El Villarreal alarga su sue?o
El equipo de Pellegrini, con un Riquelme imperial, cuaja el partido perfecto para eliminar al Inter
El Villarreal necesit¨® el partido perfecto para prorrogar su sue?o. Mastic¨® poco a poco, con una paciencia infinita, su manifiesta superioridad t¨¦cnica. Su mayor engranaje colectivo. La calidad insuperable de su m¨¢xima estrella, Riquelme, que anoche se confirm¨® como uno de los cinco mejores futbolistas del planeta. No hay nadie como ¨¦l para marcar los tiempos, esconder la pelota, desquiciar al contrario. As¨ª acab¨® el Inter, borrado en todas las l¨ªneas, ensuciado por la dureza de su central Materazzi, sin haber amenazado en toda la noche a Viera. Superado por este principiante de la Copa de Europa. Este imberbe que puso en pie, henchida de orgullo, a esta peque?a localidad castellonense. Para enmarcar la fiesta amarilla, el gol lo marc¨® Arruabarrena, que ya anot¨® ante el Rangers en los octavos, abonado, pues, a todas las citas hist¨®ricas. El Villarreal alarg¨® su milagro. Ya est¨¢ entre los cuatro grandes de Europa. Con todo merecimiento.
VILLARREAL 1 - INTER 0
Villarreal: Viera; Javi Venta, Quique ?lvarez, Pe?a, Arruabarrena; Tacchinardi, Senna, Sor¨ªn (Josico, m. 78); Riquelme; Jos¨¦ Mari (Guille Franco, m. 79) y Forl¨¢n (Calleja, m. 90).
Inter: Toldo; Javier Zanetti, Samuel, Materazzi, C¨®rdoba; Figo (Mihailovic, m. 75), Cambiasso, Ver¨®n (Julio Cruz, m. 85), Stankovic; Recoba (Martins, m. 56) y Adriano.
Gol: 1-0. M. 58. Falta sacada por Riquelme y Arruabarrena peina ante la salida de Toldo.
?rbitro: Kyros Vassaras (Grecia). Amonest¨® a Figo, Martins y Viera.
Lleno en el campo de El Madrigal: 22.000 espectadores, 1.000 de ellos aficionados del Inter. La eliminatoria finaliz¨® con el resultado global de 2-2. El Villarreal pas¨® a las semifinales por el valor doble del gol de Forl¨¢n en San Siro.
El Inter meti¨® el partido en una caja de zapatos. Se defendi¨® muy arriba y oblig¨® a que se jugara en una franja de 20 metros, territorio en el que se sienten c¨®modos los conjuntos italianos. El Villarreal, sin embargo, plant¨® muy firme su defensa, perfectamente coordinada, y fue imponiendo su f¨²tbol de seda a medida que se dilu¨ªa la tensi¨®n y se equilibraban las fuerzas. Riquelme fue un jugador superior a todos. M¨¢s que Ver¨®n y Cambiasso juntos, por si Peckerman ten¨ªa alguna duda. Y, claro, Ver¨®n no era el hombre m¨¢s feliz del mundo cuando termin¨® la primera parte. Primero pate¨® el bal¨®n al aire y despu¨¦s se fue a por Sor¨ªn, al que le calent¨® la oreja derecha con palabras no demasiado amables. Riquelme le hab¨ªa dado una lecci¨®n de toque, regate y, fundamentalmente, jerarqu¨ªa.
Adriano jug¨® m¨¢s con su cuerpo de boxeador que con sus pies de bailar¨ªn, se?al de que no estaba a gusto con el bal¨®n. Lo evitaron Pe?a y, sobre todo, Quique ?lvarez, un central extraordinariamente listo y elegante. Tambi¨¦n el an¨¢rquico Recoba, que puso de los nervios a sus compa?eros Figo y Ver¨®n, que no dudaron en abroncarlo p¨²blicamente. Tampoco Figo pudo con Arruabarrena y el mejor Senna le gan¨® la partida a Stankovic. En el Inter volvi¨® a brillar Il Capitano Zanetti, en plena forma, que conduc¨ªa y conduc¨ªa sin que nadie le arrebatara el bal¨®n. Ni siquiera Tacchinardi, que vio la tarjeta amarilla. Una roca llamada Zanetti.
Tanto miedo le ten¨ªa el Inter a Riquelme a bal¨®n parado que en los c¨®rners se defend¨ªa con sus 11 hombres dentro del ¨¢rea. Ni uno fuera esperando el contragolpe. Tan lejana esa idea de la del Bar?a, por ejemplo, que suele dejar en el exterior a tres de sus jugadores para el contraataque. Pero Mancini no. Meti¨® a todo su equipo atr¨¢s, lo que no impidi¨® que Tacchinardi cabeceara completamente solo al primer palo, tan solo que no se lo esperaba y envi¨® la pelota fuera. Pellegrini hab¨ªa trabajado la estrategia. En varias ocasiones roz¨® el gol el Villarreal, en casi todas con el peque?o y bravo Sor¨ªn como protagonista, molido a empujones por los dos centrales gigantes, Samuel o Materazzi. Algunos, dentro del ¨¢rea a pesar de que el ¨¢rbitro no lo advirtiera.
Mancini les ley¨® la cartilla a sus chicos en el descanso. Al menos, en lo referente a Riquelme: no deb¨ªa manejar la pelota con tanta libertad. As¨ª que Cambiasso lo derrib¨® a la primera ocasi¨®n. Y Figo, poco despu¨¦s, gan¨¢ndose la amarilla. Sin ning¨²n resultado. Riquelme segu¨ªa siendo el rey. Como se encarg¨® de demostrar precisamente en el saque de esa falta. Se apoy¨® en corto en Jos¨¦ Mari, en otra jugada ensayada, para enviar un centro precioso al coraz¨®n del ¨¢rea. All¨ª apareci¨® Arruabarrena, por supuesto, el hombre de los goles hist¨®ricos, para peinar con la coronilla, de espaldas a la porter¨ªa, a gol. Excelente cabeceador ha sido toda la vida este viejo lateral argentino sin ser especialmente alto ni potente. Uno de esos misterios del f¨²tbol.
Enloqueci¨® El Madrigal con el gol de su capit¨¢n y Forl¨¢n lanz¨® un trallazo que hizo volar a Toldo hacia su escuadra izquierda. Totalmente superado el conjunto de Mancini, el Villarreal apret¨® para sentenciar. Fue entonces cuando Materazzi sac¨® su vena pendenciera y le abri¨® la ceja izquierda a Sor¨ªn de un codazo espeluznante dentro del ¨¢rea mientras el ¨¢rbitro hac¨ªa como si miraba hacia otra parte. Sor¨ªn regres¨® con una venda en la cabeza, un ojo hinchado, y la idea entre ceja y ceja de cerrar el partido. Poco despu¨¦s lo supli¨® Pellegrini, pero ¨¦l no quer¨ªa irse. Quer¨ªa m¨¢s guerra. Lo mismo que Jos¨¦ Mari, un coloso cuando el choque se puso patas arriba y pudo aprovechar su velocidad. Desesperado, Mancini recurri¨® a su amigo Mihailovic en sustituci¨®n del desquiciado Figo. El serbio se puso de central y Zanetti pas¨® al centro del campo. Nada. La gloria anoche era de Riquelme, de Senna, de Arruabarrena, de Jos¨¦ Mari, de Sor¨ªn, de Pellegrini y de la maravillosa afici¨®n amarilla.
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