La vida en las profundidades terrestres
Nos vamos al espacio y buscamos vida porque no queremos estar solos. Pero, ?podemos considerarnos realmente solos cuando viajan con nosotros por la vida 1.750.000 especies conocidas y posiblemente hasta 8 ¨® 10 millones m¨¢s de formas vivas desconocidas?
Es cierto que atrae mucho el espacio. Atrae imaginar c¨®mo puede ser la vida extraterrestre. Pero este inter¨¦s se debe, sobre todo, a nuestro desconocimiento de las apasionantes e insospechadas formas de vida que nos rodean, y al cansancio de ver y mirar todo aquello que nos muestran los documentales de animales grandes: aves muy variadas, espectaculares, con coloridos y comportamientos curiosos, grandes felinos o enormes herb¨ªvoros africanos, en espacios frondosos, lejanos, atractivos, pero siempre conocidos.
En las aguas subterr¨¢neas habitan curiosas criaturas trasl¨²cidas, sin ojos
?Qu¨¦ escapa a nuestra vista? El mundo subterr¨¢neo. ?Qu¨¦ escapa a nuestra curiosidad? La vida que no vemos, la vida invertebrada, diminuta, con tama?os que oscilan entre el medio mil¨ªmetro y poco m¨¢s del cent¨ªmetro. ?Esta forma de vida es realmente importante? As¨ª podemos considerarla si pensamos en el volumen que supone y en la espectacular complejidad de sus morfolog¨ªas y comportamientos. ?Cu¨¢ntas especies se conocen en el mundo de aves, de mam¨ªferos, de peces... de vertebrados en conjunto? Aproximadamente 100.000. ?Cu¨¢ntas especies se conocen de invertebrados? Cerca de 1.700.000. Las cifras hablan. Desde un punto de vista evolutivo, la gran diversidad gen¨¦tica y disparidad filogen¨¦tica que significan tantos millones de secuencias diferentes de ADN, constituye un patrimonio biol¨®gico ¨²nico que debe de ser conservado para las generaciones futuras.
Un h¨¢bitat, el subterr¨¢neo, provoca en el hombre sensaciones encontradas de atracci¨®n hac¨ªa lo misterioso, por su inaccesibilidad; y de repulsa, miedo y claustrofobia, por su falta de luz. Lo suponemos deshabitado o poblado de monstruos y formas fant¨¢sticas. Extrapolamos nuestra experiencia a todo el mundo vivo: si para nosotros es un medio hostil al que es dif¨ªcil acceder, para los seres inferiores todav¨ªa ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil colonizarlo y establecerse en ¨¦l. Para formas de vida de medio mil¨ªmetro, toda la red tridimensional de fisuras, grietas y conductos, de cualquier tama?o y de cualquier espesor, que conforman el medio subterr¨¢neo a lo largo y ancho del globo terr¨¢queo, constituye un universo poco menos que infinito.
?Cu¨¢ntas formas de vida diferentes pueden vivir en este universo paralelo pr¨¢cticamente inexplorado por el hombre? ?Millones? Ya se conocen miles en el planeta, a pesar de la escasa atenci¨®n que los cient¨ªficos de todo el mundo, y de todas las ¨¦pocas, han dedicado a su estudio (Encyclopaedia Biospeologica, Juberthie et Decu, Eds. 1994, 1998 y 2001, 3 tomos).
Podemos mencionar un ejemplo revelador. Un grupo de diminutos crust¨¢ceos, los batinel¨¢ceos, parientes lejanos de las conocidas gambas, que s¨®lo pueden vivir en agua dulce subterr¨¢nea y cuyos tama?os var¨ªan entre 0,5 y 3 mil¨ªmetros. Viven en todos los continentes (en los Polos no se han buscado). El primero de estos animales se descubri¨® hace relativamente poco, en 1882, en un pozo de abastecimiento de agua en Praga. Desde entonces se han descrito hasta 250 especies en todo el mundo. Un n¨²mero bajo, pero alto si se considera que s¨®lo unos siete tax¨®nomos hemos dedicado nuestra vida profesional a su b¨²squeda, captura y estudio en lugares muy limitados de todo el planeta.
Reduzcamos la escala y situ¨¦monos en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica. El primero de estos animales se encontr¨® en Portugal en 1949. Llam¨® la atenci¨®n de algunos estudiosos (Braga, Noodt, Delamare, Chappuis,...) que trabajaban con otros grupos de crust¨¢ceos. Estos investigadores decidieron hacer incursiones en las aguas subterr¨¢neas m¨¢s accesibles (pozos artificiales y estanques y charcos en algunas cuevas horizontales de f¨¢cil acceso) y buscar estas curiosas criaturas trasl¨²cidas, sin ojos, incapaces de nadar y llenas de estructuras misteriosas (sedas, u?as, dientes, dent¨ªculos...), cuya funci¨®n sensorial puede ser intuida.
En 1978 ya se conoc¨ªan 15 formas diferentes de este grupo, ligadas a seis autores europeos y a 14 lugares investigados. Apenas un diminuto muestrario comparado con los millones de lugares susceptibles de albergar fauna subterr¨¢nea acu¨¢tica en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica y en las islas Baleares. En la actualidad, tras haber llevado a cabo muestreos en m¨¢s de 1.000 sitios, he descubierto 35 nuevas especies que viven, exclusivamente, en estos lugares. As¨ª, las 50 especies de batinelas en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica constituyen una quinta parte de todas las que se conocen en el mundo. Algunas de ellas, aproximadamente una quincena, est¨¢n pendientes de recibir nombre y de ser dadas a conocer a la comunidad cient¨ªfica.
Basta descender a otras dimensiones y ampliar las miras para entender que nuestro mundo tiene a¨²n mucho que mostrarnos sobre nuestros or¨ªgenes y que deber¨ªamos intensificar los esfuerzos y los medios para conocer, y poder conservar, los seres que nos rodean, antes de que nuestro progreso los acabe engullendo.
Ana I. Camacho es investigadora del Departamento de Biodiversidad y Biolog¨ªa Evolutiva del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC).
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