El c¨®digo de Wilson

Hace unos a?os se estren¨® la pel¨ªcula Conspiraci¨®n, donde el h¨¦roe, un taxista de Nueva York llamado Terry Fletcher (Mel Gibson), viv¨ªa obsesionado por las fuerzas secretas y subterr¨¢neas que dictaban una historia secreta del mundo. Un pobre hombre que hab¨ªa sido programado para cometer magnicidios por una siniestra agencia gubernamental que lo activaba de tanto en tanto a partir de una clave escondida entre las p¨¢ginas de El guardi¨¢n entre el centeno de J. D. Salinger. Y es seguro que Fletcher -al igual que William Burroughs y Philip K. Dick, otros dos que siempre entendieron a la paranoia como una de las bellas artes- era un dedicado y admirado lector de Robert Anton Wilson.

Autor de amplio culto, responsable de m¨¢s de treinta y cinco t¨ªtulos, pope de la contracultura, fil¨®sofo alternativo, editor de la revista Playboy en los a?os sesenta, viajero lis¨¦rgico y explorador del peyote, adicto a las epifan¨ªas y, para muchos, un cl¨¢sico en vida, Wilson (Brooklyn, 1932) era hasta ahora un virtual Expediente X para el lector en castellano. Su ¨²nico libro publicado en Espa?a era el hoy agotado El secreto final de los iluminados (Mart¨ªnez Roca, 1983). Que la editorial Poliedro se proponga publicar una de sus varias y acaso la mejor de sus trilog¨ªas -junto a The Iluminatus! Trilogy, firmada junto a Robert Shea y que puede leerse como una secuela contempor¨¢nea, aunque escrita antes, de estas Cr¨®nicas hist¨®ricas- no puede sino ser buena noticia en estos tiempos oscuros en que vivimos bajo el maligno reinado del imp¨ªo Dan Brown y sus blasfemos ep¨ªgonos.

Porque si bien queda bastan

te claro que Dan Brown ha estudiado con dedicaci¨®n las novelas de Wilson (?ngeles y demonios abreva, tambi¨¦n, en el misterio de los illuminati) y el mismo Wilson se ha referido a la cuesti¨®n en alguna entrevista ("probablemente yo sea el escritor m¨¢s plagiado de nuestros tiempos. Comet¨ª el error de publicar mis libros antes de tiempo. Ahora salen novelas con temas sobre los que yo escrib¨ª hace treinta a?os y son todas best sellers", dijo); tambi¨¦n es cierto que, por suerte, no pueden existir dos hombres m¨¢s diferentes.

La tierra trema -de 1982, a la que seguir¨¢n El hijo de la viuda y El dios de la naturaleza- es buena prueba de ello. Y, contrario a lo que sucede con los ligeros y mal documentados folletines de Brown, su erudita y densa trama -festejada por el ensayista Greil Marcus- se resiste al resumen. Pero no se pierde nada con intentarlo y estamos en N¨¢poles, en el a?o 1764, y el m¨²sico adolescente y arist¨®crata Sigismundo Celine es testigo del asesinato de su t¨ªo Leonardo durante la celebraci¨®n de la misa de Pascua. Muerte que se convierte en el detonante de una odisea inici¨¢tica que pasear¨¢ a Sigismundo por medio mundo cruz¨¢ndose con Johann Sebastian Bach y el ni?o prodigio Wolfgang Amadeus Mozart, conversando con el Dr. Frankenstein, recibiendo consejos de Casanova y Cagliostro, y alternando con sociedades secretas como los masones, los Rossi Alumbrados y hasta una encarnaci¨®n primera de la Mafia a lo largo de turbulentos cap¨ªtulos con nombre de naipes del Tarot. Las pr¨®ximas entregas llevar¨¢n a Sigismundo a Par¨ªs y a Inglaterra y a Am¨¦rica sin tener nunca del todo claro si ¨¦l es perseguidor o perseguido en su b¨²squeda del Uno: "La perfecci¨®n del amor, la armon¨ªa y la belleza, el ¨²nico Ser, unido a todas esas almas iluminadas que forman la encarnaci¨®n del Maestro, el Esp¨ªritu de la Orientaci¨®n". Queda claro que antes de alcanzar semejante objetivo, mucha sangre se derrama y muchas teor¨ªas se formulan y hasta hay tiempo para el amor y el recogimiento y la buena prosa. S¨ª, Terry Gilliam deber¨ªa filmar todo esto.

Mucho m¨¢s cerca del V de

Thomas Pynchon, del Jonathan Strange y Mr. Norrell de Susana Clarke, y de las recientes novelas de Neal Cryptonomicon Stephenson que de las listas de best sellers asfixiadas por falsas reliquias sagradas, La tierra trema y la venida de Robert Anton Wilson es una excelente noticia para todos aquellos que disfrutan de ficciones conspirativas y de misterios hist¨®ricos y que, sin embargo, no pudieron -por instinto de preservaci¨®n- con la vir¨®sica El c¨®digo Da Vinci. Novela esta ¨²ltima que, seguro, forma parte de una conjura mal¨¦fica y subliminal (quiz¨¢s algo hipn¨®tico escondido en su portada) para conquistar a los influenciables lectores de buena fe. S¨®lo as¨ª se explica semejante espanto apocal¨ªptico del que, por fin, ha llegado a salvarnos Robert Anton Wilson.