Los espacios p¨²blicos de la cotidianidad / 3
De la mano de Annie Cohen Solal (Sartre), de Deirdre Bair (Simone de Beauvoir), de G¨¦rard-Georges Lemaire (Caf¨¦s d'autrefois) y de Jean-Luc Moreau (Le Paris de Sartre et de Beauvoir) llego al St. Germain-des-Pr¨¨s que ellos recrearon. Estamos en la primavera de 1937 y el barrio comienza a recuperar el trasiego literario que conoci¨® en torno de la I Guerra Mundial, gracias a Apollinaire y a los surrealistas que sentaron sus penates en la terraza de los Deux Magots convirti¨¦ndola en la encrucijada inexcusable de quienes est¨¢n o aspiran a estar en la gloria literaria. Sinclair Lewis discute con Chardonne; Maurice Sachs, Eluard, Artaud, Cocteau, Le Corbusier, Audiberti, se agolpan buscando mesa para hablar largamente de su ¨²ltima obra; Hemingway invita a Joyce a tomar un sherry, seco desde luego, y en el interior, Alfred Jarry, el creador de Ubu, para llamar la atenci¨®n de la muchacha sentada a su lado que se empe?a en ignorarlo, dispara contra el espejo que tiene a sus espaldas y le dice: "Se?orita, ahora que hemos roto el hielo, hablemos...". La poes¨ªa de lengua alemana en el exilio hace de los Deux Magots su cuartel general y all¨ª se encuentran Robert Musil, Alfred D?blin, Ernst Weiss, Max Brod, el amigo de Kafka, Stefan Zweig, Heinrich Mann, Anne Seghers, Joseph Roth, Bertolt Brecht intercambiando nostalgias y esperanzas y confiri¨¦ndole el marchamo de primer ¨¢mbito literario de la ciudad.
Apenas a treinta metros, el caf¨¦ de Flore es un rival permanente que le disputa su clientela m¨¢s sonada, consiguiendo que Apollinaire y sus c¨®mplices Salmon, Rouveyre, Tudesq cambien de tienda y domicilien en el nuevo caf¨¦ su revista Les Soir¨¦es de Paris. Apollinaire lo convierte en su despacho donde recibe a horas fijas, y despu¨¦s de haber reunido a Soupault, a Breton, Blaise Cendrars y Aragon sienta las bases del dada¨ªsmo que Tristan Tzara bendecir¨¢ con su presencia cuando llegue a Par¨ªs. Los pr¨®fugos de Montparnasse -Derain, los hermanos Giacometti, Zadkine, Zervos, Yves Tanguy- no logran cubrir con su asiduidad durante estos a?os la ausencia del desaparecido Apollinaire y habr¨¢ que esperar a la guerra del 39 y a la ocupaci¨®n alemana para que la llegada de Sartre y de Beauvoir d¨¦ nueva vida al Flore de la turbamulta de plum¨ªferos que invaden les Deux Magots. All¨ª instalados, cada uno en su mesa como si fuera su pupitre, escriben con febrilidad: Beauvoir, Todos los hombres son mortales; Sartre, los dos primeros vol¨²menes de Los caminos de la libertad. Y all¨ª acuden, como compa?eros de escritura, otros miembros de la banda, el m¨¢s conocido, el cantautor Mouloudji, que termina su novela Enrico. A partir del oto?o del a?o 43, la guerra parece inclinarse a favor de los aliados, y el grupo, empujado por Michel Leiris, quiere celebrarlo organizando fiestas que anticipen la victoria. En la m¨¢s sonada de ellas se presenta la obra El deseo cogido por la cola, de Picasso, dirigida por Albert Camus, en presencia del autor, y cuenta con Beauvoir, Sartre, Queneau, Leiris, Bataille y Lacan como actores. Por entonces Sartre comienza a ver representada su producci¨®n teatral. Las moscas, a puerta cerrada en el Vieux Colombier, tiene un gran ¨¦xito. Todo ello contribuye a la notoriedad de la pareja, que en la conferencia que da Sartre en octubre de 1945 sobre ?El existencialismo es un humanismo? congrega tal gent¨ªo que hay que rescatarle para evitar males mayores. El invento de St. Germain-des-Pr¨¨s, a caballo del existencialismo y de su vida nocturna, es ya imparable. Boris Vian y sus dos hermanos lanzan en un espacio diminuto de la calle Dauphine un bar-cabar¨¦, el Tabou, en el que lanzan el be-bop y lo convierten, a pesar de su breve existencia -s¨®lo tres meses-, en el espacio m¨ªtico de la nueva juventud. La consagraci¨®n medi¨¢tica del barrio se debe a un art¨ªculo hipercr¨ªtico de Pierre Lazareff, director de Samedi-Soir, que, retomado por la revista Life, funciona como una irresistible invitaci¨®n al turismo americano para venir a culturalizarse y a encanallarse en la nueva cultura europea. Pero este alud de burgueses del XVI y de rancheros del middle-west acaba con St. Germain-des-Pr¨¨s y les hace abandonar sus mesas del Flore. Simone de Beauvoir nos relata en Los mandarines la historia de este desencanto que les lleva a buscar otros caf¨¦s, otros parajes. Sartre piensa que tal vez Aragon ten¨ªa raz¨®n al escribir que "la vida se reduce a cambiar de caf¨¦".
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