Un podio a la sombra del esc¨¢ndalo
Jos¨¦ Enrique Guti¨¦rrez termina segundo de un Giro oscurecido por las detenciones de Madrid
Y mientras tanto, estos d¨ªas en que en Espa?a la cr¨®nica ciclista se convert¨ªa en novela m¨¦dico-policial, en Italia se corr¨ªa el Giro, una carrera que muchos aficionados relegaron a un segundo plano o comenzaron a mirar con ojos diferentes seg¨²n se iba desvelando la trama de Eufemiano Fuentes y sus compa?eros de empresa.
El Giro ha sido cosa de Ivan Basso -gan¨® con la mayor ventaja sobre el segundo, m¨¢s de nueve minutos, desde 1965-, un corredor italiano de 28 a?os, el gran delf¨ªn de Armstrong en los ¨²ltimos Tours, un ciclista que tambi¨¦n ha sufrido su transformaci¨®n en el camino, en el viaje de tres semanas que le llev¨® ayer a lo m¨¢s alto del podio de Mil¨¢n vestido de rosa. Y no s¨®lo porque lo empez¨® casado y con una hija, Domitilla, y lo termin¨® con un segundo reto?o, Santiago, nacido el viernes.
La metamorfosis fue m¨¢s radical.
Basso comenz¨® el Giro apelando al esp¨ªritu y la prudencia, al tranquilo, tranquilo, que hizo legendarios Indurain. Mediada la carrera, cuando alcanz¨® la maglia rosa en la ascensi¨®n a la Maieletta (octava etapa), empez¨® a descubrirse que si bien en su cabeza -sus declaraciones- segu¨ªa siendo Indurain, en su forma de correr -en su canibalismo-, era m¨¢s bien Armstrong, el Armstrong d¨¦spota y terrible que domin¨® los ¨²ltimos siete Tours. Tras su segunda victoria de etapa, en lo alto del monte Bondone que Gaul bajo la nieve insert¨® en la ¨¦pica hace 50 a?os, todo rastro de la tranquilidad de Indurain desapareci¨® de su sereno rostro: Basso era Armstrong. Y algo m¨¢s: un peque?o matiz del Pantani desmedido que acab¨® en la ruina del Giro del 99 comenz¨® a asomar en su porte.
La transformaci¨®n culmin¨® el s¨¢bado, en la ascensi¨®n y descenso del Mortirolo, en la llegada a Aprica. All¨ª el aroma era inconfundible: el olor de Madonna di Campiglio, el lugar en el que en 1999 un hematocrito elevado acab¨® con la carrera y con media vida de Marco Pantani.
Basso termin¨® siendo Pantani. So?aba con ser Indurain, el caballero que hac¨ªa amigos dejando las victorias de etapa a los dem¨¢s, y termin¨® tambi¨¦n sufriendo el desprecio del tercer clasificado, el ligero Gilberto Simoni, quien no se ha mordido la lengua. El s¨¢bado le acus¨® de enga?arlo, de atacarle cuando ¨¦l sobreentend¨ªa que le dejar¨ªa ganar en Aprica; le llam¨® "fen¨®meno" y "extraterrestre", dos calificativos que en el ciclismo actual, en el que cualquier demostraci¨®n de superioridad es sospechosa, s¨®lo se entienden como peyorativos.
Ayer, en Mil¨¢n, Simoni fue un paso m¨¢s lejos. "Basso me pidi¨® dinero por dejarme ganar en Aprica", denunci¨® el ciclista de Trento. "No permitir¨¦ que nadie arruine mi victoria", respondi¨® Basso de una denuncia que ser¨¢ investigada por la federaci¨®n italiana.
A la izquierda de Basso en el podio -con su hijo Ib¨¢n, con b, en brazos-, a su sombra durante toda la carrera, destac¨® un ciclista valenciano de enorme talla -1,89 metros- y peso -79 kilos-, las medidas de Indurain. "Estoy en una nube", dijo Jos¨¦ Enrique Guti¨¦rrez, valenciano, conocido como el b¨²falo por su forma de mover la boca y los labios, que lleg¨® al Giro diciendo que iba a acabar en el podio, afirmaci¨®n que nadie tom¨® en serio hasta la ¨²ltima semana. Hasta los d¨ªas en que Guti¨¦rrez, de 32 a?os, maglia rosa por un d¨ªa en 2000, su gran peso, su gran carcasa, se mov¨ªan con agilidad, seguridad y fuerza por los m¨¢s empinados puertos dolom¨ªticos. El gran momento del corredor del Phonak, su gran demostraci¨®n, lleg¨® el s¨¢bado en el Mortirolo. El puerto en el que Indurain super¨® sus l¨ªmites en 1994 para acabar p¨¢jara llegando a Aprica, el puerto en el que Olano sucumbi¨®, de rosa, en el 96, no fue obst¨¢culo para que Guti¨¦rrez alcanzara un caj¨®n en el podio de Mil¨¢n cinco a?os despu¨¦s de que dos espa?oles, Olano y Unai Osa, lo hicieran en un Giro, el de 2001, tambi¨¦n corrido a la sombra del esc¨¢ndalo, de los casos de dopaje y de la redada de San Remo.
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