Las afinidades escondidas
Recoge el programa de mano de las representaciones de El rapto en el serrallo en el Real una cita de Edward W. Said, extra¨ªda de su libro Orientalismo, que puede servir como punto de partida de este comentario. Dice as¨ª: "Una mente del siglo XVIII pod¨ªa abrir una brecha en los muros doctrinales que se levantaban entre Occidente y el Islam, y descubrir elementos de afinidad entre ¨¦l y Oriente que estaban escondidos".
Si algo caracteriza la primera de las obras l¨ªricas magistrales de la d¨¦cada ¨²ltima y prodigiosa de Mozart es -por encima de las aproximaciones a Oriente desde Occidente o de la importante incursi¨®n en el singspiel alem¨¢n- el momento vital del compositor en esa ¨¦poca, que se traduce en El rapto en una luminosidad, una sencillez y una alegr¨ªa desbordantes. Le iban bien las cosas entonces a Mozart, especialmente las derivadas del amor. Y eso se nota en la frescura de la m¨²sica, una m¨²sica a la que hay que dejar respirar por todos los poros para percibir su energ¨ªa juvenil y espont¨¢nea.
El rapto con el serrallo
De Mozart. Con Shahrokh Moshkin- Ghalam, Desir¨¦e Rancatore, Ruth Rosique, Eric Cutler, Wolfgang Ablinger-Sperrhacke y Eric Halfvarson. Director musical: Christoph K?nig. Directores de escena: J¨¦r?me Deschamps y Macha Make?eff. Escenograf¨ªa: Miquel Barcel¨®. Coro y Orquesta Sinf¨®nica de Madrid. Producci¨®n del Festival de Aix-en-Provence, en colaboraci¨®n con Baden-Baden, Rouen y Lausanne. Teatro Real, Madrid, 8 de mayo.
Los elementos de afinidad no se limitan a criterios geogr¨¢ficos. Los temporales son, asimismo, muy importantes. En esta producci¨®n, las telas pintadas de Miquel Barcel¨® contemplan a Mozart visualmente desde hoy, "abriendo una brecha", como dec¨ªa Said, en la percepci¨®n contempor¨¢nea del autor. No perturban el mensaje del compositor. Son, en todo caso, un di¨¢logo de creadores.
Lo que asfixia la representaci¨®n es, sin embargo, la espesa direcci¨®n teatral. Es v¨¢lida la lectura paralela desde la figura del ni?o, pues no en vano se est¨¢ contando un cuento de aventuras, pero no es tan apropiada la acumulaci¨®n de figurantes pretendidamente graciosos en escena, pues sustituyen la hermosa naturalidad de la m¨²sica por unos a?adidos c¨®micos y sonoros distorsionadores. Es muy discutible, asimismo, la caracterizaci¨®n del Bassa Selim en clave de bailar¨ªn iluminado que adquiere un protagonismo fuera de sitio. Y es plana la direcci¨®n de actores en general, pues los valores humanistas de escenas tan maravillosas como la del cuarteto del final del segundo acto quedan reducidos a la banalidad de la an¨¦cdota.
Demasiadas limitaciones, demasiado barullo. En esta atm¨®sfera esc¨¦nica, los cantantes se desenvuelven como pueden, obligados a una pantomima de gestos y movimientos que roza la caricatura, sin llegar nunca a un estilo a lo Bob Wilson, pongamos por caso, que al menos ser¨ªa una soluci¨®n. Canta con sensibilidad y un punto de cursiler¨ªa Desir¨¦e Rancatore, con seguridad en los agudos, fraseo elegante y cierta monoton¨ªa. Ruth Rosique se mueve con soltura, canta con empaque y se deja para otra ocasi¨®n la gracia endemoniada que tiene dentro. Los dem¨¢s cumplen y no es cuesti¨®n de andar con puntualizaciones minuciosas en esta ocasi¨®n. Vocalmente, la representaci¨®n es correcta sin m¨¢s, y orquestalmente, pues tambi¨¦n. A las ¨®rdenes de Koenig, la Sinf¨®nica de Madrid suena aseada aunque escasamente inspirada, lo cual indica al menos profesionalidad y buen oficio en la orquesta titular del Real.
En la trastienda
La representaci¨®n se deja ver, pero no entusiasma, ni enciende los ¨¢nimos, ni provoca alborotos pasionales, ni siquiera emociona. Los instrumentos folcl¨®ricos en escena aportan m¨¢s bien poco, salvo una nota de color local que no est¨¢ mal. La ausencia de otros valores, relaciones o descubrimientos ligados a la ruptura de muros desde el humanismo a trav¨¦s de la m¨²sica de Mozart queda para otro tipo de montajes.
En la Quincena de San Sebasti¨¢n recuperan el pr¨®ximo verano el de Giorgio Strehler, por poner un ejemplo que hace justicia a la bondad de esta ¨®pera juvenil y genial. Esta vez todo ha sido demasiado simple y, claro, muchas cosas se han quedado en la trastienda. Una l¨¢stima.
Babelia
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