Viaje a ninguna parte
Vivir es pasar de un espacio a otro haciendo lo posible para no golpearse. Lo escribi¨® Georges P¨¦rec, el autor de La vida, instrucciones de uso. Lo principal, por tanto, es evitar los golpes mientras nos desplazamos. A Gaud¨ª lo atropell¨® un tranv¨ªa en Barcelona mientras iba pensando en torres esot¨¦ricas y arquitecturas m¨ªsticas. Creyeron que era un pobre. A Roland Barthes se lo llev¨® por delante un cami¨®n de la leche (mejor dicho, el peque?o cami¨®n del lechero) cuando sal¨ªa del Colegio de Francia de dar un seminario. En un segundo, con un poco de suerte (mala suerte) es posible alcanzar el grado cero de la existencia, fundirse en negro o, lo que es lo mismo, quedarse en blanco para siempre jam¨¢s por culpa de un cami¨®n de reparto de leche, un tranv¨ªa inoportuno, un avi¨®n que se cae, un barco que se hunde o un coche que se estrella en una carretera nacional a la vuelta de un puente festivo.
?Conviene a los discretos quedarse en casa? La respuesta a la vieja cuesti¨®n nos la dar¨¢n, inevitablemente, despu¨¦s de la publicidad, pero no hay m¨¢s que anuncios de coches cada d¨ªa m¨¢s r¨¢pidos y de agencias de viajes cada vez m¨¢s baratas. Es dif¨ªcil hacer o¨ªdos sordos a tanta oferta tentadora que nos invita, por unos pocos euros que nos puede fiar cualquier banco o cualquier prestamista, a cambiar de paisaje y de aire y de piel. Es dif¨ªcil quedarse, renunciar a moverse, no cambiar tu lugar en el mundo durante por lo menos 15 d¨ªas. Si fuera cierto que el viajar ense?a, dec¨ªa Rusi?ol, los revisores de billetes ser¨ªan los hombres m¨¢s sabios del planeta. Y Kant no hubiera sido m¨¢s que un pobre palurdo provinciano. Nuestros pol¨ªticos, sin ir m¨¢s lejos, no paran de viajar (su trabajo es, en cierta manera, el de viajantes o representantes o visitadores de ciudades y foros lejanos) y no por ello son m¨¢s sabios y m¨¢s justos o cabales.
Viajas, luego existes. Puedes pasarte un d¨ªa o una vida pensando, y seguir¨¢s sin ser porque el axioma es otro. Descartes ha prescrito. De manera que hay que comprarse un mapa y una gu¨ªa del mundo (ni siquiera nos sirve La vida, instrucciones de uso de P¨¦rec). Hay que estar en el mundo, es decir, viajando por el mundo o, mejor dicho, por los cuatro lugares que importan en el mundo. Por eso los cocineros vizca¨ªnos se desplazaron la semana pasada a Nueva York. Siete talentos de la cocina vasca presentaron en la ONU una de las facetas m¨¢s notables (quiz¨¢s la m¨¢s notable) de nuestro territorio. Dijo el embajador de Espa?a en Estados Unidos una ma?ana del mes de mayo del a?o 2006: " La cocina pone a Bilbao en el mapa". Alguien esculpir¨¢ la frase. Los ingleses del siglo XVI, sin embargo, conoc¨ªan muy bien a Bilbao y Bilbao figuraba en sus mapas y llamaban bilboes (bilbaos) a una clase excelente de grilletes y espadas. Da lo mismo, de acuerdo, hasta aqu¨ª hemos llegado. Ha terminado la era del hierro y parece que, al fin, van a acabarse los a?os del plomo. El siglo de las luces apenas nos roz¨®. S¨®lo algunos amigos del pa¨ªs recuerdan a Pe?aflorida. Nuestro f¨²tbol es s¨®lo una leyenda.
Queda, por tanto, inaugurada la edad de la gastronom¨ªa y el turismo. La delegaci¨®n vizca¨ªna en Manhattan, cuentan las cr¨®nicas, ha hecho un papel magn¨ªfico y ha aprobado con muy buena nota los ex¨¢menes de los cr¨ªticos gastron¨®micos yanquis. Uno dec¨ªa que lo mejor de todo fueron los esp¨¢rragos. Otro que los esp¨¢rragos, precisamente, fueron lo menos bueno entre lo bueno. El asunto del condumio es as¨ª. En todo caso, est¨¢ claro que hay gente dispuesta a tomar un avi¨®n y volar 14 horas para comer en un buen restaurante. Eso es precisamente lo que se pretende: dar de comer a los americanos ricos. Lo primero, por tanto, es poner en el mapa de los americanos ricos nuestro peque?o pa¨ªs de grandes cocineros, mediocres futbolistas y encantadores valles. Del turismo de calidad depende, al parecer, nuestro futuro. Nuestra prosperidad depende de que muevan el culo esos americanos. ?Y en qu¨¦ consiste nuestra prosperidad? Seguramente en hacer como ellos, pero en sentido inverso: comer en Nueva York y volvernos a casa tan contentos. Vivir es pasar de un espacio a otro, ya lo dec¨ªa P¨¦rec, pero un buen d¨ªa se cruza en tu camino el cami¨®n de la leche, o mejor: al cami¨®n de la leche se le acaba la gasolina y se termina el viaje hacia ninguna parte y descubres que en casa, al fin y al cabo, no se estaba tan mal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.