Gaza, en bancarrota
Sin fondos de la UE y con el bloqueo econ¨®mico israel¨ª, el nuevo Gobierno palestino se enfrenta a una situaci¨®n insostenible
Un pu?ado de hombres y mujeres, algunos pobres de solemnidad, aguardan a las puertas de la oficina del nuevo primer ministro palestino, el islamista Ismail Haniya. Aspiran a que sus peticiones lleguen a su despacho. En una peque?a sala de espera cuelga un cartel con un logotipo que reza: prohibidas las armas. Un funcionario comenta que "se han encontrado los despachos con las l¨ªneas telef¨®nicas cortadas". Las tres estampas resumen los muchos males que aquejan a los palestinos y la magnitud del desaf¨ªo que afronta el nuevo Gobierno dirigido por el movimiento Ham¨¢s.
La pobreza extrema, la inseguridad, la superpoblaci¨®n (cerca de 1,3 millones de palestinos viven hacinados en un territorio de 365 kil¨®metros cuadrados) y la corrupci¨®n desmedida durante una d¨¦cada han contribuido a una situaci¨®n que se aproxima al colapso. Las culpas del anterior Ejecutivo son flagrantes, pero la causa principal de esta peligrosa deriva es el constante asedio a la econom¨ªa palestina que el Gobierno israel¨ª impone desde que estall¨® la segunda Intifada hace un lustro. Es un cerco que no deja de estrecharse y que ha sumido al territorio en una bancarrota.
Tanto Naciones Unidas como el Banco Mundial llevan meses advirtiendo de que un corte de las ayudas financieras de la Uni¨®n Europea supondr¨ªa un desastre absoluto para la poblaci¨®n palestina. Y ese corte ya se ha producido.
Retumba el bombardeo del Ej¨¦rcito israel¨ª en la ciudad de Gaza, un estruendo que no inmuta a los palestinos adultos, acostumbrados al sonido de la artiller¨ªa enemiga. El tr¨¢fico, habitualmente ca¨®tico en las calles de la capital, fluye estos d¨ªas como la seda. Demasiado silencioso para una ciudad palestina. Issam Buhaisi, profesor de la Universidad Isl¨¢mica, es lac¨®nico en la explicaci¨®n: "La gasolina est¨¢ por encima del euro el litro. En el campo econ¨®mico hemos cambiado a peor desde la evacuaci¨®n de los israel¨ªes en agosto. El precio de la leche es de seis shequels por litro [1,1 euro]. M¨¢s caro que en Espa?a". Las tiendas, sin compradores; los restaurantes, sin comensales; los hoteles, sin clientela, y los cooperantes, apenas visibles. ?ste es el panorama cotidiano.
Nigel Roberts, antiguo jefe del Banco Mundial en Gaza y en Cisjordania, vaticin¨® en agosto de 2005 un desmoronamiento total de la franja si no cambiaba la tendencia despu¨¦s de la retirada israel¨ª. Y esta tendencia no ha cambiado.
"Durante la campa?a electoral, los israel¨ªes mantuvieron cerradas las fronteras. S¨®lo permitieron la entrada de pl¨¢tanos, manzanas... Lo que ellos exportan. Pero nada de trigo. Durante una semana escase¨® el pan", afirma Buhaisi. Las colas ante tiendas y bancos, un fen¨®meno que despert¨® hace dos a?os, crecen cada d¨ªa. Antes pod¨ªan esperar los asalariados que cobran de promedio 350 euros mensuales. Ahora, no. Y eso los que tienen la fortuna de trabajar. "Si se utiliza el baremo de que desempleado es aquel cuyo sueldo no le alcanza para comer, el 70% de la poblaci¨®n activa de Gaza sufre el paro", explica Buhaisi. Los cajeros estar¨¢n atestados cuando en los pr¨®ximos d¨ªas pretendan cobrar los 70.000 funcionarios de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que constituyen el 37% de las personas con trabajo en la franja de Gaza. Para los peque?os empresarios, comerciantes y agricultores, el futuro es si cabe menos previsible.
La terminal de mercanc¨ªas de Karni sigue clausurada desde hace 10 d¨ªas a cal y canto por el Gobierno israel¨ª. Es una constante desde enero. Abre a cuentagotas. "Hace un mes que los f¨¢rmacos e instrumentos m¨¦dicos est¨¢n retenidos en Karni", cuenta el empresario Rafik, propietario de la compa?¨ªa Zant. Mohamed trabaja en Hammad Textil y no ha cobrado desde hace un mes. La ropa que cosen los 30 empleados de su f¨¢brica permanece anclada en el cruce fronterizo con destino a Israel.
Tampoco reciben el g¨¦nero para continuar su trabajo. Amal es una mujer del campo de refugiados de Yabalia que esper¨® seis meses para poder comprar la lavadora que vio en un escaparate. Su marido adquiri¨® las baldosas para un piso reci¨¦n comprado. El material aguarda en la aduana.
Ante la imposibilidad de vender en el exterior, las frutas, verduras y legumbres han ca¨ªdo a precio de saldo. Por si faltara algo, la gripe aviar ha volado ya a la franja de Gaza, y tampoco se come pollo. Pero todo es susceptible de empeorar con la suspensi¨®n de las aportaciones de la Uni¨®n Europea.
Ayman Alminaui, trabajador de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados palestinos (UNRWA), apunta los devastadores efectos del corte de esos fondos. "La renta per c¨¢pita", afirma, "est¨¢ por encima del producto interior bruto per c¨¢pita gracias a las ayudas. Si se eliminan puede aparecer el hambre muy pronto". El comisionado general de UNRWA, Karen Koning Abu Zaid, se?al¨® el lunes: "Veinticinco mil familias van a sumarse a la lista de perceptores de alimentos".
No es problema para los antiguos gerifaltes de la ANP. En Al Zahraa, un pueblo al sur de la ciudad de Gaza, los magnates enriquecidos por monopolios dise?ados desde el Gobierno levantan mansiones frente a bloques de viviendas miserables, apenas amuebladas. Muchas familias han vendido los enseres para sobrevivir.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.