Pensiones y prisiones
A¨²n no ha llegado abril (el mes m¨¢s cruel, seg¨²n T.S. Eliot) pero la actualidad sigue proporcionando noticias desgraciadas. Hablar de mala suerte no parece adecuado. Las desgracias, que nunca vienen solas, se buscan o se inducen o se posibilitan de alg¨²n modo. Pensar de otra manera ser¨ªa aceptar como inevitable lo que a menudo es, sencillamente, una gesti¨®n inaceptable de la realidad. No deber¨ªamos aceptar ciertas cosas, pero tendemos a aceptarlo todo, sobre todo si no nos afecta la parte de ese todo que podr¨ªa o deber¨ªa mejorar. S¨®lo la muerte (la fase irreversible y ¨²ltima de la desgracia) consigue despertarnos del letargo. Hace falta que atropellen a dos criaturas en un barrio bilba¨ªno para que de una maldita vez pongan ese necesario sem¨¢foro que debieron haber colocado hace un lustro. ?ltimamente, gracias a la tragedia de los dos ni?os muertos, en la ciudad han colocado muchos nuevos sem¨¢foros que, seguramente, nunca se hubieran puesto. Es lo que hay. Lo que no hay en Bilbao (lo asegura su alcalde) es pensiones ilegales. Ni una. Bueno es que as¨ª sea. En todo caso, ha hecho falta un incendio y cuatro muertos (cuatro desgracias ¨²ltimas e irreversibles) para que hablemos (aunque sea negando su existencia) de las pensiones ilegales y los pisos patera que existen y no son. Tampoco hay lupanares en Bilbao, sencillamente hay pisos en los que te recibe amablemente en bolas o lencer¨ªa fina la inquilina de la casa, con la Ley de Arrendamientos Urbanos en una mano y una fusta en la otra. La pensi¨®n arrasada por el fuego era legal, pero puede suceder cualquier d¨ªa que arda un piso patera con veinte inquilinos dentro. ?Mala suerte? ?Desgracia inevitable? Ciertamente es m¨¢s f¨¢cil poner un sem¨¢foro que abrirse paso en la mara?a legal y social de la trata de hu¨¦spedes.
Se hacinan los m¨¢s pobres en los pisos patera y se hacinan los presos en muchas (demasiadas) c¨¢rceles espa?olas. Ha hecho falta otro muerto en Nanclares (y ya van seis suicidios en s¨®lo 15 meses) para que hablemos del vergonzante asunto de las prisiones (no s¨®lo de Nanclares). El recluso bilba¨ªno que el pasado jueves apareci¨® ahorcado hab¨ªa denunciado hac¨ªa m¨¢s de cinco meses malos tratos, presiones e incitaci¨®n al suicidio, adem¨¢s de acosos y torturas sexuales que, de ser ciertas, certificar¨ªan la existencia en la prisi¨®n alavesa de aplicados alumnos de los marines de Abu Ghraib. Los relevos del subdirector y, m¨¢s tarde, del propio director de la c¨¢rcel no bastaron para evitar esta nueva muerte bajo custodia. Muertes y muertos que crecen. En 2001 murieron en prisi¨®n en Espa?a 33 reclusos. En 2004 salieron con los pies por delante 75. Algo (malo, muy malo) pasa en el trullo. Y no parece que la directora General de Instituciones Penitenciarias gestione este desastre humano con eficacia m¨ªnima. En Lanzarote, en la c¨¢rcel de Taniche, 160 presos viven (es un decir) en 44 celdas, incumpliendo la propia ley org¨¢nica que dispone que "todos los internos se alojar¨¢n en celdas individuales". Lo denuncian los propios sindicatos que agrupan a los funcionarios de prisiones: el sistema penitenciario espa?ol hace aguas. "Contamos con un sistema pr¨®ximo a los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo", aseguran desde la CSIF (Central Sindical Independiente de Funcionarios).
Esa tercera Espa?a que se pudre o hacina en la c¨¢rcel es asunto de todos, por m¨¢s que algunos quieran empe?arse en que sea invisible, como las invisibles pensiones ilegales de Bilbao que no existen, aunque alg¨²n d¨ªa se quemen con sus inexistentes inquilinos dentro y extiendan un olor insoportable a carne socarrada de fantasma. Entre hepatitis, sida, tuberculosis y tatuajes hechos con tinta del Pel¨ªcano y agujas hipod¨¦rmicas, los presos espa?oles (o lo que quieran o no quieran ser) le est¨¢n tomando una insana afici¨®n al suicidio. No les da por leer a Oscar Wilde y su Balada de la c¨¢rcel de Reading, ni siquiera, me temo, est¨¢n en condiciones de escribir algo que se asemeje a los versos carcelarios y efectistas de David Gonz¨¢lez o al exquisito Yo no soy de aqu¨ª de Joseba Sarrionandia. Los que salgan del maco saldr¨¢n peor que entraron, m¨¢s enfermos y m¨¢s aprendidos en todas las maldades. Las c¨¢rceles, a nadie se le oculta, son escuelas de delincuencia m¨¢s que centros de reinserci¨®n. ?Resulta inevitable que as¨ª sea? Los ahorcados de Nanclares no saben, no contestan.
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