Las paradojas de Augusta
El campo m¨¢s tradicional, m¨¢s conservador, se remoza y se alarga para tratar de hacer frente a las nuevas tecnolog¨ªas
Severiano Ballesteros no estar¨¢ hoy en Augusta. Se perder¨¢ esta noche una cena picante y de rechupete. En el men¨², fajitas, quesadillas, nachos, fr¨ªjoles, burritos y jalape?os. Comida mexicana pasada por el tamiz y la t¨¦cnica, dudosa -aman la grasa animal con locura, desde?an el aceite de oliva-, de los cocineros del Augusta National Golf Club.
Es la comida favorita, este a?o, del estadounidense Tiger Woods, quien oficia de anfitri¨®n por cuarta vez. Es la cena de los campeones, el tradicional ¨¢gape en el que s¨®lo disponen de plato y cubierto aquellos golfistas que tengan una chaqueta verde en el ropero, o sea aqu¨¦llos que hayan ganado alguna vez el Masters, el primer torneo grande de la temporada.
"La defensa a la que [el club] deber¨ªa aferrarse es la de los 'greenes':duros, r¨¢pidos, imposibles", considera Ballesteros
"Es rid¨ªculo, como si en el baloncesto subieran las canastas porque los jugadores son m¨¢s altos", opina Olaz¨¢bal
"?Bah! Total, ya habr¨¦ cenado 30 a?os en Augusta", explica, cierto desd¨¦n, tambi¨¦n cierta soberbia en su voz, Severiano Ballesteros, que, pese a su condici¨®n de invitado perpetuo como doble ganador, no participa en el Masters desde 2003 y no ha pasado el corte desde 1996, desde que ten¨ªa 39 a?os. "Y, adem¨¢s, yo s¨®lo volver¨¦ al Masters para jugar. No me gusta comentar. Y s¨®lo volver¨¦ a jugar cuando sepa que lo puedo hacer bien", a?ade.
"Pero... La tradici¨®n, las ganas de ver a los colegas, el placer que da estar en el Masters...".
Y Ballesteros, quien, para sentirse m¨¢s a gusto consigo mismo, confiesa que ha estado practicando ¨²ltimamente con drivers de madera, antiguos, de punto dulce m¨ªnimo, de casi imposible manejo para los golfistas de hoy en d¨ªa, le mira a uno de arriba abajo, como pregunt¨¢ndose de d¨®nde habr¨¢ salido este chalado, de qu¨¦ me habla usted, y prefiere callarse.
Sin embargo, tradici¨®n, costumbre, h¨¢bito, es sin¨®nimo de Augusta, del club reaccionario que alberga la primera cita anual del Grand Slam del golf. Es su bandera. Una bandera a la que se saca brillo todos los a?os, sin miedo a la repetici¨®n.
Al llegar a Augusta, todos los a?os se le pregunta a Jos¨¦ Mar¨ªa Olaz¨¢bal, 40 a?os, dos veces ganador de la chaqueta verde, qu¨¦ siente al enfilar Magnolia Lane, la calle flanqueada de magnolios que desemboca en el club. Se le pregunta que si est¨¢ emocionado. Se le exige que valore el brillo, el esplendor, de los capullos, de los macizos de azalea que adornan los hoyos m¨¢s vistosos. Es el orgullo de Augusta.
El silencio de Ballesteros dura poco. Basta con preguntarle si no cree que todos los cambios que ha emprendido Augusta en los ¨²ltimos a?os, todo el proceso de cambio del campo -desde 1997, desde el primer a?o en que Woods lo desnud¨®, el recorrido ha sido endurecido con rough, las calles han sido estrechadas con la plantaci¨®n de decenas de pinos y m¨¢s de la mitad de los hoyos han sido alargados, seis este invierno, con lo que un campo medio, que en 1997 med¨ªa 6.400 metros, se ha transformado en un campo largo y estrecho de 306 metros m¨¢s-, no es en el fondo una traici¨®n a la tradici¨®n tal y como han dejado ya caer los norteamericanos Arnold Palmer y Jack Nicklaus, dos de los tres dioses del golf creados en Augusta, para que Ballesteros recupere su ser sangu¨ªneo y se lance a hablar.
"S¨ª", dice Ballesteros; "ya s¨¦ que dicen en Augusta que es la ¨²nica manera de mantener el equilibrio del campo, la ¨²nica forma de adaptarlo a los nuevos tiempos, ¨¦stos en los que la tecnolog¨ªa aplicada a las bolas, al dise?o de los palos, a los nuevos materiales, y en los que la nueva raza de golfistas hace que todos sean atletas, bichos de gimnasio y m¨²sculo... Que los j¨®venes alcancen con el driver m¨¢s de 270 metros. Y que, adem¨¢s, con los drivers met¨¢licos, con el punto dulce tan gigantesco, lo hagan sin apenas posibilidad de error. Total, que, normalmente, les queda un segundo golpe para el blaster, para un palo con una cara de 60 grados que es como un juguete, que les permite f¨¢cilmente elevar la bola lo que quieran, darle el retroceso necesario para acercarla a la bandera. No, los j¨®venes de ahora no saben manejar los hierros largos. No los necesitan. Por eso la mejor defensa que ha tenido siempre Augusta, la defensa a la que se tiene que aferrar, es la de los greenes, los greenes r¨¢pidos, duros, imposibles. Es lo que marca la diferencia entre Augusta y el resto".
Evidentemente, Ballesteros sabe de qu¨¦ habla. Es, junto a Nicklaus y el tambi¨¦n estadounidense Tom Watson, de los pocos que ha ganado la chaqueta verde sobre las dos hierbas de los greenes de Augusta. En 1980 y 1983. Sobre la densa, irregular, mezcla de bermuda y rye, una hierba a la que la base arcillosa de los suelos de Georgia confer¨ªa caracter¨ªsticas diab¨®licas e imprevisibles, y sobre la bent grass, la hierba que se plant¨® en 1981, m¨¢s regular, m¨¢s corta, m¨¢s rala y, tambi¨¦n, m¨¢s dura.
Como tambi¨¦n sabe de qu¨¦ habla Olaz¨¢bal, un jugador que no se ha conformado con lamentar su suerte de pegador medio, de especie en v¨ªas de extinci¨®n, y que ha buscado v¨ªa gimnasio, los m¨²sculos necesarios para aumentar su longitud. "Pero es parad¨®jico que para proteger el campo de los pegadores alarguen m¨¢s la longitud, beneficiando as¨ª a los jugadores largos, precisamente, sobre los dem¨¢s", explica el ganador en 1994 y 1999; "es como si en el baloncesto dijeran que ahora hay jugadores muy altos y subieran m¨¢s arriba las canastas; rid¨ªculo".
Olaz¨¢bal, el hombre de los viernes -dos rondas de 64 golpes ha firmado este a?o en las segundas jornadas, tarjetas que le han permitido luchar por la victoria el fin de semana- estar¨¢ de nuevo en Augusta, como tambi¨¦n estar¨¢ Miguel ?ngel Jim¨¦nez, el impasible. Como estar¨¢ tambi¨¦n Sergio Garc¨ªa, que ya tiene 26 a?os y se dice m¨¢s maduro, el del look a lo Kevin Costner, con perilla y melenita; el jugador que quiere acabar con su ¨²ltima leyenda, la de los domingos negros. En ninguno de los cinco torneos que ha disputado este a?o en Estados Unidos ha logrado bajar de los 73 golpes en la ¨²ltima ronda, la decisiva. Si los jueves, el primer d¨ªa, su media es de 69,4, los domingos asciende hasta los 75.
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