Desobediencia televisiva
El presente libro confirma algo que a los cr¨ªticos de la premio Nobel austriaca les cuesta reconocer: Jelinek es de los pocos escritores capaces de plantear un desaf¨ªo al establishment pol¨ªtico. En Bambilandia. Babel, dos textos concebidos originalmente para el teatro, no s¨®lo nos obliga a mirar de cerca las atrocidades de la guerra de Irak, sino que denuncia la connivencia de intereses internacionales que la hizo posible. Quien afirmaba que Jelinek no es m¨¢s que una escritora de provincias, podr¨¢ comprobar aqu¨ª que su foco de indignaci¨®n nunca fue Austria y sus circunstancias particulares, sino los abusos de poder, el af¨¢n de lucro y la falta de escr¨²pulos de los pol¨ªticos en el enmara?amiento impenetrable entre ideolog¨ªa y cultura, violencia y raz¨®n, industria b¨¦lica y pornograf¨ªa.
BAMBILANDIA. BABEL
Elfriede Jelinek
Traducci¨®n de Claudia Barico
Barcelona. Destino, 2006
172 p¨¢ginas. 19,50 euros
La otra cuesti¨®n que suscita su lectura tampoco es balad¨ª: ?de qu¨¦ manera la literatura contempor¨¢nea puede acercarse al tema de la guerra, sin comerciar con el horror o los buenos sentimientos, dejando margen al lector para que pueda reflexionar sobre los hechos y no sucumbir bajo su peso emocional? No es que Jelinek haya cambiado en estos mon¨®logos despersonalizados la f¨®rmula que viene variando desde hace tiempo, con mejor fortuna en sus obras de teatro, con menos punter¨ªa en novelas como Obsesi¨®n: datos concretos (en el caso que nos ocupa: sobre armamento y operaciones b¨¦licas), en libre asociaci¨®n sarc¨¢stica con las peores sospechas, pasados por un turmix de t¨®picos y trilladas frases televisivas. Para el tema escogido ha resultado especialmente apropiado. Con su habitual sentido de humor abismal y su intelecto espl¨¦ndidamente agudo, en trinidad non sancta con su desparpajo tonificante, la "moralista incurable" presenta una amalgama de informes de guerra, "war-tainment" y juego intertextual que se coagula en una cr¨ªtica cabal de la actuaci¨®n de Estados Unidos en Irak y del siniestro papel de los medios.
Jelinek nos sienta en la buta
ca del televisor, sintoniza CNN, quita el sonido, y hace proferir a todos los implicados -los periodistas, el mercenario degollado Peter, Dick Cheney, incluido Dios y "Jes¨²s W. Bush"- las barbaridades que suelen disimular con ret¨®rica oportunista: "Usted actu¨® de modo absolutamente correcto cuando les dispar¨® a las siete mujeres con los ni?os en la camioneta, quiero aprovechar justamente esta oportunidad para dec¨ªrselo de nuevo con todas las letras, porque no se detuvieron pese a todos los disparos de advertencia, y eso no puede ser, as¨ª las cosas no funcionan". Y, saltando de malicia en irreverencia, saqueando adem¨¢s el vocabulario heroico de Los persas de Esquilo, sigue Jelinek la puesta en im¨¢genes de la guerra y su efecto anulador, se trate de la decapitaci¨®n del mercenario norteamericano, de los misiles ca¨ªdos por error en un mercado, o de las diversiones de la soldado Lynndie England en Abu Ghraib: "Yo me olvido de todo y empiezo de nuevo. Yo digo: el esp¨ªritu es pecado. Eso lo dicen siempre los cristianos cuando no se les ocurre otra cosa: ese esp¨ªritu es una gran tentaci¨®n, pero debemos resistirnos. Despu¨¦s de todo para eso somos cristianos. Para no hacer preguntas tontas".
Con su ininterrumpida retah¨ªla coloquial Bambilandia reproduce estupendamente la viscosa papilla televisiva y lanza sugerentes "confesiones" que llevan a la ra¨ªz del conflicto. "En eso se basa en suma nuestra civilizaci¨®n, en que los seres humanos somos diferentes. Pero no quieren aceptarlo los negros del desierto. (...) De sus instintos es de donde vino el mal. De un cristiano peripuesto que dice que el fuerte es el malvado. Qu¨¦ tonter¨ªa. Y c¨®mo puede tomar alguien el partido del d¨¦bil, del bajo, del malogrado. Yo no lo tomo". Frente a la contundente redondez del primer texto, los dos primeros de los tres mon¨®logos de Babel se resienten de un desv¨ªo tem¨¢tico y del gran vicio de esta autora: los retru¨¦canos. Ah¨ª Jelinek se pasa de rosca, aunque no desentone del todo con la atontadora tormenta de im¨¢genes. La traductora se ha lucido con un esmerado aparato de notas que facilitan la apreciaci¨®n de la sofisticada intertextualidad, cuyas referencias pol¨ªticas, po¨¦ticas o filos¨®ficas desmienten la rusticidad verbal de muchos pasajes de un libro, por otro lado, inusualmente inspirado, adem¨¢s de hilarante y feroz.
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