'Inat'
1. En serbio, Slobodan significa "hombre libre". Milosevic, sin embargo, no vivi¨® a la altura de su etimolog¨ªa. Era un personaje orwelliano: durante su mandato en Serbia, la mentira se convirti¨® en verdad, la guerra se hizo paz, la derrota se hizo victoria. Pero Slobodan s¨®lo comenz¨® a ser libre el s¨¢bado de madrugada: cuando muri¨®. Hay una palabra que define mejor lo que fue en vida, todo lo que hizo y, sobre todo, c¨®mo lleg¨® a hacerlo: inat. Algo entre la porf¨ªa y el valor, entre el odio y la convicci¨®n, entre la altivez y la arrogancia, el despecho y el sarcasmo, la desesperaci¨®n y la risa. Para algunos, los restos mortales del ex presidente yugoslavo tendr¨ªan su lugar en la Aleja Velikana, la alameda de los "grandes" de Serbia, en el cementerio de Novo Groblje. Ser¨ªa un final a la medida de su demagogia. Milosevic s¨®lo fue grande en el desastre que produjo en la regi¨®n. En todo lo dem¨¢s, fue peque?o como persona, un pol¨ªtico sin hombre dentro, un profeta sin evangelio (pose¨ªa este talento otro Anticristo, el cat¨®lico Franjo Tudjman). Milosevic era un enano sofocado por dos d¨¦cadas de una gigantesca mentira, que ¨¦l administr¨® usando la propaganda y la comunicaci¨®n de masas hasta el final, incluso hasta su muerte. "La mentira tiene patas cortas", dice un refr¨¢n serbio que Milosevic record¨® ante un testigo (un amputado), en uno de los momentos m¨¢s absurdos y canallescos de su autodefensa en La Haya.
2. O¨ª por primera vez la palabra inat por boca de una estudiante en Belgrado que me contaba la "historia sencilla" de su familia. Su t¨ªo abuelo, Jovan, joven estudiante de Medicina y jefe de la inteligencia de los partizan en las monta?as de Homolje (en la frontera de Serbia con Rumania) durante la II Guerra Mundial, fue disparado mientras dorm¨ªa por un chetnik que lo traicion¨® y que avis¨® de inmediato a las tropas nazis que ocupaban la regi¨®n. Jovan, herido y rodeado por los alemanes, se suicid¨® peg¨¢ndose un tiro, es decir, acab¨® ¨¦l mismo con el trabajo del traidor. Ten¨ªa 25 a?os. A la cu?ada de Jovan, tambi¨¦n partizan, le dispararon durante la lucha de resistencia por tropas alemanas. Sobrevivi¨® 60 a?os con una bala en la cabeza y dos en el cuerpo. "Inat significa que actuamos conscientemente de la forma que m¨¢s nos perjudica", me explic¨® la sobrina nieta de Jovan. Su abuela muri¨® hace unas pocas semanas.
3. Acabo de telefonear a Julija Stankov, con quien tom¨¦ clases de serbocroata en Belgrado, para pedirle que buscase el significado exacto de la palabra inat. "Desaf¨ªo, provocaci¨®n, oposici¨®n, desprecio: el acto o el ejemplo del desaf¨ªo; firme resistencia a una autoridad o fuerza oponente", dice el viejo diccionario de serbio. Hay palabras tan certeras y densas que, cuando las decimos, nos suenan con el eco profundo de todo un grupo, de una "naci¨®n", de un mito, es decir, con un atavismo ¨ªntimo. Como en portugu¨¦s saudade o, en el caso serbio, inat. Palabras-alma que caben en el diccionario pero son intraducibles. No son, al fin y al cabo, palabras. Son c¨®digos de comportamiento: el alfabeto que se espera de cada individuo y que, con esa expectativa, lo disuelve dentro del grupo, en nombre del grupo. Inat fue el espejo en el que se miraron mutuamente Milosevic y su pueblo. La maldad mayor, la del exterminio, no se procesa en soledad. Milosevic supo confundir sus intereses personales con el "destino" de una naci¨®n. En La Haya, exhibi¨® el arte en el que sobresalen los serbios: presentarse como v¨ªctimas de la Historia, de conspiraciones, de malentendidos o de la maldad de otros. En una regi¨®n tan desgarrada por la memoria del Holocausto y de la ocupaci¨®n nazi, hay por lo menos una comparaci¨®n pertinente con la Soluci¨®n Final: el papel del laborioso embrutecimiento para conseguir que el hombre normal vea al otro como no humano, tan bien descrito por Victor Klemperer en su diario del antisemitismo entre 1939 y 1941 (I Shall Bear Witness).
4. La periodista y escritora croata Slavenka Drakulic, en un libro brillante sobre las alegaciones de La Haya (They Would Never Hurt a Fly), lanza una hip¨®tesis cre¨ªble sobre Milosevic: detr¨¢s del oportunista no hab¨ªa nadie m¨¢s, nada m¨¢s, salvo "banalidad, vulgaridad, vacuidad". Es exactamente eso lo que deduzco de las hilarantes transcripciones de las escuchas telef¨®nicas hechas por los servicios secretos de Zagreb a Milosevic, entre 1996 y 1998, reveladas por un peri¨®dico croata hace cuatro a?os. En un periodo en que se preparaba la limpieza de Kosovo, ?qu¨¦ le interesaba a la disfuncional familia Milosevic? Los complejos de su hijo Marko por "tener las orejas grandes" o las muelas que quer¨ªa arrancarse en Italia. Los amor¨ªos de su hija Marija, siempre a la caza o cayendo en los brazos de gangsters y guardaespaldas. O las ¨®rdenes dirigidas al editor del gran diario Politika. Ning¨²n pensamiento. Ninguna elevaci¨®n. S¨®lo una letan¨ªa grosera de insultos e impaciencia, donde lo que m¨¢s se oye es al presidente echando pestes: Bog te jebo! ("?Que te joda Dios!").
5. Los radicales y muchos nacionalistas serbios lamentaron la muerte de Milosevic. Para la mayor¨ªa, no obstante, la noticia es causa de una melanc¨®lica amargura. De manera perversa, Belgrado, agreste y euf¨®rica ciudad de frontera, queda m¨¢s cerca de sus v¨ªctimas en Sarajevo, en Srebrenica o en Kosovo. Me dijo un joven serbio que "La Haya no ha llegado a una conclusi¨®n. Sigue pendiente. No es bueno para nosotros ni para los otros". En la tradici¨®n folcl¨®rica del espacio "yugoslavo", la muerte aparece como la gran oportunidad de la comedia. La ¨²nica manera de imaginar a Milosevic subiendo por la Aleja Velikana, donde est¨¢ sepultado Zoran Djindjic -el gigante que su r¨¦gimen mand¨® asesinar en 2003, hace ya tres a?os-, ser¨ªa superponer a esa ¨²ltima parodia nacionalista los vientos de Boris Kovac y su Ladaaba Orchest, tocando "El ¨²ltimo tango balc¨¢nico", "a la ma?ana siguiente del apocalipsis". El apocalipsis, finalmente, termin¨® sin juicio pero con testigos. "?Vamos a bailar! ?Vamos a bailar!", grita Kovac. En Serbia, como en la Alemania nazi, no hay culpa colectiva, claro. Pero ?habr¨¢ inocencia colectiva? Milosevic se desploma con la misma delicadeza con que, despu¨¦s del Holocausto, murieron de muerte banal centenares de criminales nunca castigados, "descansando ahora pac¨ªficamente, al un¨ªsono con la naturaleza, mezclados con la tierra de donde naci¨® el lujurioso, verde c¨¦sped, y donde buscaron alimento las ra¨ªces de ¨¢rboles bonitos, frondosos, ignorantes de la inmundicia que acab¨® pudri¨¦ndose all¨ª", como escribi¨® el genial autor serbio Alexsandar Tisma en su obra maestra El kapo (de 1987, el a?o de la ascensi¨®n de Milosevic al poder; traducida por Luisa Fernanda Garrido y Tihomir Pistelek en 2004). Es inquietante. "Porque en un momento dado de la podredumbre, se vuelven una sola cosa la inmundicia y la pureza, ambas reducidas a sus elementos qu¨ªmicos, expurgadas todas las peculiaridades de sus or¨ªgenes".
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