Escaramuza en Liliput
Cuando cumpli¨® ochenta a?os, Fernando de Szyszlo, el mayor artista peruano vivo y el m¨¢s conocido y prestigiado fuera del Per¨², recibi¨® sin n¨²mero de homenajes de sus compatriotas, que le reconoc¨ªan toda una vida de entrega a la creaci¨®n y de compromiso con la cultura en su pa¨ªs. ?Qu¨¦ ha ocurrido para que apenas ocho meses despu¨¦s decenas de pintores y escultores peruanos firmen manifiestos contra ¨¦l y lo crucifiquen en entrevistas que a menudo disimulan apenas la hostilidad y la vindicta personal?
Pues ha pasado que los miembros de la directiva del Instituto de Arte Contempor¨¢neo -proyecto privado en gestaci¨®n- hicieron saber que el futuro museo llevar¨ªa el nombre de Fernando de Szyszlo. Las acusaciones comprenden un vasto registro: vanidad, egolatr¨ªa, conspiraci¨®n de una elite olig¨¢rquica para privilegiar a "su pintor", acto de menosprecio contra el resto de los artistas nacionales, y paro de contar. Un interesante episodio para reflexionar sobre el gran arte, la cultura de campanario y las peque?eces humanas.
El Instituto de Arte Contempor¨¢neo naci¨® en los a?os cincuenta, por iniciativa de un grupo de aficionados al arte, sin el menor apoyo oficial, y gracias a ¨¦l los peruanos pudieron conocer a buen n¨²mero de artistas latinoamericanos y europeos que expusieron en su peque?a y c¨¢lida galer¨ªa del Jir¨®n Oco?a, en el centro de Lima. Yo la recuerdo bien, siempre pasaba por all¨ª a echar un vistazo en mis a?os universitarios, cuando la dirig¨ªa Sebasti¨¢n Salazar Bondy. El IAC fue la puerta de entrada de los movimientos y escuelas de vanguardia a ese pa¨ªs embotellado que era el Per¨², culturalmente hablando. Por eso mismo, el IAC fue una de las v¨ªctimas de la dictadura militar del general Velasco Alvarado y debi¨® cerrar sus puertas. Su valiosa pinacoteca s¨®lo ha podido ser parcialmente exhibida desde entonces.
Un peque?o grupo de entusiastas lleva a?os tratando de resucitarlo, haciendo toda clase de esfuerzos, para construir un local propio. Hay que decir que Szyszlo es una de las personas que m¨¢s entusiasmo y tiempo ha dedicado a este empe?o, que, por desgracia, ha tenido muy escaso apoyo de parte de las empresas e instituciones de la sociedad civil y, en lo que concierne al Estado, cuando no total indiferencia, franca hostilidad.
Hace algunos a?os el IAC realiz¨® una subasta para reunir fondos, de pinturas y esculturas donadas por muchos artistas peruanos y extranjeros. Buen n¨²mero de los objetores a que el museo lleve el nombre de Szyszlo alegan que ellos donaron obras para aquella subasta y que nunca recibieron informaci¨®n sobre la venta y la manera como se invirti¨® lo obtenido. En eso, sin duda, les asiste la raz¨®n y es necesario que los directivos del IAC suministren cuanto antes la explicaci¨®n correspondiente. Tengo entendido que en aquella subasta se obtuvo algo m¨¢s de 600.000 d¨®lares y que con ese dinero se ha construido el esqueleto del futuro museo en un terreno que cedi¨® para tal fin la municipalidad de Barranco. Pero, desde entonces, los directivos del IAC no han podido reunir el dinero que falta para terminar la obra, antes de que se cumpla el plazo en que se comprometieron a inaugurar el local.
Aqu¨ª mi historia se interrumpe, para contar otra historia (ambas se juntar¨¢n m¨¢s tarde, como en las novelas) que comienza con el viaje de un importante economista. Estuvo en M¨¦xico y visit¨® el Museo Tamayo. En Venezuela, y conoci¨® el Museo dedicado a Soto. En Colombia lo deslumbr¨® el dedicado a Botero. Y lo mismo le ocurri¨® en Quito con el de Guayasam¨ªn. Se pregunt¨® entonces: "?Por qu¨¦ no existe un Museo Szyszlo en el Per¨²?". Apenas regres¨® a Lima, reuni¨® a unos amigos y les propuso crear un patronato para reunir fondos destinados a la construcci¨®n de un museo que expusiera la obra del gran pintor peruano. La idea fue apoyada con entusiasmo. Hombres ejecutivos, asesorados por excelentes arquitectos, de inmediato buscaron y encontraron una antigua casa de Barranco apropiada para tal fin. Fernando de Szyszlo se enter¨® de todo esto sorprendido, pues nunca se le hab¨ªa pasado por la cabeza la idea de un museo dedicado a ¨¦l. Y ofreci¨® donar una importante muestra de su obra a la nueva instituci¨®n.
Aqu¨ª entro yo en la historia, porque, conociendo mi vieja amistad con Szyszlo, los directivos del IAC me llamaron para pedirme que los ayudara en una gesti¨®n que acababa de ocurr¨ªrseles para salvar el proyecto del IAC, que, debido a la falta de recursos, pod¨ªa colapsar: proponer a Szyszlo que, a su vez, pro-
pusiera a los empresarios que trabajaban en el proyecto del museo dedicado a su obra que fundieran ambas iniciativas en una sola y dedicaran todos los recursos a terminar el Museo de Arte Contempor¨¢neo, el que, por ello mismo, llevar¨ªa el nombre del pintor al que quer¨ªan homenajear.
Hago mea culpa: fui una de las personas que anim¨® a Szyszlo a aceptar dicha propuesta, y ¨¦l, que es un hombre generoso y que ama a su pa¨ªs, accedi¨®, para que el Per¨² tuviera por fin un Museo de Arte Moderno. En estos d¨ªas, leyendo los improperios que llueven sobre ¨¦l, me digo una vez m¨¢s que nadie sabe para qui¨¦n trabaja: queriendo promover una iniciativa que favoreciera sobre todo a los artistas y aficionados al arte del Per¨², terminamos llevando a un pintor que admiramos y queremos al pared¨®n, y facilitando a todos los que no le perdonan que sea un artista original y fecundo, que exponga tanto en el Per¨² y en el extranjero, y que sus cuadros enriquezcan tantos museos y colecciones particulares, un excelente pretexto para hacerle pagar caro su talento y su fama.
La envidia que el gigante despierta entre los pigmeos es perfectamente comprensible y, hasta cierto punto, leg¨ªtima. ?C¨®mo no odiar¨ªan a alguien que los hace conscientes de su propio fracaso, de su escaso vuelo, acaso de las injusticias que les cerraron a ellos las puertas y oportunidades de triunfar? Lo que nunca he acabado de entender es que la envidia haga presa tambi¨¦n de quienes tienen talento y ¨¦xito. ?Acaso el ¨¦xito de un artista impide el de otros? En el arte, como en la literatura, el ¨¦xito de un colega debe entusiasmarnos, porque un cuadro o un libro no es un producto manufacturado que al triunfar en el mercado derrota a sus competidores. Por el contrario: un objeto cultural crea adicci¨®n y aumenta el mercado, obra por la difusi¨®n y el ¨¦xito de los otros. Entre los firmantes de los manifiestos y diatribas contra Szyszlo hay artistas reconocidos internacionalmente, que gozan de prestigio y venden sus obras a altos precios a clientes que se las disputan. ?Qu¨¦ da?o les ha hecho ese pintor que, m¨¢s bien, los ha ayudado, permitiendo que la pintura peruana cruce las fronteras dentro de las que viv¨ªa confinada?
Tal vez la explicaci¨®n est¨¦ en el dicho: "Pueblo peque?o, infierno grande". El Per¨² no es nada peque?o, su territorio es tres veces el de Espa?a y su poblaci¨®n se va acercando a los treinta millones. Pero en el ¨¢mbito de la cultura es todav¨ªa Liliput. Y los creadores de cualquier g¨¦nero viven aqu¨ª con un irremediable sentimiento de encierro y marginalidad, de asfixia, lo que exacerba las rivalidades, las guerras intestinas, los odios y emulaciones fratricidas. Y la permanente sospecha de que en este peque?o ¨¢mbito no hay espacio m¨¢s que para uno solo, que si alguien tiene ¨¦xito desaparece a los dem¨¢s. "Tener ¨¦xito" en un contexto as¨ª significa arrostrar la furia y la enemistad de los colegas. No es extra?o, por eso, que tantos escritores y artistas j¨®venes sue?en con escapar de esa opresiva trampa y exiliarse a lugares donde crear sea una experiencia m¨¢s exaltante, menos castradora y s¨®rdida. Yo fui uno de ellos. Desde mi adolescencia estuve absolutamente seguro de que si no escapaba, mi vocaci¨®n ser¨ªa derrotada por esa "madrastra de sus hijos", como llam¨® a nuestro pa¨ªs el Inca Garcilaso de la Vega.
Szyszlo nunca crey¨® ni acept¨® esto. Para ¨¦l, crear, pintar, fue siempre inseparable de vivir y luchar aqu¨ª, tratar de sacar al Per¨² de la provincia y el campanario, abrirlo a la modernidad y al intercambio con los grandes centros de la cultura. Y por eso siempre volvi¨® del extranjero a su tierra a seguir dando una batalla c¨ªvica y cultural, a la vez que constru¨ªa su propia obra, rigurosa, ambiciosa y original.
?C¨®mo terminar¨¢ esta escaramuza? En el largo plazo, no me cabe duda alguna. En lo inmediato, me temo que los liliputienses terminen derribando a Gulliver.
? Mario Vargas Llosa, 2006. ? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario EL PA?S, SL, 2006.
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