"Acu¨¦rdate de La Haya"
La muerte de Slobodan Milosevic deber¨ªa suponer un final y un comienzo. El final de un largo periodo en el que la Europa de los imperios multi¨¦tnicos se transform¨®, con sangre, en una Europa de naciones-estado, en general con claras mayor¨ªas ¨¦tnicas. Y el comienzo de un periodo en el que la soberan¨ªa de esas naciones-estado ya no sea absoluta y los gobernantes sepan que se les van a pedir responsabilidades, ante un tribunal internacional imparcial, por los cr¨ªmenes que cometan contra su propio pueblo o contra sus vecinos.
Veamos primero el final. Como observ¨® en una ocasi¨®n el antrop¨®logo Ernest Gellner, al contemplar los mapas hist¨®ricos de Europa en los que los grupos ¨¦tnicos estaban indicados por colores distintos, lo que era un cuadro de Kokoschka se ha transformado en uno de Modigliani. En vez de las infinitas mezclas de pigmentos de Kokoschka, tenemos bloques diferenciados, m¨¢s o menos claros, de colores independientes. Milosevic no fue m¨¢s que el ¨²ltimo en una larga lista de dirigentes europeos que empujaron sus pa¨ªses hacia esa separaci¨®n ¨¦tnica, por diversos motivos, mediante la guerra, la diplomacia, la limpieza ¨¦tnica y un enorme derramamiento de sangre.
Milosevic fue el ¨²ltimo dirigente europeo que hizo la separaci¨®n ¨¦tnica con la guerra, la diplomacia, la limpieza y el derramamiento de sangre
Al ver los mapas hist¨®ricos de Europa en los que los grupos ¨¦tnicos est¨¢n en colores, lo que era un cuadro de Kokoschka ahora es uno de Modigliani
Con el tribunal, los tiranos deben saber que la soberan¨ªa nacional no les otorga el derecho a cometer atrocidades dentro de las fronteras de su propio pa¨ªs
Todav¨ªa existen en Europa rincones significativos de Kokoschka que son objeto de preocupaci¨®n y esperanza. Kosovo, donde empezaron y terminaron las guerras de Milosevic por la sucesi¨®n yugoslava, est¨¢ negociando ahora su situaci¨®n definitiva. En el este de Europa se encuentran a¨²n Moldavia, Rutenia y diversas zonas de la Federaci¨®n Rusa y el C¨¢ucaso formadas por mezclas ¨¦tnicas. Incluso en Europa occidental est¨¢n a¨²n sobre el tapete temas como los del Pa¨ªs Vasco y Catalu?a, Valonia y Flandes, Irlanda y C¨®rcega. Algunos de estos lugares han sufrido hasta hace muy poco el terrorismo nacionalista (ETA, IRA, KLA). En todos ellos se oye a alg¨²n viejo nacionalista que dice: "?Por qu¨¦ debemos ser una minor¨ªa en vuestro pa¨ªs cuando vosotros podr¨ªais ser una minor¨ªa en el nuestro?". Pero la transformaci¨®n del kokoschka al modigliani est¨¢ muy avanzada. Y las presiones para que los nacionalistas ¨¦tnicos persigan sus fines por medios pac¨ªficos han aumentado, en parte gracias al desarrollo de organismos europeos como la UE, la OTAN, el Consejo de Europa y la OSCE.
Existen ciertas bases, pues, para confiar en que las guerras de los Balcanes de los a?os noventa fueran la ¨²ltima gran locura de violencia pol¨ªtica etnonacionalista que, en oleadas repartidas a lo largo de m¨¢s de 100 a?os, desmantelaron los restos del imperio otomano, el austroh¨²ngaro, el germ¨¢nico y, hasta cierto punto, incluso el ruso. Slobodan Milosevic fue el pol¨ªtico con m¨¢s responsabilidad personal por la locura balc¨¢nica, pero no fue el ¨²nico. La Croacia de Franjo Tudjman ha logrado salir librada con menos reproches de los que merece, m¨¢s o menos lo mismo que ocurri¨® con Austria tras 1945. Los bosnios musulmanes o posmusulmanes fueron, sin duda, las principales v¨ªctimas de la agresi¨®n serbia y croata, pero tampoco ellos fueron siempre los h¨¦roes inmaculados que preferir¨ªan creer sus partidarios extranjeros. Los albano-kosovares tambi¨¦n fueron v¨ªctimas, pero recurrieron (con ¨¦xito) a la violencia para defender su causa.
Nadie sugiere, por tanto, que Milosevic fuera el ¨²nico malo de la pel¨ªcula. Desde luego, no lo hace Carla del Ponte, la fiscal del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia -muchas veces llamado "el tribunal de La Haya"-, que habla sin pelos en la lengua. Uno de los ¨¦xitos de los ¨²ltimos meses fue lograr que Croacia entregara a su h¨¦roe de guerra y presunto criminal Ante Gotovina a La Haya, despu¨¦s de que la UE lo exigiera como requisito para avanzar hacia las negociaciones de ingreso en la Uni¨®n. Ahora, la UE tiene raz¨®n al imponer como condici¨®n a Serbia que localice y entregue a los l¨ªderes serbobosnios Radovan Karadzic y Ratko Mladic. Tambi¨¦n est¨¢n pendientes de juicio varios combatientes bosnio-musulmanes y kosovares.
Error en el megajuicio
El comportamiento del tribunal no ha sido perfecto, ni mucho menos. Con el beneficio que da el paso del tiempo, se ve que fue un error agrupar todos los cargos contra Milosevic en un solo megajuicio. Que hayan muerto ya cuatro serbios que estaban presos en La Haya y que Milosevic, al parecer, consumiera sustancias que no hab¨ªan recetado los m¨¦dicos aprobados por el tribunal, indican un relajo de la seguridad. Al mismo tiempo, resulta muy extra?o que Ramush Haradinaj, el antiguo dirigente del Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Kosovar y, durante un breve periodo, primer ministro de Kosovo, est¨¦ en libertad bajo fianza e incluso se le permita participar en la vida p¨²blica de Kosovo mientras se prepara su juicio por cr¨ªmenes de guerra. Da la impresi¨®n de que existe un doble rasero.
En general, resulta poco convincente que el tribunal de La Haya, que no se cre¨® hasta despu¨¦s de que ocurrieran algunas de las peores atrocidades en la antigua Yugoslavia, se est¨¦ ocupando de un solo pa¨ªs (desaparecido) y, al menos en parte, parezca aplicar la ley con efectos retroactivos, aunque siempre en funci¨®n de los principios del derecho humanitario internacional. Todo ello sirve para dar credibilidad a las acusaciones de "justicia pol¨ªtica" o "justicia de vencedores" que surgen siempre que se juzga a l¨ªderes pol¨ªticos derrocados, como en los casos de los dirigentes nazis en N¨²remberg, el l¨ªder comunista de Alemania oriental Erich Honecker, el dictador chileno Augusto Pinochet o, m¨¢s recientemente, Sadam Husein.
Un intento serio
No obstante, es un comienzo. Y ya disponemos de algo mejor, tambi¨¦n con sede en La Haya: el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY). Empez¨® a funcionar en 2002, y m¨¢s de 200 Estados han ratificado ya su estatuto, que abarca el genocidio, los cr¨ªmenes de guerra y los cr¨ªmenes contra la humanidad (el delito de agresi¨®n internacional quedar¨¢ incluido una vez que se haya definido con propiedad, un asunto que los abogados internacionalistas llevan tiempo intentando sin ¨¦xito). El TPY tiene un presidente canadiense, unos vicepresidentes de Ghana y Bolivia, y un fiscal jefe argentino. Est¨¢ investigando casos en Uganda, Congo y Darfur, y ha dictado sus primeros autos de detenci¨®n contra jefes del Ej¨¦rcito de Resistencia en el norte de Uganda. En resumen, se trata de un intento serio de responder a las acusaciones de dobles raseros y justicia pol¨ªtica y retroactiva mediante la creaci¨®n de un tribunal transparente, imparcial y aut¨¦nticamente internacional, que administre las leyes internacionales que est¨¢n clara y expl¨ªcitamente en vigor en el momento en el que se cometen los delitos.
El TPIY no carece de problemas. Su estatuto s¨®lo le permite actuar cuando los Estados "son incapaces o no est¨¢n dispuestos a realizar verdaderamente la investigaci¨®n o el procesamiento". Como consecuencia, Estados mafiosos como Sud¨¢n pueden pretender que est¨¢n dispuestos y son capaces de investigar cuando en realidad es mentira. Peor a¨²n, algunos de los pa¨ªses m¨¢s grandes y poderosos de la tierra no se han adherido y se aferran al viejo estilo de soberan¨ªa nacional. Entre los boicoteadores est¨¢n Rusia, China y EE UU. ?ste ha ido incluso un poco m¨¢s all¨¢. Ha presionado a varios Estados miembros del TPIY para que firmen acuerdos bilaterales de exclusi¨®n que protegen al personal estadounidense de posibles procesos. Es una verg¨¹enza que act¨²e as¨ª el pa¨ªs que m¨¢s ha contribuido, de todos los del mundo, a levantar el edificio del derecho internacional desde 1945.
El TPIY es el mejor tribunal internacional -el mejor que ha tenido el mundo- para abordar nuevos espantos como los de Milosevic, y debemos insistir ante EE UU para que sea fiel a sus mejores tradiciones. El Gobierno de Bush, desde luego, no lo va a ser. Pero Clinton firm¨® el tratado del TPIY en los ¨²ltimos d¨ªas de su presidencia, a pesar de que era plenamente consciente de que ni su sucesor ni el Congreso iban a ratificarlo. Tal vez la pr¨®xima Clinton (si es que Hillary llega a la presidencia) pueda intentarlo de nuevo.
?ste es el tribunal que en el futuro deber¨ªamos llamar "La Haya". Con ¨¦l, cualquier tirano debe saber que la soberan¨ªa nacional no le otorga el derecho a perpetrar las atrocidades que quiera dentro de las fronteras de su propio pa¨ªs. Hay unos l¨ªmites. Todo Macbeth de nuestros d¨ªas deber¨ªa tener un espectro de Banquo que le susurre: "Acu¨¦rdate de La Haya".
Traducci¨®n de M. L. Rodr¨ªguez Tapia
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