"Es vergonzoso que tengamos que vivir en estas condiciones"
Jos¨¦ Andreu Estems tiene 83 a?os y quiere ingresar en una residencia
Rosario muri¨® el pasado d¨ªa 22. Desde entonces, Jos¨¦ Andreu Estems, su marido, no ha salido de su domicilio. A sus 83 a?os est¨¢ completamente solo y no puede valerse por s¨ª mismo. Tiene serias dificultades para andar y cada vez le cuesta m¨¢s reconocer a la gente. Ayer sus vecinos estaban preocupados porque no daba se?ales de vida. Tras diversas llamadas telef¨®nicas e intentos desesperados para que abriera la puerta consiguieron dar con ¨¦l. Quiz¨¢ ma?ana no tengan tanta suerte.
Solo Isabel, una trabajadora del programa de ayuda a domicilio del Ayuntamiento, lleva un seguimiento diario de Andreu. Le dedica dos horas diarias, algo que es, a todas luces, insuficiente. Una gasa ensangrentada en la mesilla de noche de la habitaci¨®n de Andreu o una bandeja de frutas podridas y adheridas al recipiente dan cuenta del abandono en el que vive. A veces, si se hace sus necesidades encima cuando Isabel ya se ha ido tiene que esperar al d¨ªa siguiente para que lo limpien. "Esto no es una vida digna", afirma el concejal de EU Antonio Montalb¨¢n, quien consciente de la gravedad de la situaci¨®n ha solicitado en diversas ocasiones la intervenci¨®n de la concejal de Bienestar Social, Marta Torrado, para conseguir ingresarlo en una residencia, pues los 900 euros de pensi¨®n que cobra Andreu no son suficientes para pagar un centro privado. "El problema es que no hay suficientes plazas p¨²blicas pero esto es una emergencia", arguye Montalb¨¢n. En las 28 residencias que existen en Valencia ciudad s¨®lo hay alrededor de 250 plazas de car¨¢cter p¨²blico. La poblaci¨®n mayor de 60 a?os asciende a 176.771 personas.
"Quiero que nos ingresen en una residencia. Es vergonzoso que despu¨¦s de trabajar durante toda la vida tengamos que vivir en estas condiciones", afirmaba Andreu hace poco menos de un mes, cuando su mujer, inmovilizada de cintura para abajo, acababa de ingresar en el Hospital Cl¨ªnico de Valencia. Andreu acud¨ªa a visitar a Rosario cada ma?ana y volv¨ªa a casa por la noche. Necesitaba diez minutos para enfrentarse a los 18 empinados e impiadosos escalones que separan el portal de su domicilio de la puerta de su vivienda, en un viejo edificio en el barrio de El Cabanyal.
S¨®lo las muletas le permit¨ªan arrastrar su cuerpo hasta la calle para montarse en un taxi que lo llevara al hospital. Entonces, a¨²n merec¨ªa la pena bajar las escaleras: "Voy a hacer compa?¨ªa a mi esposa Rosario".
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