cabeza si vas all¨ª!". ?Llegar¨¢ un d¨ªa en el que vayan? "Ni hablar", dijo Denise. "Demasiado odio. Demasiados muertos".
Al cabo de media hora de conversaci¨®n, empezaron a relajarse y confesaron que su odio a los cat¨®licos era casi equiparable al desprecio que sienten por los l¨ªderes pol¨ªticos protestantes. "Los nuestros son una mierda", dijo Mandy. "Los suyos son mucho mejores". ?Mejores? Parec¨ªa un poco raro decir una cosa as¨ª del enemigo. "S¨ª", dijo Julia, "luchan por los suyos. No se limitan a quedarse sentados despu¨¦s de ser elegidos. Son m¨¢s listos a la hora de cubrir las necesidades de su gente".
Y entonces, Big Mandy dej¨® caer una bomba. "Conozco a gente en el Shankill que va a Sinn Fein para obtener ayuda en cuesti¨®n de vivienda y prestaciones. Conozco a una mujer que fue a ver a Gerry Adams y ¨¦l la ayud¨®".
?En serio? ?Gente del Shankill -sin¨®nimo de protestantismo puro y duro, cuna de los famosos "carniceros de Shankill", una banda de asesinos en serie que mataron de forma indiscriminada a cat¨®licos en los a?os setenta- que hab¨ªa acudido al Sinn Fein, el ala pol¨ªtica del IRA? Todos asintieron. "S¨ª. La gente desesperada toma medidas desesperadas, y aqu¨ª hay mucha gente desesperada", dijo Julia. Denise revel¨®, para asombro de todos -dado qui¨¦n era su marido-, que su hermana tambi¨¦n hab¨ªa acudido al Sinn Fein. "Le recortaron sus prestaciones, llam¨® por tel¨¦fono al Sinn Fein, concert¨® una cita, explic¨® su problema y, dos d¨ªas m¨¢s tarde, ten¨ªa el dinero".
Otro ejemplo de lo que est¨¢n cambiando las cosas en la pol¨ªtica de Irlanda del norte, casi tan sorprendente como ¨¦ste, es el del conserje del colegio, un soldado retirado del Ej¨¦rcito brit¨¢nico y miembro de la Orden de Orange desde hace mucho tiempo que se llama Ronnie Thompson. Ronnie particip¨® en la manifestaci¨®n que culmin¨® en los disturbios del mes de septiembre. "Fue la primera vez que estaba al otro lado, y daba miedo", comenta. Dos sobrinos suyos y un hijo estuvieron tambi¨¦n en el lado malo. Su hijo es sargento del ej¨¦rcito, un sobrino es cabo y el otro es polic¨ªa. "?Ah¨ª estaban los tres, enfrente de nosotros, cuando estall¨® la pelea! ?La carne de mi carne! Pero lo entend¨ª. Mi hijo dijo: 'Tengo que hacer mi trabajo'. Yo habr¨ªa hecho lo mismo. En el ej¨¦rcito, uno cumple ¨®rdenes. Pero, cr¨¦ame, estos tiempos son confusos para un tipo como yo".
"?C¨®mo no va a estar confundida la gente?", se pregunta Betty Orr, la directora del colegio. "?C¨®mo vamos a competir con los cat¨®licos ahora que nos enfrentamos en un mismo terreno econ¨®mico y pol¨ªtico? Nosotros tenemos, por lo menos, 15 iglesias protestantes; ellos tienen una. Tenemos cuatro grupos paramilitares; ellos tienen uno. Nuestros h¨¦roes locales son personas como Johnny Adair, 'el perro loco', y sus h¨¦roes son gente como Gerry Adams, que, independientemente de lo que se piense de ¨¦l, tiene cerebro". Adair es un paramilitar protestante famoso por su brutalidad tanto contra los cat¨®licos como contra los rivales criminales. Hace unos a?os, dispar¨® a bocajarro en la rodilla contra su hijo adolescente, como castigo por haber abusado de una mujer que trabajaba en una gasolinera.
"Los cat¨®licos valoran la educaci¨®n; nosotros valoramos a los tipos duros", dice Betty Orr, una valiente mujer de clase media que lleva 13 peligrosos a?os llenos en la escuela primaria de Edenbrooke. "La verdad es que, hasta que comenz¨® el conflicto, hasta que el IRA se puso serio, en la comunidad protestante no hac¨ªa falta tener educaci¨®n. Los trabajos pasaban de padres a hijos. Si el padre trabajaba en un gran astillero o en la siderurgia pesada, el hijo sab¨ªa que iba a heredarlo. Sab¨ªa que el Estado estaba para proteger ese modo de hacer las cosas".
Los cat¨®licos, en cambio, ten¨ªan que esforzarse a cada paso. Sufr¨ªan una discriminaci¨®n flagrante y sab¨ªan que la ¨²nica posibilidad que ten¨ªan de salir adelante resid¨ªa en la educaci¨®n. "Si los cat¨®licos son m¨¢s listos que nosotros, es porque han tenido que ser m¨¢s listos; si tienen m¨¢s iniciativa, es porque han necesitado tener m¨¢s iniciativa", afirma Betty Orr. En cuanto a la falta de direcci¨®n en la comunidad protestante, seg¨²n Orr, no es de extra?ar dado el predominio del Partido Unionista Dem¨®crata del reverendo Ian Paisley. "S¨®lo tienen un mensaje: '?No!'. No a esto, no a aquello, no a cualquier cosa que parezca remotamente un cambio. Son grandes moralistas pero carecen totalmente de pragmatismo. Y eso hace que ellos mismos y sus seguidores se queden atr¨¢s, abandonados, aislados, sin futuro. El otro d¨ªa le pregunt¨¦ a un padre de la UDA cu¨¢les eran sus aspiraciones. Me contest¨®: 'Espero vivir lo suficiente para ver c¨®mo matan al asesino de mi madre'. ?sa es la ¨¦tica que transmiten a sus hijos. Vaya a las comunidades cat¨®licas de Falls Road y ver¨¢ cosas que aqu¨ª ser¨ªan inimaginables. Acontecimientos culturales de todo tipo -grupos africanos, viol¨ªn cl¨¢sico, lo que sea-, talleres educativos: es un mundo diferente, pese a que est¨¢ justo al otro lado de la l¨ªnea de paz".
No es extra?o, dice Orr, que la gente llegue hasta el extremo de recurrir al Sinn Fein cuando tiene verdadera necesidad de ayuda. O al IRA, que es a lo que equivale, para los protestantes.
Sean Murray, el dirigente del IRA cuyo hijo vivi¨® esa curiosa epifan¨ªa en los incidentes de septiembre, reconoc¨ªa en una entrevista que las informaciones de que su organizaci¨®n est¨¢ ayudando a protestantes del Shankill, incluso a algunos vinculados a organizaciones paramilitares, eran verdad. "Estamos contentos de ayudarles. Necesitan ayuda", dijo un hombre de quien se dice que es lo m¨¢ximo que se puede ser en el IRA. Hoy, dirige una organizaci¨®n comunitaria que est¨¢ a la vuelta de la esquina de Bombay Street. Tiene una oficina sencilla pero de aspecto eficaz, que expresa a la perfecci¨®n la diferencia entre el orden y la eficiencia de las comunidades cat¨®licas y el desorden y el desconcierto del lado protestante. Los carteles de las paredes anuncian formaci¨®n laboral, actividades deportivas y culturales, reuniones de grupos de mujeres, sesiones de asesor¨ªa ciudadana. Su lema es "Trabajar juntos para mejorar la calidad de vida de nuestra comunidad", una idea no s¨®lo inexistente sino pr¨¢cticamente inimaginable al otro lado de Bombay Street, donde naci¨® Murray.
"Ten¨ªa 16 a?os cuando incendiaron mi calle", dice. "Hasta ese momento, s¨®lo pensaba en dos cosas: el f¨²tbol y las chicas. Aquel d¨ªa cambi¨® todo. A falta de cualquier v¨ªa pol¨ªtica, la ¨²nica opci¨®n que quedaba era la resistencia, expulsar a los brit¨¢nicos".
Si los brit¨¢nicos hubieran tenido una polic¨ªa m¨¢s imparcial, que hubiera intervenido para evitar el ataque a Bombay Street en 1969, podr¨ªa haber cambiado todo el curso de la historia de Irlanda del Norte. "Es verdad. Los brit¨¢nicos pod¨ªan haber sido mucho m¨¢s astutos en sus relaciones con la poblaci¨®n cat¨®lica, habernos dado un pedazo del pastel, habernos hecho socios en la partici¨®n irlandesa, en vez de tratarnos con una injusticia tan burda", dice Murray. ?sa es la lecci¨®n que empuja a su organizaci¨®n a querer ayudar hoy a los protestantes. Murray se?ala que los ve desmoralizados y sin tim¨®n, y dice que siente la necesidad no s¨®lo de tender la mano individualmente a los protestantes, sino de ayudar a sus dirigentes pol¨ªticos a restaurar cierto orden en sus comunidades. "Queremos ayudarles a transmitir a su gente que aqu¨ª podemos salir ganando todos. Si eso significa hacerles ciertas concesiones, las haremos", explica Murray.
Pero ?por qu¨¦? ?No sentir¨ªa cierta satisfacci¨®n refreg¨¢ndole al enemigo todo por las narices? "No, porque tenemos la mente puesta en el futuro. No queremos cometer con ellos los mismos errores que cometieron ellos con nosotros. Por eso queremos negociar, queremos que tengan una direcci¨®n organizada, queremos que desarrollen su econom¨ªa, que tengan empleo, y servicios, y viviendas. Porque, de no ser as¨ª, se ir¨¢n enconando como hicimos nosotros y volver¨¢n a repetirse los mismos problemas en un ciclo sin fin". ?Quiere decir que, si no se corta por lo sano, los protestantes se alzar¨ªan en armas como hizo ¨¦l? "S¨ª", responde. "Exacto. Y no queremos que ocurra eso. Le aseguro que no lo queremos".
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