De entre los muertos
La autora pide que se investigue la fosa com¨²n del cementerio de Valencia porque tiene un gran calado humano, moral e hist¨®rico
Las denuncias que diferentes instancias y organizaciones han hecho esta ¨²ltima semana en Valencia acerca de la iniciativa del Ayuntamiento de construir nichos nuevos sobre sectores del cementerio de Valencia que fueron fosas comunes de represaliados de la posguerra sorprenden por muchas razones. Razones que analizadas una por una nos devuelven una imagen m¨¢s que ingrata de nuestra historia reciente; es decir de los ¨²ltimos sesenta a?os.
Es sorprendente, de comprobarse lo que los indicios y evidencias hallados en el registro de defunciones del Cementerio General parecen decir, la magnitud de la matanza y de la mortandad que de manera persistente y fr¨ªa se llev¨® a cabo por los vencedores desde el mismo d¨ªa de su entrada victoriosa hasta fechas tan tard¨ªas como el a?o 1945. Si los c¨¢lculos son ciertos estaremos situados ante una nueva dimensi¨®n de la tragedia. Anteriores investigaciones establec¨ªan las cifras para Valencia en torno a las 5.000 personas ejecutadas; puede suceder que esa cifra se multiplique por tres o cuatro.
Podr¨ªa ser que la cifra de 5.000 ejecutados en Valencia se multiplique por tres o por cuatro
Es sorprendente que se considerara el cementerio de Paterna como escenario principal de los fusilamientos, pero que nada se haya dicho, ni se haya guardado memoria, del horror ante el que parece que nos encontramos. Recuerda un poco el silencio que durante los cincuenta se cerni¨® sobre los campos de concentraci¨®n y el exterminio jud¨ªo en Alemania y Polonia. La Rambleta de San Marcelino aparece como un nuevo lugar ominoso de esa topograf¨ªa de los horrores que constituye el solar de Europa y del mundo en el siglo XX.
Es sorprendente que hasta hoy nadie haya buscado esas fosas comunes, esos desag¨¹es de la violencia y del odio fratricida. Hay que agradecer al Foro de la Memoria que haya dado ese paso que, por otra parte, les est¨¢ resultando tan doloroso, porque a nadie le gusta remover entre los muertos para encontrarse de cara con el aleteo febril del ¨¢ngel de la muerte.
Es extraordinariamente sorprendente que al Ayuntamiento se le haya ocurrido construir nichos sin indagar de oficio sobre qu¨¦ estratos de la Historia urbana lo iba a hacer. Sabemos que los espacios de los cementerios se reutilizan, pero siempre dentro del marco estricto del respeto a la dignidad de los enterrados, a su memoria, a sus familias, al patrimonio hist¨®rico, tanto el material como el inmaterial.
Y es m¨¢s sorprendente todav¨ªa que, cuando la leal oposici¨®n (lo de leal hay que suponerlo siempre en el juego democr¨¢tico) te advierte de que est¨¢s entrando como un elefante en una cacharrer¨ªa, contestes que no quieres responder para no hacer no s¨¦ que juego a qui¨¦n. Cuando lo l¨®gico entre vecinos de una misma urbe, al margen de consignas ideol¨®gicas, ser¨ªa decir: "No se preocupen ustedes, se?ores de la oposici¨®n, familiares de las v¨ªctimas, pueblo de Valencia. Vamos a ver qu¨¦ hay de cierto en todo esto: esos muertos son de todos y la manera en que murieron nos averg¨¹enza a todos".
Si analizamos las razones de estos hechos sorprendentes, nuestro estupor puede trocarse en comprensi¨®n consternada. Primero, sabemos que Valencia fue una ratonera al final de la guerra y que mucha gente qued¨® atrapada aqu¨ª, en Alicante, en Los Almendros, en Albatera y sabemos que hubo muchas sacas por parte de la Falange y que muchas de estas detenciones acabaron en muertes extrajudiciales. Lo que no sab¨ªamos eran cu¨¢ntas. Segundo, el miedo debi¨® de ser tan intenso que silenci¨® muchas bocas y las gente que encontr¨® sepultura all¨ª deb¨ªa de ser evacuados, gente an¨®nima, sin capacidad de defensa. La p¨¦rdida de memoria de Valencia, que hay que recordar que hab¨ªa sido capital de la Rep¨²blica en el 37, es llamativa en este y en otros aspectos. A lo mejor la magnitud del castigo lo explica. En cuanto a las actitudes y a los modos del Ayuntamiento no tienen m¨¢s explicaci¨®n que un uso peque?o de la pol¨ªtica, que cuando no puede aportar respuestas recurre al t¨² m¨¢s -en este caso no parece que proceda tal respuesta- o a la frivolizaci¨®n de las contestaciones con cierta carga de desprecio y prepotencia. No podemos creer que el Ayuntamiento haya actuado con conocimiento de los hechos, sino que de manera atolondrada ha respondido a pi?¨®n fijo ante un tema que es de gran calado humano, moral e hist¨®rico
Por todo lo anterior creemos que este tema deber¨ªa de salir del terreno de la pol¨ªtica partidista y que el pleno municipal debe crear una Comisi¨®n de la Verdad, en la que est¨¦n implicadas las instancias competentes: universidad, arque¨®logos, forenses, las asociaciones implicadas (Foro, asociaci¨®n de ex presos y represaliados, etc.) para investigar hasta el final qu¨¦ pas¨® en la Rambleta, cu¨¢nta gente ha estado o permanece enterrada en estas fosas comunes, cu¨¢les fueron las causas de las muertes, qui¨¦nes fueron. Es lo m¨ªnimo que la sociedad valenciana puede hacer por ellos y por ella misma. Porque nadie, ni Europa, ni Espa?a, ni nuestros descendientes, sean de familias del bando vencedor o del vencido, podr¨¢ entender desde las coordenadas que la raz¨®n y el sentido com¨²n proporcionan c¨®mo una ciudad vivi¨® y creci¨® de entre los muertos sin mirar atr¨¢s, para perderse, cercenada de un pasado inasumible, en una huida hacia delante sin m¨¢s futuro que la negaci¨®n de s¨ª misma. Restituyamos a las v¨ªctimas su dignidad y honremos su recuerdo. De la misma manera que las v¨ªctimas del anticlericalismo obtienen en la Plaza de San Pedro homenaje tras homenaje, elevadas a los altares ante las autoridades del Estado. No pedimos traje largo de luto, teja, ni siquiera mantilla de encaje, solo pedimos investigar lo que pas¨® y enterrar a los muertos con los ritos civiles en los que confiaron. Desde el orgullo de las convicciones y valores laicos, que son tan leg¨ªtimos, como m¨ªnimo, como las que se desprenden desde ese magma conservador/clerical que se predica como la esencia primigenia y aut¨¦ntica del car¨¢cter espa?ol. Bien distinto del que nos se?al¨® casi con car¨¢cter cuasi testamentario D. Manuel Aza?a; es decir desde la paz, y con piedad y perd¨®n.
Dolores S¨¢nchez Dur¨¢ es coordinadora de FEIS, Fundaci¨®n de Estudios e Iniciativas Sociolaborales.
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