La memoria tambi¨¦n ladra
Sucedi¨® en Varese, esa ciudad lombarda vecina a un lago hermoso rodeado de fronda y ara?ado por embarcaderos, casas de comida y toda suerte de establecimientos de recreo. En oto?o de 1982 lleg¨® a ella el equipo israel¨ª de baloncesto para disputar un partido con la selecci¨®n italiana. Al avance del marcador visitante los asistentes se alzaron y vocearon a coro un deseo: Dieci, cento, mille Mauthausen... Los gritos no cesaron hasta el fin del encuentro. En los d¨ªas siguientes Primo Levi declar¨® que lo sucedido en Varese expresaba "un hecho consolador: el neo-nazismo o el neo-antisemitismo parece inclinado a encontrar sus nuevos reclutas entre los imb¨¦ciles". Levi se equivoc¨® ese d¨ªa. Se hallaba desconcertado por los hechos y resolvi¨® el tema parapetado en el burladero del desprecio, un mal asunto. Desde junio, la atm¨®sfera pol¨ªtica italiana se hallaba envenenada por la ocupaci¨®n del L¨ªbano. El manifiesto que hab¨ªan firmado distintos intelectuales italianos -Levi entre ellos- contra la operaci¨®n militar de Israel era -y es a¨²n hoy- una carta sensata, repleta de los matices necesarios que requieren los conflictos complejos, pero naufrag¨® en el oc¨¦ano turbulento alzado por dirigentes pol¨ªticos y periodistas que usaban sin escr¨²pulo hist¨®rico ni ¨¦tico palabras como genocidio, holocausto, exterminio o racismo. La presi¨®n medi¨¢tica dio resultados emponzo?ados que se manifestaron en acciones como la acontecida en Varese, o en la rotulaci¨®n nocturna de tumbas con expresiones hirientes.
Sucedi¨® en Madrid el pasado 25 de febrero y en una manifestaci¨®n convocada por la Asociaci¨®n de V¨ªctimas del Terrorismo. Voces festivas emitieron a coro un deseo s¨®rdido: "Zapatero vete con tu abuelo", frase con antecedentes inmediatos en la expresi¨®n lanzada en el Congreso por el diputado popular Mart¨ªnez Pujalte mientras interven¨ªa el presidente del Gobierno en el hemiciclo. "Ya saca a pasear al abuelo", espet¨®. Apenas una semana m¨¢s tarde, Mariano Rajoy declaraba ante la Convenci¨®n de los populares que su partido "ni mirar¨¢ hacia atr¨¢s, ni hablar¨¢ de Franco", y Fraga Iribarne entregaba al mismo foro alborozado una frase para escribir en m¨¢rmol: "Ya tenemos un pasado". Se refer¨ªa a un pasado que comenzaba en los a?os de transici¨®n, por supuesto. Revisitar con mirada cr¨ªtica otro pasado no es un ejercicio para el que est¨¦n dotados los populares, pese a que la experiencia hist¨®rica y cultural m¨¢s densa de la derecha espa?ola se halle en la dictadura de Franco.
La frase del 25 de febrero, y las declaraciones de los l¨ªderes de la oposici¨®n conservadora, son estupendas para comprender el punto en que se halla la continua demanda de actuaciones de reparaci¨®n y memoria. A fin de cuentas esos dirigentes est¨¢n emitiendo declaraciones que, por su reiteraci¨®n en los ¨²ltimos meses, expresan la incorporaci¨®n del tema en la agenda pol¨ªtica de la derecha, aunque s¨®lo sea para impedir que los gobiernos de los distintos niveles de la administraci¨®n desarrollen actuaciones que a corto o medio plazo construyan y ejerzan una pol¨ªtica p¨²blica de restituci¨®n y memoria. Y esa incorporaci¨®n al temario pol¨ªtico revela que las vindicaciones y actuaciones de recuperaci¨®n memorial han salido de la marginalidad a que estaban sometidas, y eso bien puede considerarse un ¨¦xito de quienes han intervenido, desde ¨¢mbitos dispares, para que este pa¨ªs reconozca donde se hallan las bases ¨¦ticas de su atormentada tradici¨®n democr¨¢tica y las incorpore a su identidad. Si bien las gentes que hicieron emerger tales vindicaciones supongo que pertenecen ya a la masa creciente de "resentidos que ladran su odio por las esquinas", seg¨²n precis¨® el anterior presidente del Gobierno con su verbo habitual, impagable y sombr¨ªo.
La constancia de esas peticiones de memoria y reparaci¨®n, su intensidad, llev¨® al actual Gobierno de Espa?a a la creaci¨®n de aquella Comisi¨®n Interministerial comprometida en proponer una ley que siempre est¨¢ a punto de llegar y nunca aparece. Hay quien cuenta que tanta cautela temporal se debe al temor de abrir un nuevo frente de conflicto con los populares. Que no teman ni la Comisi¨®n ni el Gobierno. Primero porque el conflicto ya est¨¢ ah¨ª y de sabios es reconocer lo que hay. Segundo, porque decida lo que decida el Gobierno la bronca popular est¨¢ servida siempre y en cualquier caso. Mejor que hagan la ley y a ver c¨®mo sale. No s¨¦, quiz¨¢ sea la base para construir una pol¨ªtica p¨²blica de la memoria, o quiz¨¢ sirva para destruir el falso dilema entre la necesidad de olvidar o recordar. Digo falso, porque el "deber de memoria" no existe, como no existe tampoco el de olvido. Se trata de algo muy distinto. Se trata de reconocer y asumir que el conocimiento de la dictadura y la represi¨®n, el conocimiento de los esfuerzos para establecer el marco de convivencia democr¨¢tica actual, constituye un derecho civil que la Administraci¨®n debe garantizar y gestionar.
Una pol¨ªtica p¨²blica de la memoria democr¨¢tica no significa que los Gobiernos construyan una historia oficial. ?se es un resquemor transformado en agresi¨®n que tan s¨®lo procede de una derecha harta de fabricar verdades oficiales por todos los medios.
En realidad, una pol¨ªtica p¨²blica de la memoria consiste en la combinaci¨®n de tres elementos: un objetivo, un programa y un instrumento. Su objetivo es asumir como patrimonio de la naci¨®n los esfuerzos que han permitido establecer aquellos valores que vertebran las pautas de convivencia democr¨¢tica de nuestra sociedad actual, y garantizar con una ley la preservaci¨®n de ese patrimonio, material e inmaterial. Su programa es garantizar actuaciones destinadas a difundir ese patrimonio y estimular en los ciudadanos inter¨¦s por conocerlo desde las necesidades y retos del presente. Su instrumento es una instituci¨®n que garantice la ejecuci¨®n de ese programa, y que en Catalu?a, si el Parlamento lo aprueba, ser¨¢ el Memorial Democr¨¢tico, una instituci¨®n concebida no como un museo ni un archivo, sino como ¨¢gora de encuentro y observatorio sobre la responsabilidad pol¨ªtica y moral de la ciudadan¨ªa, ubicado en un espacio propio, para ejercer tambi¨¦n la necesaria funci¨®n conmemorativa hacia quienes se esforzaron por construir la democracia y hacer imposible la pervivencia de aquella dictadura que tanto devalu¨® la vida de los ciudadanos.
Sin embargo, los deseos buenos, las iniciativas crecientes, los gui?os y actuaciones que proceden de distintas administraciones y que podr¨ªan construir una pol¨ªtica p¨²blica de reparaci¨®n y memoria, cruzar¨¢n en breve una prueba sobre el calado de sus intenciones. Me pregunto si los Gobiernos -del Estado o de Catalu?a, Andaluc¨ªa, Extremadura, Galicia o Euskadi, o de distintos municipios- realizar¨¢n la conmemoraci¨®n oficial y solemne que requiere el 75 aniversario de la Rep¨²blica. Lo requiere, porque conmemorar aquella rep¨²blica -con sus errores- no es un revivir nost¨¢lgico. Izar aquella bandera, no es izar la rep¨²blica como forma de gobierno, sino establecer donde se halla la identidad ¨¦tica de nuestra democracia. ?sa es la importancia y ¨¦se es el temor.
Ricard Vinyes es historiador.
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