El rey del caos
Un perro ladr¨® suavemente unos minutos antes de comenzar el esperado recital del tenor Rolando Villaz¨®n. Era tan surrealista escuchar ese sonido tan familiar en un lugar como el Real que a un aficionado le dio mal fario y vaticin¨® que algo especial iba a pasar. El perro, de los que acompa?an a los ciegos, estuvo desde entonces en un silencio absoluto.
La afici¨®n estaba mosqueada antes de empezar el espect¨¢culo y tom¨® el ladrido como una se?al de aviso de las fuerzas del destino. La afici¨®n estaba mosqueada porque supon¨ªa que Villaz¨®n ven¨ªa a comerse el mundo el d¨ªa de su presentaci¨®n en Madrid, y cuando se sent¨® y ley¨® el programa se encontr¨® que no hab¨ªa nada de bel canto, Verdi o Puccini y en su lugar estaban cosas tan sorprendentes como los Tres sonetos de Petrarca, de Liszt, o Estrellita, de Ponce.
Ciclo Grandes voces
Rolando Villaz¨®n, tenor, con Angel Rodr¨ªguez, piano. Obras de Obradors, Liszt-Tres sonetos de Petrarca-, canciones populares y arias de ¨®pera. Teatro Real, Madrid, 27 de marzo.
Dec¨ªan algunos enteradillos que el tenor se hab¨ªa puesto puntilloso y como era el ¨²nico de los cantantes de este ciclo que no dispon¨ªa de orquesta y solamente ten¨ªa un piano para los acompa?amientos, que iba a obrar en consecuencia y cantar canciones escritas para voz y piano, descartando las de voz y orquesta. Otros espectadores se lamentaban que esto no era un ciclo de Lied, sino de ¨®pera.
La recepci¨®n no fue c¨¢lida, pero para sorpresa o desconcierto de todos, Villaz¨®n y su simp¨¢tico pianista cubano comenzaron con un aria de I Lombardi alla prima crocciata, de Verdi. Algo les debi¨® llegar a los artistas del descontento previo, que Villaz¨®n, con su singular acento mexicano, se dirigi¨® al p¨²blico, dijo que estaba encantado con estar all¨ª y que hab¨ªa o¨ªdo que lo que m¨¢s les gustaba era la ¨®pera. "Pues, para eso estamos. Voy a hacer la primera parte del programa tal como est¨¢ y la segunda les canto ¨®pera hasta que las fuerzas me den". En unas frases hab¨ªa dado la vuelta a la situaci¨®n. Y, en efecto, se escuch¨® cantar Richard Strauss a lo Giuseppe Verdi, y se alcanz¨® el cl¨ªmax de la primera parte en, imag¨ªnense, Del cabello m¨¢s sutil, de Fernando Obradors. Ver para creer.
Villaz¨®n cumpli¨® su promesa y la segunda parte fue un recital de bises. Tiene una voz de gran hermosura, un fiato asombroso, emite con facilidad los agudos y, sobre todo, posee una energ¨ªa juvenil irresistible, una entrega admirable. Hubo momentos excelsos -E lucevan le stelle, de Tosca-, pero tambi¨¦n una sensaci¨®n de monoton¨ªa, de ¨¦xito f¨¢cil obtenido bajo el ropaje de alma latina. Y de la sala le gritaban "Viva M¨¦xico" y ¨¦l respond¨ªa "Viva Espa?a". El ¨¦xito fue delirante. Toda la noche fue un delirio, en realidad. De hallazgos y disparates.
Babelia
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