El reino de los efectos secundarios
Primero llega el placer y despu¨¦s la oscura penitencia. En esta ecuaci¨®n se sintetiza el nuevo sentido de la cultura contempor¨¢nea. Obrar apropiadamente, actuar con eficacia y moralidad durante la fase del capitalismo burgu¨¦s implicaba sacrificarse primero y disfrutar m¨¢s tarde, ahorrar ahora y acceder a la propiedad ulteriormente, reprimirse en el presente para complacerse en el porvenir. La victoria de la cultura de consumo sobre la cultura del ahorro ha colocado, sin embargo, cabeza abajo esta regla del esfuerzo y la espera.
Que la droga haya pasado en medio siglo de ser un fen¨®meno marginal a un consumo popularizado -adulto o juvenil, interclasista, internacional, m¨²ltiple, global- prueba hasta qu¨¦ punto se concentra en ella el significado de la ¨¦poca. La droga proporciona satisfacci¨®n al instante, y el sacrificio, en forma de efectos secundarios, llegar¨¢ acaso e indefinidamente despu¨¦s. Incluso la LOE, como no pod¨ªa ser de otro modo, sigue esta pauta del psic¨®tropo. Con la LOE puede disfrutarse el beneficio de pasar el curso sin haber invertido el tiempo y el trabajo necesarios para aprobarlo en su integridad. El nivel superior llega como un premio sin necesidad de haber entregado el rendimiento completo.
Los sacrificios, los dolores en general, cuentan ahora menos socialmente y, cuando aparecen, se toman a menudo como efectos secundarios, ya sean figuradamente en la incompetencia profesional o en cualquiera de las deficiencias sin fecha. Lo importante es el nuevo orden que sit¨²a al placer en primer lugar y el quehacer despu¨¦s: primero el deleite, despu¨¦s el pago.
Lo decisivo no es tanto el sudor previo con vistas a una anhelada redenci¨®n como la capacidad de resistencia posterior. Los pisos, los electrodom¨¦sticos, los autom¨®viles se poseen de inmediato. El precio se entregar¨¢ despu¨¦s. La cultura del consumo ha introducido as¨ª en cincuenta a?os el absoluto reverso de la figura tradicional del intercambio y hasta la guerra preventiva o la medicina preventiva se contagian de su inspiraci¨®n. La guerra de Irak realiz¨® anticipadamente la guerra y las causas se retuercen a continuaci¨®n. La medicina preventiva trata de sanar antes de que la enfermedad nos invada y la enfermedad llega despu¨¦s mediante sutiles efectos de iatrogenia, efectos secundarios, efectos especiales. El deseo de hoy no acepta, de hecho, ninguna etapa anterior indeseable, por instrumental que fuera.
Todo gran medicamento proporciona la curaci¨®n incondicional para generar despu¨¦s, como las hipotecas, un secreto e indefinido periodo de extra?os efectos secundarios. El bien se confunde con el bien neto y patente, mientras que el inc¨®modo se toma acaso por un residuo. El valor no hunde sus ra¨ªces en el m¨¦rito del escr¨²pulo laboral, en la acumulaci¨®n de la espera y de las renuncias. El consumo ha puesto delante el placer del gasto y el gusto del gasto mientras ha empujado el sacrificio hacia atr¨¢s, como una escoria, efecto de segunda fila y efecto secundario.
El denuedo que antes brillaba como patrimonio cierto para ganar el cielo, el silencioso fulgor que desprend¨ªan los sangrantes padecimientos de los m¨¢rtires, el tesoro sexual reunido gracias a la herm¨¦tica represi¨®n de las v¨ªrgenes han dejado de imperar con su indiscutible rango.
El dolor ha perdido su potencia en cuanto valor de cambio y ahora se resiente de su baja categor¨ªa moral. Valen los resultados absolutos, la ganancia en s¨ª, el logro sin la ponderaci¨®n de su historia penosa. Cuenta, en suma, el ¨¦xito exento y sin la detenida enumeraci¨®n del coste.
La cultura de consumo se distingue por su car¨¢cter desnudo y veloz, incompatible con la morosidad del ahorro y las vestiduras de cualquier elaboraci¨®n espesa. La cultura de consumo aplicada a la educaci¨®n, a la pol¨ªtica, a la sexualidad, al amor, se manifiesta af¨ªn a la compulsi¨®n y al universo de la org¨ªa. ?Org¨ªa perpetua? Claro que no, pero todo cuanto sobrevenga despu¨¦s en el inevitable desarrollo de los d¨ªas se vivir¨¢ como consecuencias oscuras, impertinentes efectos secundarios.
![Un escaparate de rebajas en Madrid.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/DZ4ZKTEOQWQH7MONGTTFC44NII.jpg?auth=e622b36f428e3b594730a854a5c57f92b73238c3d8889f33296c41c8e3016e1b&width=414)
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