La tumba del hermano
"?Qui¨¦n sabe d¨®nde?" preguntaba aquel programa de televisi¨®n al que acud¨ªan quienes buscaban a familiares desconocidos o desaparecidos. Las b¨²squedas m¨¢s conmovedoras eran las de quien hab¨ªa crecido en hospicios o hab¨ªa sido adoptado y desconoc¨ªa a su madre, a su padre. Necesitaba conocer, para poder querer, u odiar. Esas personas no lloraban una p¨¦rdida, sino que estaban torturadas por la falta, por el hueco de lo que nunca hubo. Y ese vac¨ªo infectaba toda su vida adulta. Su vida social y familiar era una simulaci¨®n, ruido para ahogar un desgarrado grito silencioso.
Nuestro sistema nervioso tiene una ra¨ªz oculta, o una antena, que nos conecta al pasado, un filamento que nos conecta con la especie. Dicho de modo m¨¢s personal y real, nos conecta a nuestros muertos. Y ellos nos transmiten sus humores, de all¨ª nos llegan mensajes a los vivos.
Se trata de la especie y de los espec¨ªmenes que somos, seres humanos. Una especie que naci¨® de caminar erguida, de sujetar con el pulgar, de crear herramientas para conseguir prote¨ªnas, eso facilit¨® el desarrollo cerebral. Y as¨ª nuestros antecesores desarrollaron lenguaje articulado y lo que llamamos conciencia. El carbono 14 nos permite datar el inicio de tecnolog¨ªas como el tallar piedra y encender fuego; los enterramientos de miembros del grupo nos permiten datar el inicio de la conciencia. Enterrar a los muertos, tenerles respeto, venerar su memoria o denostarlos es uno de los signos fundamentales de lo humano. Dialogar con el pasado a trav¨¦s de nuestros muertos es un signo del "homo sapiens sapiens" que somos.
La muerte es el gran misterio, fuente ¨²ltima de toda religi¨®n, sistema de pensamiento y de valores. La ignorancia fingida o forzada de la muerte es una forma de alienaci¨®n pura; bien contempor¨¢nea. Vivir fingiendo el olvido u olvidando realmente el pasado conduce a la locura. Nos salvan una y otra vez las llamadas de los muertos que est¨¢n mal enterrados y que se nos aparecen y aparecer¨¢n hasta que les demos lo que nos piden.
Est¨¢n aqu¨ª y seguir¨¢n estando las v¨ªctimas de la Guerra Civil que no pudieron ser despedidas por los suyos, que fueron ofendidas en su muerte y tambi¨¦n despu¨¦s con su insultante ocultamiento. Y nos piden que las despidamos para que puedan irse, nos piden que les digamos adi¨®s. Quieren una despedida. ?Habr¨¢ un rito oficiado por los obispos espa?oles? En aquel momento los obispos alentaron y bendijeron la "Cruzada", participaron en la represi¨®n y colgaron en los costados de las iglesias cruces conmemorando solamente a los vencedores. ?Se arrepentir¨¢n sus sucesores?, ?conmemorar¨¢n a todos los muertos? Seguramente no, tendr¨¢ que ser un rito oficiado por civiles, aunque sea un rito sacro; pero habr¨¢ que hacerlo.
Habr¨¢ que sacar de infames agujeros a los sin paz para poderlos enterrar luego, para que descansen. A los que fueron ocultados bajo tierra indignamente debemos "darles tierra". Las sombras de los que fueron insultados en el momento de morir deben o¨ªr palabras agradecidas que les den paz al fin. Porque esos muertos condenados al olvido merecen nuestra gratitud, ellos fueron los sacrificados para impedir que tuvi¨¦semos lo que ahora tenemos, a ellos les debemos todo.
La Rep¨²blica fue un fracaso pol¨ªtico, pero naci¨® de otro fracaso pol¨ªtico mayor, la Monarqu¨ªa de Alfonso XIII. La Rep¨²blica fue un fracaso de la pol¨ªtica institucional, incapaz de someter a su enemiga, la derecha conspiradora y golpista. Fracas¨® tambi¨¦n porque las fuerzas verdaderamente republicanas apenas ten¨ªan base social, la mayor¨ªa de sus defensores pensaban que era un tr¨¢nsito a otra cosa. La falta de sentido t¨¢ctico de la presidencia de la Rep¨²blica y de autoridad del Gobierno fueron la causa menos importante del fracaso.
No era un programa pol¨ªtico y social equivocado o injusto, simplemente fue imposible entonces. Pero el programa republicano es el modelo esencialmente recogido en la Constituci¨®n vigente, aunque tenga forma de monarqu¨ªa constitucional. En Espa?a los dem¨®cratas son hijos de la II Rep¨²blica, y tambi¨¦n de la I, y quien niega esto es porque no tiene detr¨¢s tradici¨®n democr¨¢tica alguna. Nuestra democracia es posible gracias a quienes conservaron y transmitieron la memoria de la Rep¨²blica y de sus defensores; nuestra democracia nace de aquellos derrotados, son nuestros padres fundadores.
Pero una parte del cementerio sigue combatiendo a la otra. Entonces los vencedores asesinaron a los vencidos, fueron aniquilados de modo sistem¨¢tico y negada su memoria. Los asesinos murieron tranquilamente en sus camas. Como si no bastase, hoy aquellos que creen ser leales a la memoria de los vencedores siguen neg¨¢ndoles el respeto a sus v¨ªctimas, les niegan la reivindicaci¨®n a los derrotados y la dignidad a sus muertos, a aquellos a quienes les debemos tanto.
Es justo que al fin haya un A?o de la Memoria. Durante a?os, Ant¨ªgona, la veladora de la memoria, ha permanecido a las puertas de la ciudad guardando el cad¨¢ver de su hermano. Hasta ahora ha prevalecido la prudencia de su hermana, "piensa qu¨¦ muerte infame tendremos si, despreciando la ley, desobedecemos la orden y el poder del tirano". Pero es hora de que esos huesos mal enterrados que siguen ah¨ª pidi¨¦ndonos respeto tengan descanso y nos lo den as¨ª a todos. Hora de enterrar piadosamente el cuerpo del hermano, de reconciliarnos con nuestros muertos. Con nuestro pasado.
Si no lo hacemos, dejaremos de ser "homo sapiens sapiens", pose¨ªdos por una enfermedad que nos vac¨ªa, que nos hace dejar de ser humanos.
Suso de Toro es escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.