Eduardo Obreg¨®n Barreda, ex presidente del Parlamento de Cantabria
Fue uno de los cinco fundadores del PRC
Acaba de morir en Santander Eduardo Obreg¨®n Barreda, catedr¨¢tico de Griego. ?se fue siempre su mejor t¨ªtulo, como un don Miguel de Unamuno local, un viejo profesor con el respeto de sus incontables alumnos en el Instituto Santa Clara, del que fue director durante dif¨ªciles a?os, entre 1960 y 1967. Permaneci¨® en el centro como docente hasta su jubilaci¨®n, en 1980.
Por entonces el de Santa Clara era el ¨²nico Instituto de Ense?anza Media en la capital de Cantabria, -s¨®lo hab¨ªa otro m¨¢s, el de Torrelavega-. Era -y es- un feo caser¨®n dividido de forma harto complicada, que d¨¦cadas despu¨¦s Obreg¨®n detallaba con socr¨¢tica, sufriente, iron¨ªa: a la derecha del edificio, mirando desde la bah¨ªa, estaba el portal¨®n de entrada de los chicos, que ocupaban los dos pisos superiores; y por la izquierda, desde otra calle, acced¨ªan las chicas, menos numerosas, residenciadas en la planta baja, patio interior incluido. En evitaci¨®n de malos pensamientos, es decir, para no verlas, una direcci¨®n anterior, nacionalcat¨®lica a machamartillo, mand¨® pintar de blanco los cristales de todas las ventanas, de forma que los futuros bachilleres eran conscientes de cursar en un instituto mixto s¨®lo por el griter¨ªo de unos y otras, tras impenetrables ventanales.
Obreg¨®n militaba entonces en Cristianos por el Socialismo y en el Frente de Liberaci¨®n Popular (Felipe), despu¨¦s de alguna actividad en la Hermandad Obrera de Acci¨®n Cat¨®lica (HOAC). De esta militancia arriesgada -un art¨ªculo suyo en la Hoja del Lunes de Santander sobre el golpe militar contra Salvador Allende en Chile, el 11 de septiembre de 1973, muy aplaudido por la prensa espa?ola en pleno, le vali¨® una buena bronca del gobernador civil de turno-, se dedujo con naturalidad que, llegadas las primeras elecciones tras la muerte del dictador Franco, Obreg¨®n fuese designado por toda la izquierda uno de sus candidatos al Senado. Pero encaj¨® mal en el socialismo oficial, pese a su fama de viejo profesor, y en las municipales de 1979 ya figur¨® como cabeza de lista en Santander por el Partido Regionalista de Cantabria (PRC), del que hab¨ªa sido un a?o antes uno de sus cinco fundadores, junto a Miguel ?ngel Revilla (actual presidente del Gobierno regional), los sindicalistas de Torrelavega Jos¨¦ Somarriba y Jos¨¦ Luis Oria, y el camargu¨¦s Ignacio G¨®mez Llata.
Con este partido hizo Obreg¨®n el resto de su carrera pol¨ªtica, retirado ya de la c¨¢tedra de Griego, hasta que en 1990, siendo presidente de la Asamblea Regional de Cantabria (actual Parlamento) por los votos de PSOE, PRC y CDS (no se pusieron de acuerdo, en cambio, para formar gobierno, que dejaron en minor¨ªa a Juan Hormaechea), una extravagante sentencia redactada por el magistrado Claudio Movilla, entonces presidente del reci¨¦n creado Tribunal Superior de Justicia de Cantabria, lo apart¨® de mala manera de la pol¨ªtica. Cuando el Tribunal Supremo ech¨® abajo con estr¨¦pito aquella sentencia, hab¨ªan pasado casi cuatro a?os y Obreg¨®n era ya un hombre desencantado y enfermo, dolido por un acto judicial que consider¨®, con suma tristeza, "muy alejado del elemental sentido com¨²n".
Todo el mundo le dijo entonces que el fallo de Movilla no tendr¨ªa pase en un tribunal superior al suyo, pero se empe?¨® en dar prueba de ¨¦tica intransigente. Dimiti¨® y se fue a casa, lejos de todo, tambi¨¦n del partido que hab¨ªa contribuido a fundar y a triunfar. No volvi¨®. Quedar¨¢ como hombre ¨ªntegro, culto, amable y dialogante, barrido por una injusticia irreflexiva. Fue enterrado en Esles (Santa Mar¨ªa de Cay¨®n), despu¨¦s de dos d¨ªas de luto oficial y las banderas de los edificios p¨²blicos ondeando a media asta por decreto del Gobierno de Cantabria. Era autor de seis libros, entre ellos Las razones del proletariado, Democracia y El mundo de las palabras.
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