Una sonrisa en el desierto
Mas que hablar del campo o la ciudad, para ver qu¨¦ preferimos, deber¨ªamos hablar de las ciudades y de los pueblos y olvidarnos del campo. ?Qu¨¦ es el campo? ?Un tribunal de las aguas para los turistas del siglo XXI? ?Unos pedazos de huerta alrededor de la gran urbe? ?Un estadio de f¨²tbol como el Mestalla donde un palmo de verde son cien metros de altura en hierro y hormig¨®n?
Ya no existe el campo como tampoco existe el litoral. Existen los ecologistas que, como ap¨®stoles del Crucificado, evangelizar¨¢n a los infieles podridos de dinero y de cinismo. Para ser ecologista hay que hacerse baronesa consorte, tener un museo de verdad, y no el Muvim, por ejemplo, y decir que te subes al madro?o como si fueras un oso. Eso hace reaccionar a los pol¨ªticos de turno, sean del partido que sean.
Los enfermos esperaban, los clientes no pod¨ªan esperar y nada encajaba. Lo entend¨ª todo de golpe.
Yo hablaba de todo esto tomando el otro d¨ªa un caf¨¦ en la plaza del pueblo con Antonio P¨¦rez Llorca, un hombre nacido en D¨¦nia hace 39 a?os, que se declara de pueblo, ni siquiera de campo y mucho menos de ciudad, y que acaba de regresar de los campamentos saharauis donde nos gustar¨ªa ver un d¨ªa a do?a Rita Barber¨¢ ataviada de marinera, al se?or Cotino con casulla y bonete y al presidente Camps con el uniforme de ordenanza o conserje propio del cargo que ostenta.
Toni P¨¦rez se pone, en cambio, una nariz de payaso cuando no act¨²a de inform¨¢tico y programador de ordenadores. Hizo la carrera en la Polit¨¦cnica de Valencia. Vivi¨®, pues, en la ciudad. Y como ontol¨®gicamente se considera de pueblo, se hart¨® de vivir en un edificio de ocho plantas en el que cuando daba los buenos d¨ªas a los vecinos, los vecinos no devolv¨ªan el saludo. Y en la ciudad, si puede generalizarse, no se trata, ni se apoya, ni se quiere a la gente como en los pueblos.
Y luego ocurri¨® algo m¨¢s. Toni sufri¨® una embolia cerebral cuando ten¨ªa 27 a?os. "Estaba comiendo con mis padres en la casita del campo y de pronto se me durmi¨® el brazo derecho. No pod¨ªa moverlo. Y quise decir algo y tampoco pod¨ªa hablar. No s¨¦ cu¨¢nto tiempo dur¨® aquello. Me asust¨¦ much¨ªsimo. Me llevaron al hospital. Pens¨¦: al menos sigo respirando, debo seguir respirando...".
Fue una experiencia traum¨¢tica de la que aprendi¨® algunas cosas. Conectado durante tres d¨ªas interminables a unos goteros, su m¨®vil junto a la cama, recib¨ªa llamadas de los clientes. Y esto fue lo peor. "Yo les dec¨ªa que estaba en el hospital y que no era posible acudir a solucionar sus problemas del ordenador, y ellos insist¨ªan, ?c¨®mo es que no puedes acercarte un momento, Toni, no te das cuenta de que es preciso que me soluciones este problema? Y yo ve¨ªa a los enfermos esperando cuatro horas en urgencias para ser atendidos y o¨ªa a esos clientes que no pod¨ªan esperar ni cinco minutos porque el ordenador se les hab¨ªa estropeado, y nada encajaba. No entend¨ªa nada. Mejor dicho, lo entend¨ª todo de golpe".
Toni es un hombre t¨ªmido, pero no es pusil¨¢nime. Es idealista pero no ingenuo. Su vocaci¨®n es la escena. El teatro. Crear un personaje. Ser otro, aunque sin dejar por completo de ser ¨¦l. ?Qu¨¦ significa ser actor? Exactamente eso, aunque no tengas fama. Aunque sepas que nunca vas a ser m¨¢s que un hombre que puede hacer re¨ªr cuando hace unos gestos y se pone la nariz roja del payaso y da zancadas como si fuera a caerse. Y unos m¨¢s que otros lo cierto es que todos r¨ªen. Incluso ¨¦l mismo tambi¨¦n r¨ªe. Le importa bien poco ser profesional de la escena. Lo que s¨ª le importa es el concepto de escena. La situaci¨®n de un ser humano ante la escena, actuando frente a un p¨²blico que, si lo miras bien, es tan irreal o imaginario como el actor.
Cada mes procura actuar al menos una vez. D¨ªas antes de sufrir aquella embolia de la que se repuso totalmente, Toni P¨¦rez representaba una obra de Chejov en la que el personaje sufre un infarto. "Y yo experiment¨¦ el infarto como si de verdad me ocurriera a m¨ª, y cuando tuve la embolia record¨¦ la escena de Chejov y pens¨¦: es igual, m¨¢s o menos lo mismo, la muerte debe ocurrir as¨ª, como un acto esc¨¦nico en el que el papel representado se convierte en el papel vivido".
Fund¨® con unos amigos la compa?¨ªa Taramateatre y la colg¨® en la red a?adiendo el com a modo de falsa narizota. Esto ocurri¨® hace ya diez a?os. Y desde el arranque de este siglo ha orientado su trabajo c¨®mico hacia el mundo de las payasadas y, en definitiva, hacia un p¨²blico infantil. Por eso quer¨ªa ir a los campamentos con una amiga que se llama M¨®nica que nada m¨¢s abrir la boca te partes de la risa, y ellos se pagaron el viaje y fueron al desierto con sus instrumentos y sus disfraces, y el desierto, de puro milagro, se hizo peque?o como un teatro de marionetas. A lo largo de una semana inolvidable actuaron dos veces cada d¨ªa. Improvisaron una obra que dur¨® 45 minutos. Jam¨¢s hab¨ªa vivido una cosa as¨ª. Los ni?os de Smara y de Ausert los segu¨ªan a las jaimas, desfilaban con ellos, saltaban de alegr¨ªa a golpe de tambor. "Nunca la flauta y la trompeta hab¨ªan sonado antes de aquel modo sobre la arena, hasta perderse en el horizonte", recuerda Toni. Y a?ade que s¨®lo en un lugar tan duro y miserable como aquel, el ser humano muestra toda su grandeza. "All¨ª no se puede vivir y viven. No hay serpientes ni escorpiones porque es demasiado ¨¢rido, y sin embargo estas personas resisten tanto o mas que las cabras, que las moscas, que alg¨²n que otro perro...".
Ahora piensa en volver. Piensa en adoptar a un ni?o saharaui. O al menos piensa en acoger durante los meses del verano a una de esas criaturas que ¨¦l cuidar¨ªa con M¨®nica, su compa?era de trabajo y de ilusiones. "Y me gustar¨ªa decir una cosa. Quiero decir que todos los seres agraciados que vivimos en una sociedad desarrollada deber¨ªamos pasar al menos una semana en uno de esos campamentos con los saharauis. Hablan nuestro idioma, nos quieren aunque los hayamos olvidado. Y todav¨ªa conf¨ªan en nosotros, a¨²n tienen esperanza".
www.ignaciocarrion.com
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