La pesadilla 'deber¨ªa' acabar
La pesadilla deber¨ªa haberse terminado. Utilizo el condicional porque, a d¨ªa de hoy, d¨ªa de Pascua, Silvio Berlusconi todav¨ªa no ha reconocido su derrota. Por el contrario, sigue hablando de fraude y declara que espera que el recuento final reconozca su victoria. O bien, de forma contradictoria, habla de victoria moral, de un pa¨ªs dividido en dos, de la necesidad de un Gobierno de gran coalici¨®n. En definitiva, alterna la t¨¢ctica del palo y la zanahoria, como si el dominus de la situaci¨®n siguiera siendo ¨¦l. Se comporta de este modo porque puede permit¨ªrselo. Porque, en efecto, el dominus sigue siendo ¨¦l y seguir¨¢ si¨¦ndolo hasta que no se hayan resuelto las anomal¨ªas que convierten hoy a Italia, desde un punto de vista liberal cl¨¢sico, en una no-democracia. De hecho, en una democracia liberal prima la divisi¨®n de poderes. La autonom¨ªa rec¨ªproca y el rec¨ªproco equilibrio de poderes entre las diversas esferas. La democracia liberal es un sistema de autonom¨ªas que impide a los poderes "hacer bloque", "hacer establishment", ya que supondr¨ªa un riesgo y ser¨ªa la antesala del totalitarismo. Y no se trata s¨®lo de los tres poderes de Montesquieu, obviamente. En una democracia liberal moderna son y deben ser aut¨®nomos (y con un control rec¨ªproco, incluso hasta el conflicto) el poder pol¨ªtico, el poder econ¨®mico, el poder sindical, el poder medi¨¢tico, el poder cultural (adem¨¢s, como es obvio, del judicial; en cuanto al poder de la iglesia, no debe existir ninguno). Y dentro de cada poder, no se admite el monopolio, sino que es taxativo el respeto al pluralismo.
Son cosas obvias. Pero son cosas que en Italia, desde hace a?os, han sido abolidas. Y hasta que no sean restauradas no se podr¨¢ hablar de democracia. En Italia, las frecuencias nacionales de la televisi¨®n comercial (sobre el papel cuatro, pero en realidad tres) est¨¢n todas en manos del mismo empresario. Una violaci¨®n no s¨®lo del principio liberal, sino del estrictamente librecambista, de un mercado competitivo (al menos, un poco competitivo). En Italia, la televisi¨®n p¨²blica (tres cadenas) est¨¢ controlada por los partidos y no bastar¨¢ con sustituir la hegemon¨ªa de la mayor¨ªa de Berlusconi por la de la mayor¨ªa de centro-izquierda para tener una informaci¨®n televisiva digna de este nombre.
En una democracia liberal quien tiene un poder absoluto econ¨®mico y/o financiero no puede participar en el poder pol¨ªtico (a menos que renuncie al poder econ¨®mico mediante un blind trust). Que un mismo sujeto pueda tener un poder absoluto a nivel econ¨®mico y medi¨¢tico y sumarles un poder pol¨ªtico similar (incluso en la oposici¨®n) entra dentro de las cosas impensables en la teor¨ªa y en la pr¨¢ctica liberal. En Italia, en cambio, es la norma desde hace a?os. Y s¨®lo gracias a esta anormal normalidad Berlusconi sigue comport¨¢ndose como si hubiese ganado las elecciones, ya que hasta que no se le haya arrebatado el poder an¨®malo e ilegal que atesora, podr¨¢ efectivamente amenazar y tomar el control de la mayor¨ªa parlamentaria de Prodi. E incluso tratar de comprar a algunos senadores (ya desde hace un par de d¨ªas en la prensa se alientan manejos en esta direcci¨®n).
Porque, a nivel electoral, el pa¨ªs est¨¢ efectivamente partido en dos, pero ya no se recuerda que el (casi) 50% del consenso berlusconiano es producto del (casi) 100% de control medi¨¢tico del propio Berlusconi. Hace poco m¨¢s de un mes, todas las encuestas se?alaban una distancia entre Prodi y Berlusconi de entre el 10 y el 15%. Ha bastado un mes de ocupaci¨®n total de las pantallas por parte de los defensores de Berlusconi y de una desinformaci¨®n cient¨ªfica y sistem¨¢tica (modelo Br¨¦znev, si Br¨¦znev hubiese sido capaz de inteligencia posmoderna) para reducir la distancia a cero. En realidad, el control total de los medios de comunicaci¨®n ha permitido a Berlusconi hacer creer a un n¨²mero decisivo de electores que Prodi quer¨ªa subir los impuestos. Ha sido suficiente. La mentira ha sido repetida de todas las formas y en todos los programas (incluso en los de entretenimiento) como si se tratase de un hecho comprobado, sobre el que pulsar las diferentes opiniones. Era un embuste arriesgado, pero de nada sirvieron los desmentidos de Prodi. En las dos ¨²ltimas semanas s¨®lo se ha hablado de ello: del "comunista" Prodi que hab¨ªa decidido aumentar los impuestos, sobre los bienes inmuebles, sobre las herencias y sobre los bonos del tesoro (en definitiva, sobre todo lo que afecta de forma directa a la clase media). Por otro lado, el bombardeo sobre los impuestos ha permitido dejar de lado todos los dem¨¢s temas que eran motivo de desencanto entre los electores de centro-derecha y que impulsaban a numerosos ciudadanos (que cinco a?os antes hab¨ªan votado a Berlusconi) a no acudir a votar: desde el aumento del coste de la vida hasta la situaci¨®n desastrosa de las cuentas p¨²blicas, pasando por la crisis de la sanidad y el desplome de la escuela y de la investigaci¨®n cient¨ªfica.
Algunos dir¨¢n que la televisi¨®n no lo explica todo, que los motivos del continuo consenso alrededor de Berlusconi son otros. Desde luego, tambi¨¦n son otros (en otro momento podr¨¢n ser analizados). Pero su incre¨ªble recuperaci¨®n en el ¨²ltimo mes se ha producido toda ella a trav¨¦s de la minor¨ªa desencantada de su electorado, que desde luego no habr¨ªa votado a "los comunistas", pero que ten¨ªa la intenci¨®n de quedarse en casa. El control absoluto de la televisi¨®n ha sido m¨¢s que suficiente para aterrorizar a uno de cada 10 italianos y para condicionar de forma decisiva el resultado de la votaci¨®n.
Volvamos al principio: la pesadilla deber¨ªa haberse terminado. Creo que ahora queda claro por qu¨¦ es necesario utilizar el condicional. Si el Gobierno de Prodi no sabe acabar de inmediato con el control absoluto de los medios de comunicaci¨®n por parte de Berlusconi (devolviendo las frecuencias de televisi¨®n a una pluralidad de individuos dentro de una competencia empresarial-cultural), si no logra promulgar una ley que obligue a elegir entre el poder econ¨®mico (no s¨®lo medi¨¢tico) y el poder pol¨ªtico, si no consigue hacer que sean inmediatamente operativas unas medidas que castiguen con severidad los delitos de los jefes de empresa (en los Estados Unidos de Bush, que no es precisamente un bolchevique, por falsear un balance contable te pueden caer 20 a?os de c¨¢rcel) y cualquier tipo de relaciones entre los negocios, la pol¨ªtica y la mafia, Berlusconi seguir¨¢ siendo el dominus de la anomal¨ªa italiana. Y si, pasado un a?o, hubiera que volver a votar, tendr¨ªa much¨ªsimas posibilidades de vencer. Los problemas de Italia son muchos, pero el primer problema y el m¨¢s crucial es ¨¦ste. Y hasta que no se haya cortado de ra¨ªz, se podr¨¢ aplicar a la Italia de hoy lo que escribi¨® Dante Alighieri hace casi ocho siglos: "Italia, sirviente de un hostal del dolor / nave sin piloto en una gran tempestad / no es dama de provincia sino de burdel".
Paolo Flores d'Arcais es fil¨®sofo italiano, director de la revista MicroMega. Traducci¨®n de News Clips.
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