'C.'
ME LAMENTABA de que nunca se me hubiera cumplido el deseo de ver completo el proceso de un libro, desde que lo recibe el editor en calidad de manuscrito hasta que aparece en librer¨ªas, cuando encuentro, en un viejo armario, un "libro para ni?os" de Jos¨¦ Antonio Mill¨¢n (Madrid, 1954) con ilustraciones de Perico Pastor (La Seu d'Urgell, 1953). Enemiga de los libros para ni?os, le¨ª ¨¦ste con entusiasmo y con nostalgia, pues en ¨¦l es claro que los libros ya no se hacen como se hac¨ªan y que, por lo tanto, mi viejo anhelo se ha convertido en una frustraci¨®n irreparable.
O¨ªa (en The Actors' Studio) a Spielberg contestar a una pregunta del p¨²blico que sus personajes ni?os "se le dan bien" porque ¨¦l no los trata como ni?os. Creo que es el caso de este volumen de Mill¨¢n, titulado C. (El peque?o libro que a¨²n no ten¨ªa nombre) y publicado en 1998 por el C¨ªrculo de Lectores en Madrid, pues yo, adulta de 57 a?os, lo le¨ª con el inter¨¦s y la curiosidad con la que lo leer¨¢n lectores mucho menores que yo. ?Cu¨¢l es el asunto? Que C., el protagonista, no pod¨ªa crecer, ya que no conten¨ªa sino dos frases: "?rase una vez..." y "Fin", cosa ¨¦sta que lo preocupaba al grado de darse a averiguar en una biblioteca el porqu¨¦. As¨ª que emprende la b¨²squeda de s¨ª mismo y adelantar¨¦ que el suyo es un final feliz.
La historia que cuenta me hizo recordar al doctor Samuel Johnson cuando dice que la sabidur¨ªa consiste no tanto en poseer el conocimiento absoluto como en saber buscar lo que uno no conoce; me hizo preguntarme si el libro de Mill¨¢n era tambi¨¦n para adultos o si yo ten¨ªa mente infantil a la Spielberg. Llevaba horas intentando leer a Nietzsche; a Vasari; a Sciascia sobre Pirandello sin avanzar; hab¨ªa vuelto a leer The Modern Movement, de Cyril Connolly, para dejar de estar sentada viendo el vac¨ªo sin tener del todo claro en qu¨¦ consiste meditar cuando, de pronto, encontr¨¦ y le¨ª a Mill¨¢n y volv¨ª a despertar. Ahora se lo debo a Mill¨¢n, como en otra ocasi¨®n a una tela de ara?a que a m¨ª, enemiga de los ar¨¢cnidos, me maravill¨®. ?Si puedo encontrar la belleza en la perfecci¨®n de una telara?a, estoy viva! ?Si puedo leer con inter¨¦s un libro para ni?os, tengo la conciencia alerta! Es muy necesario toparse con vibraciones que te hagan sentir el peso y el volumen de tu existencia, y debes atreverte a confesar que en la mayor¨ªa de las situaciones no son los grandes episodios sino los peque?os acontecimientos los que te zarandear¨¢n de tu inercia y te devolver¨¢n a la vida e, incluso, a la capacidad de contemplaci¨®n.
Alguna vez visit¨¦ un sanatorio psiqui¨¢trico y me escandalic¨¦ del estado de su biblioteca. No ten¨ªa sino libros t¨¦cnicos y especializados que, comoquiera que sea, los pacientes dif¨ªcilmente podr¨ªan leer y disfrutar. Mi des¨¢nimo fue tal que quise emprender la misi¨®n de crear una biblioteca para los internos pero, al coment¨¢rselo a un representante del personal, supe por qu¨¦ mi sue?o era imposible. "Apenas si se pueden concentrar", me dijo; "les da miedo internarse en la lectura, ya que sienten que se morir¨¢n en el intento".
Despu¨¦s de leer el libro de Mill¨¢n, me atrever¨ªa a desafiar semejante comentario. No creo que haya mente, ni infantil ni enferma, incapaz de adentrarse en una lectura tan entretenida, moderna, divertida y did¨¢ctica como la que presenta C. De cualquier modo, me devolvi¨® el deseo de organizar una biblioteca para el psiqui¨¢trico y proponer un experimento a las autoridades: si nadie lee nada de ella en un mes, cerrarla; o, en el otro extremo, encerrarme a m¨ª en el hospital por ilusa, por no tener los pies en la tierra, aun cuando estuviera capacitada para leer la totalidad del contenido de la biblioteca.
Es muy dif¨ªcil escribir un libro para ni?os. Y es m¨¢s dif¨ªcil escribir un libro para ni?os que un lector adulto asimismo pueda disfrutar, por lo que C. resulta ser bastante excepcional.
Me llama la atenci¨®n que, a pesar de haber sido un libro que en Europa hubiera despertado inter¨¦s, pues cuenta con varias reediciones y reimpresiones en Espa?a y ha sido traducido a otras lenguas, no sea un libro que se consiga en M¨¦xico. Yo lo propondr¨ªa para las famosas bibliotecas de aula, lo leer¨ªa en voz alta en los k¨ªnderes y en los salones de t¨¦, y no creer¨ªa en un lector adulto que, tras haberlo le¨ªdo, comentara que el libro lo aburri¨® y no tuvo nada que ense?arle.
En pocas palabras, me da mucho gusto haber entrado en tan buen contacto con C.
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