Prisioneros de lo pol¨ªticamente correcto
El d¨ªa es m¨¢s largo en Madrid que en Barcelona. O¨ª esta boutade la semana pasada en una comida en uno de los escasos palacetes de principios de siglo pasado que quedan a¨²n en la Castellana. El anfitri¨®n, catal¨¢n residente en Madrid, nos propuso al inicio de la comida un acuerdo: no hablar del Estatuto ni del tripartito. Esto hace, en su opini¨®n, que el d¨ªa sea m¨¢s largo.
No es la primera vez que oigo comentarios similares. Hace meses, en una cena de trabajo en Santiago de Compostela para hablar de la Espa?a plural, un conocido y exitoso empresario gallego con proyecci¨®n internacional objet¨® mi visi¨®n de los males de Catalu?a. Argumentaba yo que, m¨¢s all¨¢ de razones t¨¢cticas, el Estatuto es la manifestaci¨®n de un malestar profundo existente en la sociedad catalana, especialmente en las clases medias barcelonesas, ante lo que se percibe como un declive de Barcelona y la falta de apoyo del Estado.
Frente a este diagn¨®stico, el empresario gallego, con intereses en Catalu?a, sostuvo que las causas de los males de la econom¨ªa y la sociedad catalana son internas: "Perd¨¦is demasiado tiempo en cuestiones locales y cre¨¢is recelos que hacen que Barcelona pierda atractivo para los de fuera", vino a decir. Y remat¨®: "Mientras tanto, otros os vamos comiendo terreno y pasando por delante".
Tendr¨ªamos que pensarlo. Algo de eso puede estar ocurriendo. Arrastramos una depresi¨®n end¨®gena. Mientras tanto, los grandes problemas econ¨®micos y sociales se van agudizando. Y la cosa tiene visos de ir a peor. El ni s¨ª, ni no, sino todo lo contrario de ERC y el desencuentro y la p¨¦rdida de confianza mutua entre Maragall y Zapatero no facilitar¨¢n la salida de la depresi¨®n. Ni a¨²n despu¨¦s del refer¨¦ndum.
Creo que nos enga?amos. No estamos haciendo bien el diagn¨®stico de lo que nos pasa. Padecemos sordera a lo que produce disonancia cognitiva: queremos que nos digan lo que deseamos o¨ªr. Dicho de otra forma, s¨®lo admitimos los an¨¢lisis que entran dentro de lo pol¨ªticamente correcto. Y hostigamos la disidencia.
Una de las manifestaciones m¨¢s evidentes de este diagn¨®stico pol¨ªticamente correcto es la idea de que todo lo que nos pasa es debido a la falta de inversiones del Estado en infraestructuras en el ¨¢rea de Barcelona: carreteras, AVE, metro, ferrocarril de cercan¨ªas, autopistas, aeropuerto, puerto, conexi¨®n ferroviaria con Europa. Esta idea, junto con su complementaria -que Madrid ha despegado porque el Estado ha invertido mucho en la capital-, es dominante en el mundo pol¨ªtico catal¨¢n, el empresarial, el acad¨¦mico, las corporaciones profesionales y los medios de comunicaci¨®n.
Tiene que haber algo m¨¢s. Porque ?qu¨¦ tiene que ver la deficiencia de las infraestructuras con el hecho de que la inflaci¨®n catalana sea sistem¨¢ticamente m¨¢s elevada que la media espa?ola, hecho que nos hace perder competitividad y capacidad adquisitiva a los salarios? O ?qu¨¦ tienen que ver las infraestructuras con el hecho de que algunos resultados educativos en Catalu?a muestren diferencias sorprendentes con la media espa?ola?, por citar s¨®lo dos ejemplos.
Tenemos que buscar otras causas. A modo de ejemplo, nuestra econom¨ªa tiene, al menos, otras dos debilidades importantes. Por un lado, su motor econ¨®mico b¨¢sico, Barcelona, pierde potencia debido a la falta de cohesi¨®n entre sus diferentes partes. Por otro, carecemos de una de las instituciones b¨¢sicas para el dinamismo econ¨®mico y la movilidad social: la gran empresa an¨®nima.
Nos hemos olvidado ya de la historia, pero la desaparici¨®n en 1987 de la Corporaci¨®n Metropolitana fue un golpe muy fuerte para el dinamismo econ¨®mico de Barcelona. El miedo de Jordi Pujol a que la corporaci¨®n fuese un contrapoder al de la Generalitat -y la falta de acuerdo pol¨ªtico en este terreno entre CiU y el PSC, que gobernaba los municipios de la corporaci¨®n- llev¨® a decretar su desaparici¨®n. Esa decisi¨®n por razones pol¨ªticas internas acab¨® debilitando el dinamismo y la potencia econ¨®mica de la ciudad y su entorno metropolitano. Y por lo tanto, de Catalu?a.
Y a¨²n m¨¢s, ?por qu¨¦ no pensar que gran parte de la insuficiencia de inversiones del Estado en el ¨¢rea de Barcelona han tenido mucho que ver con esta lucha pol¨ªtica interna y con la desaparici¨®n de ese instrumento de planificaci¨®n y ejecuci¨®n de infraestructuras?
Por otro lado, la econom¨ªa catalana tiene escasez de empresas con forma de sociedad an¨®nima. Este tipo de empresa es b¨¢sica para el dinamismo de una econom¨ªa globalizada y con fuerte cambio tecnol¨®gico. Es f¨¢cil ver que las grandes empresas son todas sociedades por acciones. Sin ellas, una econom¨ªa es como una armada sin portaaviones. Lo peque?o y familiar -las fragatas- es necesario. Pero sin portaaviones, una econom¨ªa no se puede alejar de la costa para conquistar nuevos mercados.
Ahora bien, los portaaviones que necesitamos no pueden ser construidos sin contar con el capital y dinamismo empresarial del resto de Espa?a. Abertis es un buen ejemplo de c¨®mo una colaboraci¨®n bien construida entre intereses catalanes y del resto de Espa?a puede ser muy exitosa a la hora de afrontar la internacionalizaci¨®n.
Adem¨¢s, la sociedad an¨®nima promueve la meritocracia, algo cada vez m¨¢s necesario entre nosotros. La separaci¨®n entre propiedad (accionistas) y gesti¨®n (directivos y jefes) t¨ªpica de este tipo de sociedad promueve el ascenso empresarial y social de personas v¨¢lidas que no tienen detr¨¢s patrimonios familiares. Por eso, donde hay un n¨²mero importante de empresas de este tipo los liderazgos empresariales se renuevan y vivifican. Aunque no es una sociedad an¨®nima t¨ªpica, no debe de ser casualidad que La Caixa sea un vivero de nuevos liderazgos empresariales.
Lo pol¨ªticamente correcto es como ese herbicida que los jardineros utilizan para eliminar las hierbas de los jardines privados. Da homogeneneidad y cierta placidez, pero impide que emerja lo nuevo. Hay que fomentar la disidencia en los diagn¨®sticos econ¨®micos, pol¨ªticos y culturales para encontrar las causas internas de nuestros males y las soluciones adecuadas. Pero me temo que seguiremos prisioneros de lo pol¨ªticamente correcto.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB.
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