El camale¨®n insaciable
Berlusconi cambia constantemente el lenguaje y la puesta en escena. Con ¨¦l nunca se sabe d¨®nde acaba el teatro y comienza la realidad
El jueves, Silvio Berlusconi convoc¨® a la prensa en palacio Chigi, sede de la presidencia del Gobierno, para lanzar grav¨ªsimas acusaciones contra los jueces, la prensa, la banca y las grandes empresas. Tenso, con el rostro abotargado, lleg¨® a pedir la presencia de observadores de la ONU en las elecciones italianas para impedir que "los comunistas" manipularan las urnas. La imagen amenazante de Berlusconi dio la vuelta al mundo. En cuanto las c¨¢maras se apagaron, Il Cavaliere volvi¨® a ser un tipo chistoso, sonriente y seguro de s¨ª mismo, feliz por lo bien que hab¨ªa desempe?ado, durante media hora, su papel de Orlando furioso. Con Berlusconi ocurren esas cosas. Nunca se sabe d¨®nde acaba el teatro y comienza la realidad.
"La pel¨ªcula que lo retrata la firma Woody Allen y se llama 'Zelig", dice Veronica Berlusconi
Desde que lleg¨® al poder controla el 87% de las emisiones televisivas en Italia
S¨®lo una cosa es segura: Silvio Berlusconi, nacido en Mil¨¢n el 29 de septiembre de 1936, hijo de empleado bancario y ama de casa, millonario desde los 30 a?os, casado por dos veces y padre de cinco hijos, necesita gustar de forma compulsiva. Se considera un ser excepcional, un "ungido por Dios" (la expresi¨®n es suya), pero necesita que los dem¨¢s se lo recuerden.
Querr¨ªa seducir incluso a sus enemigos. El otro d¨ªa, tras ver la pel¨ªcula El caim¨¢n, su esposa Veronica coment¨® que el perfil berlusconiano trazado por Nanni Moretti no se ajustaba a la realidad. "La que retrata a Berlusconi", dijo, "ya existe; la firma Woody Allen y se llama Zelig". Berlusconi, en efecto, tiene mucho de Zelig, el personaje camale¨®nico que se transforma en su interlocutor. A Il Cavaliere no debi¨® entusiasmarle la sinceridad de su esposa, porque al d¨ªa siguiente la corrigi¨®: "Veronica no quer¨ªa compararme al personaje de Woody Allen; s¨®lo quer¨ªa decir que me entiendo con la gente".
Su capacidad para comunicar resulta evidente. Y para vender. Mil¨¢n rebosaba de promotores inmobiliarios en los setenta y todos, o casi todos, se hicieron ricos. Uno, Berlusconi, se convirti¨® en un magnate de fabulosa fortuna, porque mientras los dem¨¢s vend¨ªan pisos de uno en uno, ¨¦l vend¨ªa a miles. Su urbanizaci¨®n Milano 2 (financiada con fondos procedentes de un misterioso holding suizo) contaba con 4.000 viviendas y cost¨® lo suyo encontrar compradores. A Berlusconi se le ocurri¨® crear un canal de televisi¨®n privado para los residentes en la urbanizaci¨®n, y con el tiempo, y la ayuda del todopoderoso presidente del Gobierno Bettino Craxi, ese canal de circuito interno acab¨® convirti¨¦ndose en Canale 5, la principal emisora de televisi¨®n italiana. ?sas son otras dos caracter¨ªsticas de Berlusconi: buen olfato para adivinar las tendencias y ganarse el favor de las personas que le son necesarias.
La amistad con Craxi le cost¨® un dineral, ya que durante a?os fue el principal financiador del Partido Socialista, epicentro de la corrupci¨®n que a principios de los noventa desbord¨® sobre la opini¨®n p¨²blica y arras¨® el viejo sistema partitocr¨¢tico de la Primera Rep¨²blica. Berlusconi, por supuesto, sali¨® con bien de la masiva redada conocida como Manos Limpias. ?se es otro rasgo berlusconiano: sobrevive siempre a todo. Ha sido juzgado 12 veces por corrupci¨®n, fraude fiscal, falsificaci¨®n de balances y cooperaci¨®n con la mafia, y todas las sentencias le han declarado inocente o, con m¨¢s frecuencia, han considerado prescritos los delitos.
Quien le admira, lo hace porque Il Cavaliere ha roto los c¨®digos tradicionales de la pol¨ªtica italiana y ha introducido un lenguaje, llano, vulgar a veces, pero siempre comprensible. Tambi¨¦n se le puede admirar por haber creado a pulso un sistema bipartidista, por haber salvado de s¨ª misma a la derecha, por haber obligado a la izquierda a desplazarse hacia el centro, por haber hecho so?ar a millones de personas con una Italia moderna, rica, americana. Quien le odia, lo hace porque Berlusconi es un mentiroso compulsivo, un gigantesco factor de manipulaci¨®n (desde que lleg¨® al poder controla, entre cadenas propias y cadenas p¨²blicas, el 87% de las emisiones televisivas), un estadista que se hace leyes a medida para escapar a la justicia, un patr¨®n para el que los ciudadanos son clientes.
Se le odia o se le admira. Berlusconi no deja indiferente a nadie.
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