Incolora, inodora e ins¨ªpida
Un espect¨¢culo lento, con muchas pausas, con abundancia de tiempos muertos. Un festejo casi sin argumentos, y los que tuvo apenas duraron un suspiro. Dos horas y media de corrida, en fin, sin sobresaltos, ni para bien ni para mal. Es decir, m¨¢s bien para peor. En definitiva, corrida que ni subi¨® ni baj¨®.
Con tan escasos registros que resaltar, hubo toros como para haber salvado mejor la tarde. Por ejemplo, el lote de ?ngel de la Rosa. No ser¨ªan toros para so?ar el toreo, pero s¨ª lo fueron como para salir con el futuro algo m¨¢s aclarado. Y eso que De la Rosa sob¨® y amas¨® con cordura al primero, que, distra¨ªdo y con el defecto de hacer hilo, mejor¨® mucho su condici¨®n hasta acabar teniendo buen trato. La faena fue larga. De muchos retales. Mejor compuesta por el lado izquierdo, por donde el valenciano le dio cierto vuelo. Pero, mal medido ese trabajo, termin¨® enfriado. Un desarme dej¨® la faena en un proyecto incompleto.
Alcurruc¨¦n, Lozano / De la Rosa, Abell¨¢n, Mar¨ªn
Cuatro toros de Alcurruc¨¦n y dos, 2? y 4?, con el hierro de Lozano Hermanos. Correctos de presencia, m¨¢s ofensivos los tres ¨²ltimos. Nobles, pero algo faltos de raza. ?ngel de la Rosa: -aviso- media ca¨ªda y descabello (saludos); media muy baja -aviso- (vuelta). Miguel Abell¨¢n: pinchazo y estocada (silencio); entera ca¨ªda -aviso- y tres descabellos (saludos). Seraf¨ªn Mar¨ªn: pinchazo y estocada baja -aviso- (saludos); pinchazo, media -aviso- y descabello (silencio). Plaza de Valencia, 14 de marzo. 4? de feria. Casi tres cuartos de entrada.
El cuarto, muy armado, fue toro sin complicaciones insalvables. No tuvo clase, no humill¨®, pero fue obediente a la franela. Casi sumiso. De la Rosa y ese toro con el hierro de Lozano Hermanos no acabaron de encajar. Falt¨® acople. Tambi¨¦n, por momentos, una visible inseguridad en el torero, que puso empe?o, pero al que en este caso le falt¨® claridad de ideas. Numerosos pases, unos con sentido, otros con el solo ¨¢nimo de sumar. Y siempre con el p¨²blico a favor. Un infame espadazo sirvi¨® para que el presidente, con buen criterio, le negara la oreja que la gente ped¨ªa.
La faena m¨¢s incisiva de tarde tan gris fue la de Seraf¨ªn Mar¨ªn al tercero. Un toro que medio se emple¨® en varas. Tambi¨¦n fue toro que plant¨® batalla de inicio. Mar¨ªn, muy metido con ¨¦l, con gran decisi¨®n como principal arma, atac¨®. Por la derecha logr¨® meter al toro en la muleta; por la izquierda, la cosa ya no era la misma. Convencido de la superioridad del torero, el toro rest¨®. Toro a menos y torero a m¨¢s. Consinti¨® Mar¨ªn y provoc¨® de muy cerca. Pero el toro no quiso rendirle honores.
El sexto le dio muy pocas opciones a Seraf¨ªn Mar¨ªn. Toro sin futuro que, desganado, desplazaba su anatom¨ªa con paso cansino. Mar¨ªn se plant¨® delante, insisti¨® y porfi¨®. Lo puso todo, mas el de Alcurruc¨¦n neg¨® cualquier posibilidad de ayuda.
El segundo de la tarde se le hizo antip¨¢tico a Miguel Abell¨¢n. Andar¨ªn, sin entrega, no le ofreci¨® al madrile?o ni confianza ni amistad. As¨ª, la faena se convirti¨® en un banco de pruebas. El toro nunca quiso, pero el torero tampoco trat¨® de convencer de lo contrario al animal.
Como quinto salt¨® un serio y astifino toro -toda la corrida fue limpia y guapa de cara-, lucero ¨¦l, que result¨® ser el manso de la tarde. Hasta cuatro entradas al caballo y, una a una, cuatro salidas de cobarde. Esper¨® en banderillas y Abell¨¢n pareci¨® verle alguna posibilidad cuando brind¨® a la plaza. La relaci¨®n toro-torero no fue la mejor. No se entendieron. Cuando Abell¨¢n se cruzaba, el toro parec¨ªa encontrar su mejor camino. Pero no siempre ocurri¨® as¨ª. Un desarme afe¨® una faena sin gui¨®n. A la hora de matar, Abell¨¢n y el toro se pasearon por el ruedo en busca de un lugar donde acabar tan insulsa historia.
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