Bienvenidos al mundo real
1
Me ha parecido, dentro del discreto orden de mi vida, un acontecimiento excepcional. En un v¨¢ter del lavabo de caballeros de un hotel de cinco estrellas de Barcelona he encontrado escrita con rotulador en lo alto de la pared (supongo que para que sea m¨¢s dif¨ªcil borrarla) esta cita de Italo Svevo: "Hay que creer en la realidad de nuestra propia imaginaci¨®n".
Me ha parecido muy ins¨®lita esa literaturizaci¨®n de un v¨¢ter de un hotel de lujo de mi ciudad y he dado dos discretos saltos de alegr¨ªa. ?A d¨®nde vamos a ir parar? Ojal¨¢ hacia una ciudad mejor.
2
Esta semana desemboca en libros y rosas, un Sant Jordi dominical. Previsible atm¨®sfera festiva y literaria. Tal vez el grafito del v¨¢ter lujoso ha sido un indicio m¨¢gico y esta semana quedemos literaturizados. Pero me pregunto si lo que no logr¨® un Any entero del Llibre puede conseguirlo el oculto grafito de un hotel de lujo.
Vuelvo a casa. Doy un vistazo a Diario de lecturas de Alberto Manguel: "Los libros que se apilan junto a mi cama parecen leerse por s¨ª mismos mientras duermo". Cuenta Manguel que cada d¨ªa, antes de apagar la luz, siempre hojea uno de esos libros, lee un par de p¨¢rrafos, lo deja y toma otro. Al cabo de pocos d¨ªas, tiene la impresi¨®n de conocerlos todos.
En mi caso, no suelo tener libros en la mesa de noche, pero s¨ª varios en una mesita del sal¨®n. Siempre acaban siendo le¨ªdos convenientemente. Anoto el autor y el t¨ªtulo de alguno de los que hoy est¨¢n en la mesita:
¡¤ Giorgio Agamben, Profanaciones.
¡¤ Cristina Fern¨¢ndez Cubas, Parientes pobres del diablo.
¡¤ Alberto Manguel, El amante extremadamente puntilloso.
¡¤ Laurence Sterne, Viaje sentimental.
¡¤ Pierre Michon, Cuerpos del rey.
3
Veo en la esquina de Travessera de Dalt con Verdi a tres cr¨ªticos literarios (?tres!), e inmediatamente, con un gesto instintivo, me oculto detr¨¢s de un cami¨®n. No tengo nada contra ellos, al contrario. Pero me oculto. Tambi¨¦n me ocultar¨ªa si fueran novelistas, bomberos, pol¨ªticos o barrenderos. Cuando veo que los tres se?ores se alejan Verdi abajo, regreso andando a casa y, con una cierta mala conciencia por haberles rehuido, les dedico un tiempo en mis pensamientos y me digo que la cr¨ªtica siempre es necesaria e importante, aunque tambi¨¦n es verdad que est¨¢ m¨¢s llamada a orientar al p¨²blico que a los autores. "Ning¨²n autor serio cree en la cr¨ªtica, a menos que ¨¦sta sea elogiosa para ¨¦l o contraria a sus colegas", dec¨ªa Monterroso. Pero no es por eso que me he ocultado. Sencillamente, es que hoy no estoy para nadie. Cuando llego a casa, noto todav¨ªa m¨¢s que hoy no estoy sociable. Ni falta que hace, por otra parte, pues no encuentro a nadie en casa. Estoy completamente solo. Pienso en aquello que escribiera Blanchot: "Cuando estoy solo, no estoy". No estoy ni para este dietario.
4
Ahora que est¨¢n tan de moda los libros sobre la felicidad, bueno ser¨ªa que alguien se encargara de recordar lo que muchos sospechamos: las personas felices no tienen talento.
5
Imagina Sergio Pitol en El mago de Viena a un escritor a quien ser demolido por la cr¨ªtica no le amedrentar¨ªa: alguien que con seguridad ser¨ªa atacado por la extravagante factura de su novela, caracterizado como un seguidor de la vanguardia, cuando la idea misma de la vanguardia ser¨ªa para ¨¦l un anacronismo; alguien que resistir¨ªa una tempestad de insultos, de ofensas insensatas, de dolosos an¨®nimos. Dice Pitol que a ese escritor lo que de verdad le aterrorizar¨ªa ser¨ªa que su novela suscitara el entusiasmo de alg¨²n comentarista tonto y generoso que pretendiera descifrar los enigmas planteados a lo largo del texto y los interpretara como una adhesi¨®n vergonzante al mundo que precisamente ¨¦l detesta...
Ma?ana [por el viernes], a estas horas, si todo va bien, estar¨¦ en Alcal¨¢ de Henares viendo c¨®mo el entra?able y genial Pitol recibe de manos del rey el Premio Cervantes. Y seguramente pensar¨¦ en estas l¨ªneas de El mago de Viena y en las l¨ªneas que siguen a ¨¦stas, donde Pitol describe el perfil del tipo de escritor que admira y que habr¨ªa querido ser (y que hoy en d¨ªa es, aunque ¨¦l parezca no darse cuenta): aquel que arriesga y busca nuevos retos para la literatura; aquel que carece de cualquier miedo al fracaso; aquel que sabe que lo esencial realmente en la escritura estriba en aprender a ir m¨¢s all¨¢ de las palabras, bailar en el abismo y jug¨¢rsela como se la juega el torero ante el mundo real de los cuernos del toro; aquel que al final ve c¨®mo esa escritura suya que no teme a los cr¨ªticos siembra la confusi¨®n entre los bur¨®cratas, pol¨ªticos, trepadores, nacionalistas, pedantes y dem¨¢s papanatas. Sergio Pitol. Un escritor que llega al Cervantes en su momento de mayor plenitud creativa. Un escritor que en estos ¨²ltimos a?os ha nadado m¨¢s que nunca contra la corriente. Por el placer de dejarse llevar.
6
Veo a Sandro Rosell firmando libros y parece que sea un sobrino-nieto oportunista de cualquier novelista de cuarta categor¨ªa. Seguramente cree que, como dec¨ªa Kafka, trabajar en la multinacional Nike es uno de los atributos de la perfecci¨®n. Y parece que ignore que a su curr¨ªculo le llegan s¨®lo oblicuamente restos de luz carioca. Creo que pronto le tendremos escribiendo novelas a lo Stephen King. Mientras tanto, lejos, muy lejos de Rosell, discurre la historia universal (no confundirla con la del Bar?a) y tambi¨¦n la historia universal de nuestras almas, es decir, la historia misma de la literatura.
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