Bienvenido a Pakist¨¢n
Cuando Bush llegue esta semana a Islamabad estar¨¢ m¨¢s cerca que nunca de Bin Laden y sus correligionarios
Cuando el presidente Bush aterrice en Islamabad esta misma semana, quiz¨¢ nunca est¨¦ tan cerca de encontrarse en el mismo barrio que Osama Bin Laden. Su N¨¦mesis probablemente est¨¦ a s¨®lo unas horas en coche, en la regi¨®n past¨²n de Pakist¨¢n, que ahora se considera la central de Al Qaeda y una de las zonas m¨¢s peligrosas del mundo.
Durante los ¨²ltimos 12 meses, m¨¢s o menos, funcionarios de la CIA y el Pent¨¢gono han modificado discretamente la frase que emplearon durante tres a?os despu¨¦s de los atentados del 11-S: que Bin Laden se escond¨ªa "en las zonas tribales de la frontera entre Pakist¨¢n y Afganist¨¢n". Ahora, esos mismos funcionarios afirman con cierta confianza que "no se encuentra en Afganist¨¢n". Cualquier ambig¨¹edad que hubiera en el pasado ha desaparecido: Bin Laden est¨¢ en Pakist¨¢n.
La decisi¨®n de Washington de retirar soldados de Afganist¨¢n refuerza a Al Qaeda
La zona favorable a Bin Laden se extiende de norte a sur por la regi¨®n de los pastunes
Lo que queda es la pregunta de qu¨¦ est¨¢n haciendo Estados Unidos y su aliado, Pakist¨¢n, al respecto. No lo suficiente, seg¨²n funcionarios afganos, paquistan¨ªes y occidentales de alto rango. De hecho, las desastrosas pol¨ªticas de EE UU y Afganist¨¢n, empezando por las repercusiones de la guerra en 2001, no han hecho m¨¢s que acelerar la radicalizaci¨®n del noroeste de Pakist¨¢n y lo han vuelto m¨¢s hospitalario para Bin Laden y sus aliados talibanes. La regi¨®n se ha convertido en un refugio para Bin Laden y en una base para incursiones fronterizas hacia Afganist¨¢n, de donde hab¨ªan huido.
Pero no es que se pueda intuir nada de eso en lo que han estado diciendo los funcionarios de la Administraci¨®n de Bush. Casi todo lo que afirma el Gobierno sobre el l¨ªder de Al Qaeda est¨¢ impregnado de bravuconadas y falsedad. "Estamos lidiando con un personaje que ha podido esconderse, pero que est¨¢ en fuga", declaraba la secretaria de Estado Condoleezza Rice a principios de este mes. Sin embargo, en Pakist¨¢n la opini¨®n es distinta. No se considera que Bin Laden est¨¦ huido, sino bien protegido por amigos que le est¨¢n haciendo la vida lo m¨¢s c¨®moda posible.
Al fin y al cabo, su n¨²mero dos, el m¨¦dico egipcio Ayman al Zawahiri, parece tener una concurrida agenda social en la regi¨®n past¨²n. Unos misiles estadounidenses no le alcanzaron por poco en una cena celebrada en su honor el 13 de enero.
Esto supone un cambio de territorio para Bin Laden y sus lugartenientes. Antes de los atentados del 11-S, la zona de influencia de Bin Laden se encontraba entre los pastunes de Afganist¨¢n, que era el centro del poder talib¨¢n y su principal base de reclutamiento. Los pastunes son el mayor grupo ¨¦tnico de Afganist¨¢n y han gobernado el pa¨ªs durante los ¨²ltimos 300 a?os. Fueron divididos artificialmente por los brit¨¢nicos, de modo que, en la actualidad, millones de pastunes viven tambi¨¦n al otro lado de la frontera, en Pakist¨¢n, muchos de ellos en siete de las denominadas zonas tribales, en las que el control gubernamental ha sido m¨ªnimo.
El 10 de noviembre de 2001, Bin Laden hizo su ¨²ltima aparici¨®n p¨²blica en Jalalabad, al este de Afganist¨¢n, justo despu¨¦s de que las ciudades del norte comenzaran a caer frente a la alianza antitalib¨¢n. Se dirigi¨® a unas mil personalidades y militantes pastunes y les anim¨® a seguir resistiendo frente a los invasores estadounidenses, seg¨²n periodistas de Estados Unidos que trabajaban en la regi¨®n entonces. Reparti¨® fajos de billetes estadounidenses y paquistan¨ªes y luego desapareci¨® en la fortaleza monta?osa de Tora Bora, para no ser visto nunca m¨¢s. (La CIA no supo del encuentro hasta varios d¨ªas despu¨¦s).
Pocos pastunes afganos se hubieran atrevido a traicionarle entonces. Pero los tiempos han cambiado en Afganist¨¢n. La mayor¨ªa de los pastunes afganos ahora desea las ventajas de la paz: desarrollo econ¨®mico, carreteras y colegios.
Los pastunes paquistan¨ªes, por el contrario, se han vuelto m¨¢s radicales de lo que eran antes del 11-S. Y el sangriento resurgimiento de los talibanes y Al Qaeda que se est¨¢ produciendo ha recurrido a la regi¨®n past¨²n de Pakist¨¢n para buena parte de su reclutamiento, log¨ªstica, armamento y financiaci¨®n.
La nueva zona aliada de Bin Laden se extiende casi 3.200 kil¨®metros a lo largo de la l¨ªnea past¨²n de Pakist¨¢n, desde Chitral, en el norte, cerca de la frontera con China, al sur, a trav¨¦s de las turbulentas zonas tribales, incluida Wazirist¨¢n, hasta llegar a Zob, en la frontera con Baluchist¨¢n, y su capital provincial Queta, y luego al sureste, hasta la frontera iran¨ª. La regi¨®n incluye todo tipo de paisajes, desde el desierto a las monta?as cubiertas de nieve. La zona, escasamente poblada, ofrece a Bin Laden un santuario ideal.
El dinero, la inspiraci¨®n y la capacidad organizativa de Al Qaeda han ayudado a convertir la regi¨®n past¨²n de Pakist¨¢n en la base extremista que es hoy, pero las pol¨ªticas estadounidense y paquistan¨ª han contribuido todav¨ªa m¨¢s. Aunque los talibanes y los miembros de Al Qaeda fueron expulsados de Afganist¨¢n por las fuerzas estadounidenses, la negativa del secretario de Defensa Donald Rumsfeld a desplegar suficientes soldados sobre el terreno permiti¨® a los extremistas huir y reagruparse en la zona past¨²n de Pakist¨¢n. Los talibanes se asentaron en Baluchist¨¢n, de donde hab¨ªan surgido antes de 1994, mientras que los integrantes de Al Qaeda se ocultaron en las zonas tribales que conoc¨ªan bien. Bin Laden hab¨ªa construido t¨²neles y cuevas all¨ª para los muyahidin antisovi¨¦ticos en los a?os ochenta.
Lo que sigui¨® fue un desastre: durante los 27 meses posteriores a la ca¨ªda del r¨¦gimen talib¨¢n, el presidente Pervez Musharraf, el m¨¢s fiel aliado de Washington en la regi¨®n, dio rienda suelta a los extremistas pastunes para que reinstauraran campos de entrenamiento para militantes que hab¨ªan escapado de Afganist¨¢n. ?stos inclu¨ªan a ¨¢rabes, gente de Asia Central, chechenos, cachemires, africanos, uigures y algunos llegados del este de Asia. Fue una peque?a repetici¨®n de la reuni¨®n en Afganist¨¢n despu¨¦s de que Bin Laden llegara all¨ª en 1996.
Musharraf captur¨® a algunos miembros ¨¢rabes de Al Qaeda, pero evit¨® a los talibanes porque estaba convencido de que las fuerzas de la coalici¨®n encabezada por EE UU no se quedar¨ªan mucho tiempo en Afganist¨¢n. Quer¨ªa conservar a los talibanes como opci¨®n estrat¨¦gica en caso de que Afganist¨¢n se sumiera de nuevo en la guerra civil y el caos. El Ej¨¦rcito tambi¨¦n protegi¨® a grupos cachemires extremistas que se hab¨ªan entrenado en Afganist¨¢n antes del 11-S y que ahora deb¨ªan reubicarse.
De hecho, en marzo de 2002, s¨®lo tres meses despu¨¦s de la derrota de los talibanes, Washington empez¨® a retirar a sus fuerzas especiales, sat¨¦lites de vigilancia y aviones teledirigidos de Afganist¨¢n para prepararse para la guerra en Irak. Distra¨ªdo por Bagdad, no advirti¨® lo que estaba ocurriendo en las regiones tribales. Cuando el Ej¨¦rcito paquistan¨ª entr¨® en el sur de Wazirist¨¢n en marzo de 2004, los extremistas estaban tan bien atrincherados que 250 soldados paquistan¨ªes murieron en los primeros encuentros.
Desde entonces el Ej¨¦rcito, sin una estrategia pol¨ªtica coherente para alejar a la poblaci¨®n past¨²n de Bin Laden, ha ido perdiendo terreno. Los agentes pol¨ªticos que dirig¨ªan las zonas tribales con una mezcla de sobornos y presi¨®n han sido sustituidos por arrogantes generales que ignoran la situaci¨®n local. Actualmente, los extremistas dominan el norte y el sur de Wazirist¨¢n y otras zonas tribales, mientras que los 70.000 soldados paquistan¨ªes all¨ª destacados se encuentran encerrados en puestos avanzados, demasiado asustados como para patrullar las monta?as. M¨¢s de 100 ancianos tribales favorables al Gobierno han sido asesinados a manos de extremistas por dar informaci¨®n a los servicios secretos de EE UU o Pakist¨¢n.
Mientras tanto, en el sur, el Gobierno provincial de Baluchist¨¢n est¨¢ controlado por una coalici¨®n de partidos fundamentalistas favorables a los talibanes desde las elecciones de 2002.
Esto ha creado un nuevo baluarte desde el que los talibanes pueden lanzar ataques contra Afganist¨¢n. La mayor¨ªa de los 99 soldados estadounidenses asesinados el a?o pasado en Afganist¨¢n eran objetivo de los talibanes ubicados en Baluchist¨¢n. Aunque el principal fin de Washington ha sido capturar a Bin Laden y decapitar a Al Qaeda, cuyos miembros se cree que est¨¢n en Wazirist¨¢n, EE UU no ha logrado presionar a Pakist¨¢n para que negocie con los talibanes, a pesar de las protestas del presidente afgano, Hamid Karzai. Durante una visita a Islamabad este mes, Karzai entreg¨® a Musharraf informes de espionaje que detallaban c¨®mo se entrena a los terroristas suicidas en Pakist¨¢n. En los ¨²ltimos meses, al menos 30 atentados han acabado con la vida de casi 100 personas en Afganist¨¢n, entre ellas soldados de la misi¨®n de paz de la OTAN.
Los informes citaban los nombres y direcciones de reclutadores y gente que equipa a los terroristas suicidas con explosivos. Gran parte del reclutamiento se realiza en una librer¨ªa radical isl¨¢mica, en varias mezquitas y algunas madrasas de la ciudad portuaria de Karachi, mientras que el entrenamiento se desarrolla en viviendas seguras de Quetta y Charman, en la provincia de Baluchist¨¢n.
"Hemos proporcionado al presidente Musharraf mucha informaci¨®n detallada sobre actos de terrorismo y hemos hablado detenidamente sobre qu¨¦ acciones podr¨ªa emprender ahora Pakist¨¢n", me dijo Karzai en febrero en Islamabad. "Los estadounidenses est¨¢n muriendo, un diplom¨¢tico canadiense ha sido asesinado y nuestro pueblo est¨¢ sufriendo. As¨ª que ya es hora de que se emprendan acciones para detener estos actos de terrorismo e injerencia en los asuntos internos de Afganist¨¢n", dec¨ªa. "Esperamos resultados".
El lograr esos resultados no ser¨¢ f¨¢cil. Bin Laden tiene combatientes y simpatizantes por toda la zona past¨²n. Ning¨²n past¨²n paquistan¨ª tiene motivos para traicionar a Bin Laden, a pesar de la recompensa de 22,6 millones de euros por su cabeza. Gracias al tr¨¢fico de drogas en Afganist¨¢n y a los maletines llenos de dinero que siguen llegando de simpatizantes del golfo P¨¦rsico, ni Al Qaeda ni los pastunes andan cortos de dinero. El que el Ej¨¦rcito paquistan¨ª no haya ofrecido a los pastunes un mayor papel pol¨ªtico en el marco nacional no ha inspirado ninguna lealtad entre las tribus. Las descaminadas intervenciones de EE UU, como el ataque con misiles que en enero acab¨® con la vida de mujeres y ni?os, hacen el resto.
La reciente decisi¨®n de Washington de empezar a retirar soldados de Afganist¨¢n este a?o s¨®lo ha servido para reafirmar a Al Qaeda en su creencia de que est¨¢ ganando. Despu¨¦s de casi cinco a?os esquivando la captura o la muerte, cada d¨ªa que Bin Laden sigue con vida es un d¨ªa que inspira a los extremistas que le protegen y se unen a sus filas.
Ahmed Rashid es periodista paquistan¨ª y autor, entre otros, de Los talib¨¢n. Traducci¨®n de News Clips. ? LA Times-Washington Post
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