"Si aparecemos, el PR y yo saltamos"
El 'caso Clearstream', un montaje poco elaborado para frenar a Sarkozy, pone a Chirac y Villepin en situaci¨®n l¨ªmite
"Si aparecemos, el PR y yo saltamos". El primer ministro franc¨¦s, Dominique de Villepin, autor de este comentario angustiado sobre un montaje que descarrilaba, y el presidente de la Rep¨²blica, Jacques Chirac -PR en las fichas que escrib¨ªa el general de los servicios de espionaje Philippe Rondot, que han acabado en manos de los jueces que investigan el caso Clearstream-, ya deber¨ªan estar ahogados o haber llegado a tierra tras saltar por la borda del poder pol¨ªtico.
Pero dos semanas de constante goteo sobre los tejemanejes de estos personajes, con la ayuda de Jean Louis Gergorin -un brillante analista de los servicios de inteligencia reconvertido en ejecutivo del consorcio aeron¨¢utico EADS, que ahora ha debido abandonar-, para implicar al ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, en una falsa trama de corrupci¨®n para frenar su carrera pol¨ªtica, no han logrado que se mueva nada en las alturas.
Pese al esc¨¢ndalo, que ha salpicado a otra ministra, nada se mueve en las alturas
Desde el palacio del El¨ªseo y el hotel Matignon -sede del Gobierno- se niega la mayor, aunque no se desmientan los hechos que revela con tozuda regularidad el diario Le Monde, que ha demostrado tener acceso al contenido del sumario. Chirac refrenda una y otra vez su confianza en Villepin y denuncia "la dictadura del rumor y de la calumnia" y "la explotaci¨®n hasta el ultraje de los procedimientos judiciales". El primer ministro usa su habilidad ret¨®rica para explicar que nada es lo que parece. Mientras, la v¨ªctima Sarkozy desminti¨® ayer los rumores de que dimitir¨¢, informa France Presse, y dijo que seguir¨¢ "al servicio de la seguridad de Francia", ante miembros del partido gubernamental, la Uni¨®n por un Movimiento Popular, que preside.
Una cosa est¨¢ clara: los esp¨ªas reales son m¨¢s lerdos que los de John Le Carr¨¦, y los tiburones de la pol¨ªtica se rompen los dientes contra las piedras. Porque, en ¨²ltimo t¨¦rmino, el caso Clearstream se reduce a una manipulaci¨®n poco elaborada de un listado de cuentas bancarias de la sociedad luxemburguesa de servicios financieros que le da nombre, que funciona como una caja de compensaci¨®n bancaria. Y poco m¨¢s.
En el origen del embrollo est¨¢ el periodista Denis Robert, que publica en 2001 el libro Revelation$, un alegato contra las sociedades Cedel Internacional y Clearstream, a las que acusa de funcionar como m¨¢quinas de blanqueo de grandes sumas de dinero procedentes de corrupciones y comisiones ilegales que involucrar¨ªan a pol¨ªticos y altos funcionarios, as¨ª como al crimen organizado. Nadie ha desmontado la tesis de Robert.
Pero, en marzo de 2003, el periodista entrega uno de los listados de Clearstream que le sirvieron para escribir el libro a Imad Lahud, que se hab¨ªa puesto en contacto con ¨¦l asegur¨¢ndole que tambi¨¦n investigaba la empresa. En realidad, Lahud, un especialista inform¨¢tico de pasado oscuro, trabajaba para los servicios secretos franceses y hab¨ªa sido contratado por Gergorin.
Lahud, que el viernes fue interrogado por los jueces y cuyo domicilio fue registrado, manipula supuestamente la lista por orden de Gergorin, e introduce cuentas a nombre de pol¨ªticos y empresarios con dos objetivos: para usarla en la guerra interna que se desarrolla en el consorcio EADS y para desacreditar a potenciales rivales pol¨ªticos. Dos cuentas est¨¢n a nombre de St¨¦phane Bocsa y Paul de Nagy. El nombre completo del ministro del Interior es Nicolas Paul St¨¦phane Sarkozy de Nagy Bocsa, y figuran tambi¨¦n cuatro ex ministros: Jean-Pierre Chev¨¨nement, Alain Madelin, Dominique Strauss-Khan y Laurent Fabius, adem¨¢s de banqueros, militares, empresarios y rivales en la lucha por EADS.
El siguiente paso es relacionar la lista falsa con un esc¨¢ndalo de altura: las millonarias comisiones pagadas por Taiwan por la compra de siete fragatas a la empresa Thompson a principios de los noventa, un asunto que investiga el carism¨¢tico juez Renaud van Ruymbeke. Aqu¨ª empieza la supuesta conspiraci¨®n que involucra a Chirac, Villepin y el general Rondot, y que adem¨¢s ensucia a la ministra de Defensa, Mich¨¨le Alliot-Marie y al propio juez Van Ruymbeke.
A finales de 2003, Villepin, entonces ministro de Exteriores, convoca a Rondot a su despacho, donde tambi¨¦n se encuentra Gergorin. Seg¨²n las fichas manuscritas que el general guardaba en su caja fuerte antes de que se las llevaran los jueces, se habla sobre las comisiones y Gergorin saca de su bolsillo la famosa lista. Seg¨²n Rondot, Villepin le dio a entender claramente que las ¨®rdenes proced¨ªan del presidente de la Rep¨²blica. El general se pone al trabajo y pronto sospecha que el documento es falso.
Paralelamente, Gergorin intenta que las listas vean la luz por otro camino. A finales de abril de 2004 visita de inc¨®gnito al juez Van Ruymbeke y le comunica que tiene informaci¨®n del caso de Taiwan, pero que no puede actuar abiertamente porque est¨¢ amenazado de muerte. El juez acepta que las listas le lleguen de forma falsamente an¨®nima, y as¨ª lo hace constar en el sumario. Pero es un abogado amigo de Gergorin quien se las entrega. Gergorin tambi¨¦n hace llegar las listas al semanario Le Point, que al publicarlas las saca a la luz p¨²blica antes del verano de 2004.
Mientras, el general se multiplica en reuniones a varias bandas de cuyo contenido toma nota de forma casi compulsiva, intentando advertir del peligro o buscando c¨®mo desmarcarse, sin conseguirlo. Son sus notas las que permiten ahora contemplar el desolador paisaje del poder.
La banalidad del engendro
De la banalidad del engendro da idea el hecho de que las famosas listas no aguantaban una segunda mirada. El general Philippe Rondot, primero, pero tambi¨¦n el juez Van Ruymbeke, establecen enseguida que se trata de un montaje. Pero en los pasillos del poder el asunto toma dimensiones muy diferentes, incluso cuando las listas son todav¨ªa un papel secreto que no han visto m¨¢s que cuatro o cinco pares de ojos, son ya motivo de preocupaci¨®n y ansiedad para los urdidores de la conspiraci¨®n, como se desprende de las notas que el general Rondot va tomando de todas y cada una de las reuniones relacionadas con el caso a las que asiste.
?Cu¨¢nta gente lo sab¨ªa? ?Estaba o no al corriente Nicolas Sarkozy, la v¨ªctima propiciatoria? Cuando nace la conspiraci¨®n, a finales de 2003, Dominique de Villepin es ministro de Exteriores, Sarkozy ocupaba la cartera de Interior, Mich¨¦le Alliot-Marie, la de Defensa, y Jean Pierre Raffarin es primer ministro. Al recomponer las piezas del puzle aparecen demasiadas contradicciones: Villepin, supuestamente por ¨®rdenes de Chirac, echa mano del general Rondot, que jer¨¢rquicamente depende de Defensa, para "investigar" en torno a las falsas listas, y se le menciona espec¨ªficamente a Sarkozy como objetivo a tener en cuenta.
?ste ¨²ltimo ocupa entonces la cartera de Interior, lo que le otorga el mando de las fuerzas de polic¨ªa y tambi¨¦n de los servicios de contraespionaje, la Direcci¨®n de la Seguridad del Territorio (DST). Ahora asegura que nunca supo nada, y que por eso puso en marcha la denuncia por la que ha estallado el esc¨¢ndalo. ?Es cre¨ªble que todo un ministro del Interior, especialmente apreciado por la polic¨ªa, no recibiera informaci¨®n?
Es cierto que, en marzo de 2004, en una remodelaci¨®n de Gobierno, justo cuando Sarkozy se dispon¨ªa a tomar el control y la presidencia del partido gubernamental, la Uni¨®n por un Movimiento Popular (UMP), Chirac coloca a Villepin en Interior y le desplaza a ¨¦l a Econom¨ªa y Finanzas. Pero, aun as¨ª, ?Es posible que sus amigos en la plaza Beauveau, la sede de Interior, no le tuvieran al corriente?
Lo que s¨ª es cierto es que ni Villepin ni Alliot-Marie le comunicaron oficialmente que su nombre figuraba en las falsas listas. El viernes, Le Monde aseguraba que cuando Villepin lleg¨® a Interior a finales de marzo de 2004, ocult¨® a la DST la existencia de la investigaci¨®n que hab¨ªa encargado como titular de Exteriores a Rondot. Preguntado por ello, el entorno del ahora primer ministro justific¨® la no comunicaci¨®n "por tratarse de asuntos diferentes".
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