Un mundo en cambio, y nosotros a vueltas con el Estatuto
Vivimos una ¨¦poca de cambios r¨¢pidos, globales e irreversibles que van a modificar las condiciones de trabajo y de vida que hemos disfrutado a lo largo de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Durante un siglo cada generaci¨®n ha conseguido vivir mejor que la precedente. Pero ahora es probable que las generaciones j¨®venes (las nacidas despu¨¦s de los a?os setenta) acaben viviendo bastante peor que sus progenitores. Pero no s¨®lo ellas se ver¨¢n afectadas.
Hace unas semanas se?al¨¦ en estas mismas p¨¢ginas (EL PA?S, 10 de enero de 2006) que el elevado precio de la vivienda constituye de hecho un mecanismo que transfiere rentas desde los j¨®venes hacia los mayores, transferencia que va a continuar pr¨¢cticamente a lo largo de toda su vida, en la que permanecer¨¢n endeudados.
La reforma estatutaria ha sido el campo de batalla para disputar la lucha por la hegemon¨ªa pol¨ªtica y ver qui¨¦n concentra el poder pol¨ªtico en las pr¨®ximas dos generaciones
Los cambios que est¨¢n teniendo lugar en la ciencia, la tecnolog¨ªa y la econom¨ªa van a proyectar sobre nuestras vidas todo tipo de efectos. Los j¨®venes de los pa¨ªses desarrollados se est¨¢n viendo obligados a compartir empleo y salarios con los trabajadores de los pa¨ªses emergentes de Asia y Europa del Este. Desde hace cinco a?os, los salarios est¨¢n creciendo cada a?o a ritmo menor que el anterior. Es un fen¨®meno que afecta a todos los pa¨ªses desarrollados, relacionado con los cambios que trae la globalizaci¨®n. Y no ha hecho m¨¢s que empezar.
Aunque en nuestro caso la cosa es peor. Los salarios reales no s¨®lo no crecen, sino que han disminuido como consecuencia de la mayor inflaci¨®n. El salario medio real de los trabajadores catalanes era al final de 2005 igual que hace cinco a?os. Para agravar la situaci¨®n, el empleo del que proceden esos salarios es cada vez m¨¢s precario. Y lo que es peor: los j¨®venes de entre 16 y 25 pr¨¢cticamente no se han beneficiado del empleo creado en 2005. Y, por si no fuese suficiente, las perspectivas no mejoran: el empleo de los m¨¢s j¨®venes permanecer¨¢ estancado.
Pero los cambios que estamos viviendo no influyen s¨®lo en el futuro de los j¨®venes. Tambi¨¦n la generaci¨®n del baby-boom, la de los nacidos entre los a?os 1945 y 1960, se ve afectada. La causa en su caso es lo que est¨¢ ocurriendo con la demograf¨ªa. El aumento espectacular de la esperanza de vida va a ser un verdadero tsunami demogr¨¢fico, con consecuencias profundas y duraderas de diverso tipo: ?qu¨¦ van a hacer con esos 20 o 25 a?os de jubilados?, ?qui¨¦n pagar¨¢ sus pensiones?, ?c¨®mo van a utilizar su creciente influencia pol¨ªtica al ser cada vez m¨¢s numerosos?
Por otro lado, la generaci¨®n adulta, la de entre 35 y 65 a?os y que tiene los mejores empleos y salarios, est¨¢ viviendo tambi¨¦n bajo la ansiedad que significa la deslocalizaci¨®n de empresas o actividades econ¨®micas. Hasta ahora ese troceamiento de la cadena de valor de las empresas afectaba b¨¢sicamente a actividades intensivas en trabajo de baja cualificaci¨®n: los llamados "cuellos azules".
Pero las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y telecomunicaciones por sat¨¦lite permiten ahora a las empresas capturar ganancias de productividad de profesionales bien preparados de otros pa¨ªses. Por lo tanto, la deslocalizaci¨®n afectar¨¢ cada vez a los servicios y a profesiones liberales, es decir, a los "cuellos blancos". (Veo que Iberia ofrece como un beneficio a sus mejores clientes el que, en caso de enfermedad grave, puedan tener una segunda opini¨®n m¨¦dica con los mejores profesionales del mundo a trav¨¦s de consulta on line). M¨¦dicos, abogados, psic¨®logos, arquitectos y otros profesionales ver¨¢n cada vez m¨¢s amenazada su posici¨®n por la competencia de profesionales de otros pa¨ªses. La reciente directiva europea de liberalizaci¨®n de los servicios (directiva Bolkeinstein) acentuar¨¢ esa amenaza de deslocalizaci¨®n.
Podr¨ªa seguir con los ejemplos. Pero creo que son suficientes para poner de relieve los r¨¢pidos, intensos e irreversibles cambios que est¨¢n teniendo lugar a nuestro alrededor. Cambios que van a afectar profundamente a nuestras fuentes de trabajo y bienestar.
Y mientras tanto, nosotros a vueltas con el Estatuto.
Es posible que necesit¨¢semos un nuevo Estatuto. De hecho, los nuevos criterios de financiaci¨®n negociados con habilidad y buenos argumentos por el consejero Castells permitir¨¢n construir un modelo con m¨¢s capacidad y autonom¨ªa financiera. Pero lo que s¨ª es seguro es que necesitamos nuevas y mejores pol¨ªticas p¨²blicas para hacer frente a esos cambios. Sin embargo, tal como se ha desarrollado hasta ahora, la batalla del Estatuto tiene poco que ver con ese objetivo. Buenas pol¨ªticas se pod¨ªan hacer tambi¨¦n con el viejo Estatuto. Ejemplos tenemos en los ¨²ltimos a?os, como el control del d¨¦ficit, el plan de la energ¨ªa, el impulso a las infraestructuras y el plan nacional por la educaci¨®n.
En realidad la reforma estatutaria ha sido el campo de batalla escogido por Maragall, Carod Rovira y Saura, en el Pacto del Tinell, para la lucha por la hegemon¨ªa pol¨ªtica en Catalu?a, para ver qui¨¦n concentra el poder pol¨ªtico en las pr¨®ximas dos generaciones. Y el motivo escogido fue disputarles la bandera del nacionalismo a los nacionalistas. Ante tal reto, Artur Mas no ten¨ªa m¨¢s remedio que recoger el guante y elevar la apuesta, aunque fuese como simple recurso t¨¢ctico. Y ah¨ª les tenemos, como j¨®venes gladiadores luchando por la supervivencia y el favor del emperador, quien, por cierto, tambi¨¦n se juega mucho en el envite. Y como en la guerra todo vale, despu¨¦s de los golpes bajos, alianzas imprevistas y a?agazas, ahora veremos t¨¢cticas dilatorias. El objetivo, como digo, es el poder. Unos para mantenerlo. Otros para recuperarlo. Tanto en Catalu?a como en Madrid.
Pero mientras nuestros pol¨ªticos siguen enfrascados en sus batallas de poder, ese mundo en r¨¢pido e irreversible cambio seguir¨¢ ah¨ª, cada vez m¨¢s amenazante para todos nosotros, pero especialmente para las generaciones m¨¢s j¨®venes y para aquellos que han de jubilarse en los pr¨®ximos 10 o 20 a?os. El riesgo es que la prolongaci¨®n de la batalla estatutaria consuma fuerzas y energ¨ªa que son muy necesarias para afrontar esos cambios.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la Universidad de Barcelona.
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