Honrar a De Sagarra
Algunos poetas tienen la suerte de encontrar al rapsoda que les hace justicia. Los m¨¢s privilegiados incluso consiguen m¨¢s de uno, como dicen que le ocurri¨® a Homero. Vicent Andr¨¦s Estell¨¦s tuvo a Ovidi Montllor, Jacques Pr¨¦vert a Serge Reggiani, Leopardi a Vittorio Gassman, Paul Verlaine a L¨¦o Ferr¨¦ y Josep Maria de Sagarra tiene, entre otros, al actor Llu¨ªs Soler (Manlleu, 1954). El martes al mediod¨ªa, la editorial La Campana mont¨® un recital en sus oficinas de la calle de Muntaner con motivo de la publicaci¨®n de El Comte Arnau, que incluye un CD con fragmentos recitados por Soler. El Comte Arnau es una superproducci¨®n en verso con un argumento que combina ¨¦pica aventurera, erotismo ad¨²ltero, amor demasiado humano, conflictos morales y un amplio abanico de emociones tan medievales como modernas. Para que se hagan una idea: es el t¨ªpico texto del que nos pasaremos a?os repitiendo que en un pa¨ªs normal se estudiar¨ªa y leer¨ªa en las escuelas, y nadie acabar¨ªa el bachillerato sin saber de memoria fragmentos enteros, y que, por consiguiente, confirma la anormalidad de nuestra endeble existencia cultural, tan poco dada a lo s¨®lido y tan propensa a la intermediaci¨®n burocr¨¢tica.
Minutos antes de iniciarse la lectura, Soler parece nervioso. Saluda cort¨¦smente a los que van llegando, comenta el inminente partido del Benfica contra el Bar?a y rechaza las copas de vino y los canap¨¦s que le ofrecen. Se le nota concentrado, rondando el atril sobre el que descansa la comprometida partitura que est¨¢ a punto de interpretar. Es un tocho de tapas de piel en el que Soler ha anotado, adem¨¢s del texto, m¨²ltiples indicaciones que le ayudar¨¢n en la lectura. Hay flechas laterales rojas y azules, subrayados que marcan determinados acentos de los hendecas¨ªlabos, avisos de cambio de registro, toda una se?alizaci¨®n minuciosamente estudiada. Entre el p¨²blico, adem¨¢s de los carpantas que vamos a gorrear el piscolabis haci¨¦ndonos pasar por cronistas, hay algunos distinguidos y notables sagarr¨®logos, como el hijo del poeta, Joan de Sagarra, Llu¨ªs Permanyer, Josep Maria Espin¨¤s y Carles Sent¨ªs, y sagarraf¨ªlicos m¨¢s o menos confesos, como Salvador Card¨²s, Miquel Pairol¨ª y Antoni Bassas. Antes de que Soler se lance al galope, Espin¨¤s recuerda los tiempos en los que se menospreciaba a De Sagarra y describe as¨ª el riguroso trabajo del actor: "Posa drets, amb tot el seu relleu, els personatges del mite, i d¨®na a cada paraula el color i la m¨¤gia del vers".
Es cierto. Desde el primer verso, queda claro que la cosa va en serio. La vocalizaci¨®n y el tono son los adecuados, y s¨®lo hay que dejarse llevar por un texto que contiene, como la mejor poes¨ªa, letra y m¨²sica. Soler no declama, no cae en el atajo aterciopelado ni en el trance artificial: pone todas sus voces al servicio de una historia torrencial. La corriente arrastra la narraci¨®n ¨¦pico-l¨ªrica, la respiraci¨®n dram¨¢tica, una emoci¨®n que expande la que estrat¨¦gicamente hab¨ªa previsto el poeta y una dicci¨®n que incluye momentos de dudas y de firmeza y de adaptaci¨®n del tono a los distintos personajes sin rozar siquiera la resultona ventriloqu¨ªa de mu?eco. Junto a la ventana, Joan de Sagarra escucha y mira. Est¨¢ serio, aparentemente impasible. Quien quiera interpretar sus sentimientos tendr¨¢ que traducir los mensajes de humo que lanza el Montecristo que sujeta entre los dedos. La voluta del puro que se dibuja en el aire se eleva, discreta, y a veces se interrumpe, como si contuviera la respiraci¨®n y quisiera dar todo el protagonismo a las idas y venidas de un Conde Arnau que, reencarnado en Soler, seduce y pelea, enga?a y convence, deslumbra y ama, vive y muere.
Si alguien todav¨ªa tiene dudas de que el catal¨¢n es una lengua extraordinaria como tantas otras, s¨®lo tiene que cerrar los ojos y saborear palabras como mestressa, grumoll, repics, terrossos.
El dominio del especialista es absoluto y tambien se refleja en el ep¨ªlogo de esta necesaria y feliz reedici¨®n, que escribe el propio Soler: "Hiatus, diftongs, triftong, contactes voc¨¤lics entre mots, accents, cesures, signes ortogr¨¤fics...; la ling¨¹¨ªstica i la m¨¨trica de bracet". Dicho as¨ª, los elementos de la poes¨ªa pueden sonar a as¨¦ptico informe forense, pero el detalle certifica un conocimiento te¨®rico de las entra?as que la pr¨¢ctica confirma. Al final hay aplausos, como es l¨®gico, y sinceras felicitaciones. Bassas destaca la facilidad con la que Soler pasa de la lectura al recitado sin que se note ninguna sutura en la voz. Joan de Sagarra sonr¨ªe. Y ahora s¨ª: Soler acepta la copa de vino, el jam¨®n, la anchoa y la croqueta, y empiezan a sonar los primeros tel¨¦fonos m¨®viles del p¨²blico. Mientras ha recitado, el silencio ha sido total; pero, ya puestos, no estar¨ªa mal comercializar un politono sagarriano que, en lugar de La cucaracha, El tercer hombre, El cant del Bar?a o Paquito Chocolatero, hiciera sonar la vibrante voz de Soler diciendo: "No tremoleu, senyora flor de menta,/ que ¨¦s bruta de tocar la vostra pell;/ us hem dut vora el foc, gossa calenta,/ perque pugueu mirar el vostre cadell".
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