Siempre pregunta por qu¨¦
Contra lo que se cree, el caso Enron no ha acabado con la declaraci¨®n de culpabilidad de sus dos principales responsables. Ni siquiera cuando el juez les imponga las sentencias, ni aun cuando ¨¦stas les mantengan en prisi¨®n el resto de sus vidas. El caso del mayor fraude corporativo en la historia terminar¨¢ cuando se devuelva el dinero -o al menos parte del mismo- a los estafados de la que fue la s¨¦ptima compa?¨ªa norteamericana a principios del siglo XXI.
El d¨ªa antes de que la Justicia diese carta de naturaleza a lo que Lay y Skilling hab¨ªan hecho contra tanta gente, un juez norteamericano lleg¨® a un acuerdo con tres grandes bancos de negocios (J. P. Morgan Chase, Citigroup y Canadian Imperial Bank of Commerce) para que paguen 6.600 millones de d¨®lares (cerca de un bill¨®n de las antiguas pesetas) a los antiguos accionistas de Enron, ya que ayudaron a ¨¦sta a ocultar sus delitos financieros. Los demandantes aseguran haber perdido unos 40.000 millones de d¨®lares.
Recordemos en qu¨¦ consisti¨® el caso Enron: poco despu¨¦s de los atentados terroristas contra las Torres Gemelas y el Pent¨¢gono, una de las empresas m¨¢s halagadas, considerada hasta el d¨ªa anterior por Wall Street como un "valor seguro", quebraba y se llevaba por delante la inversi¨®n de sus accionistas, miles de puestos de trabajo, y los ahorros y las pensiones que los jubilados hab¨ªan puesto en su fondo de pensiones. Con un valor burs¨¢til de 70.000 millones de d¨®lares, las acciones de Enron cayeron de 82 d¨®lares a menos de uno. El enga?o de sus m¨¢ximos ejecutivos (entre los que se encontraban los citados Lay y Skilling, presidente y consejero delegado, el director financiero Andrew Fastow -condenado a 10 a?os de c¨¢rcel y achicada su sentencia si delataba a sus superiores- y un alto cuadro que se suicid¨® de un tiro en la cabeza); el uso de la informaci¨®n privilegiada que les permiti¨® vender sus acciones cuando estaban arriba mientras arrastraban a la ruina al resto del colectivo; el hecho de que los bancos de negocios recomendasen comprar acciones de Enron hasta la v¨ªspera del desastre; el que los numerosos analistas, compa?¨ªa auditora (Andersen, el patr¨®n oro de las auditoras, que desapareci¨® en el descr¨¦dito), el organismo regulador de las sociedades que cotizan en Bolsa, y la prensa especializada no detectasen el enga?o; las relaciones de sus dirigentes con la Casa Blanca (Enron fue el principal donante de la campa?a electoral de Bush en el a?o 2000) son aditamentos de un suceso financiero que el economista Paul Krugman ha considerado m¨¢s perturbador para la moral de la econom¨ªa que el 11-S para la pol¨ªtica. Todo se confabul¨® para que aquellos que ten¨ªan que decir "no", no lo dijeran. Se cumple la profec¨ªa que el heraldo medi¨¢tico del capitalismo contempor¨¢neo, el semanario The Economist, hac¨ªa hace unos meses con motivo de su 160 cumplea?os, en un reportaje titulado "Capitalismo y democracia": los m¨¢s eficaces enemigos del capitalismo son los propios capitalistas; no los movimientos altermundistas, la izquierda socialdem¨®crata o los restos del naufragio comunista, sino los amigos del capitalismo, sus hombres de confianza que hace tiempo han soltado las riendas y abusan de su poder sin l¨ªmites.
Casi coincidiendo con la culpabilidad de los principales dirigentes de Enron han coincidido en las pantallas de cine dos pel¨ªculas sobre el asunto. La primera, una ficci¨®n titulada Dick y Jane, ladrones de risa es una mala cinta, pero muy pedag¨®gica: cualquiera puede entender c¨®mo Globodyne (parodia de Enron) pod¨ªa mostrar un balance aparentemente lleno de ganancias, y en realidad plagado de deudas. La segunda, Enron, los tipos que estafaron a Am¨¦rica es un extraordinario documental que aspir¨® al Oscar del g¨¦nero este a?o. No se atrevieron a d¨¢rselo. En ¨¦l se hallan todas las claves de ese castillo de naipes sobre un charco de gasolina que fue la compa?¨ªa en cuesti¨®n. Con este documental puede pasar lo mismo que con El C¨®digo Da Vinci (aunque la calidad del primero no tenga nada que ver con la mediocridad de la segunda pel¨ªcula): que su visi¨®n es m¨¢s vitri¨®lica que la lectura de cualquier libro o informe sobre lo que fueron las estafas en la Am¨¦rica corporativa a partir del a?o 2000 (Canal + pasar¨¢ Enron, los tipos que estafaron a Am¨¦rica el lunes d¨ªa 5 de junio).
De la visi¨®n de estas dos pel¨ªculas se pueden establecer algunas analog¨ªas que superan el caso Enron y conforman una teor¨ªa m¨¢s general.
1. La realidad de Enron y el mundo del cine tienen muchas cosas en com¨²n. Lo declara el director del documental, Alex Gibney, en algunas entrevistas sobre sus personajes: hab¨ªa poca diferencia entre Enron y un estudio de Hollywood; la empresa era como una m¨¢quina de propaganda, y sus directivos ejerc¨ªan como directores de una pel¨ªcula de ciencia-ficci¨®n: se lo hab¨ªan inventado todo. "Me sorprendi¨® mucho que casi todo el mundo creyera la historia de Enron. Periodistas, analistas financieros, profesores universitarios de econom¨ªa, ?incluido Alan Greenspan! [que aparece recibiendo el Premio Enron al Servicio P¨²blico]. Es muy probable que en ello influyera el hecho de que las mentiras de Skilling y Lay estuvieran cubiertas por un mantra ideol¨®gico en el que toda la comunidad empresarial de EE UU estaba diciendo creer: todo ir¨¢ bien si no hay ninguna regla".
Algunos de los que participan en la pel¨ªcula, actores reales de la tragedia humana, comparan a Enron con Titanic:en el Titanicel capit¨¢n se hunde con el barco; en Enron primero se concedi¨® una prima a ¨¦l mismo y a sus amigos y despu¨¦s subieron a un bote salvavidas mientras dec¨ªan a quienes se quedaban: "Todo va a salir bien".
2. El darwinismo socialque implantan Lay y Skilling en el seno de la compa?¨ªa responde a la filosof¨ªa de uno de los libros favoritos del segundo: El gen ego¨ªsta,del et¨®logo Richard Darking, que escribe: "Somos m¨¢quinas de supervivencia, estamos programados a ciegas con el fin de perpetuar la existencia de los ego¨ªstas genes que albergamos en nuestras c¨¦lulas". La avaricia y la competitividad, por ejemplo, prevalecen en la transmisi¨®n gen¨¦tica. Se form¨® en Enron un Comit¨¦ de Revisi¨®n de Rendimientos, que clasificaba a los empleados en una escala de cinco a uno, seg¨²n lo que votaba la propia plantilla; aproximadamente el 10% del total obten¨ªa un cinco y hab¨ªa que despedirlo. Al m¨¦todo lo llamaron "clasificar y arrancar". Alguien dice en el documental que le parece brutal un proceso en el que un chico de 25 a?os pasa por esa evaluaci¨®n y cobra un bonusde cinco millones de d¨®lares al salir en esa ocasi¨®n con muy buen resultado. Un operador muy joven, con un discurso y unos ojos dignos de ingresar directamente en un frenop¨¢tico, declara a la c¨¢mara ri¨¦ndose: "Si voy a ir al despacho de un jefe para hablarle de mi sueldo, y si pisarle el cuello a alguien va a duplicar ese sueldo, pues se lo piso".
3. Se permit¨ªa a Enron contabilizar potenciales beneficios futuros (se concretasen o no) en el momento de cerrar un negocio. Por muy pocos ingresos reales que la compa?¨ªa tuviera de cara al exterior, los beneficios de Enron pod¨ªan ser lo que los responsables de Enron quer¨ªa que fuesen. Inventaron lo que en el documental se denomina la Contabilidad del Valor Futuro Hipot¨¦tico (CVFH). Fastow, el director financiero, fue un protegido de Skilling hasta que se convirti¨® en el chivo expiatorio del agujero;su trabajo consisti¨® en encubrir que Enron no era una empresa energ¨¦tica sino una fantas¨ªa financiera: desafiaba las leyes de la gravedad financiera, escondiendo una deuda superior a los 30.000 millones de d¨®lares y creando cientos de compa?¨ªas instrumentales para hacer un truco de magia: manejar la cotizaci¨®n de Enron ocultando la deuda. Los inversores cre¨ªan que el dinero no dejaba de entrar, pero Enron escond¨ªa su deuda en las compa?¨ªas fantasmas, donde los inversores no pod¨ªan verla.
4. Ya hemos citado la complicidad de bastantes bancos de negocios y de la mayor¨ªa de los analistas. Ah¨ª est¨¢n muchas de las firmas y de los nombres que forman la aristocracia financiera de Wall Street. Hoy se conoce que muchos de ellos no s¨®lo formaron parte de las pr¨¢cticas enga?osas de Enron sino que las promovieron o se beneficiaron de ellas. Hasta ahora se sab¨ªa de algunos correos electr¨®nicos internos de Merrill Lynch en el que algunos de sus analistas se burlaban del nulo valor de unas acciones que oficialmente recomendaban. El documental muestra c¨®mo casi todos los analistas que cubr¨ªan a Enron recomendaron siempre la compra de sus acciones, pero el que no comulgaba con la compa?¨ªa se convert¨ªa en un enemigo de la misma. Es el caso de John Olson, analista cr¨ªtico con Enron que fue despedido de Merrill Lynch cuando recibi¨® ¨®rdenes de Fastow del tipo "o buscas a alguien que est¨¦ con nosotros y recomiende la compra o dejamos de hacer negocios contigo"; Merrill expuls¨® a Olson y Enron la recompens¨® con dos negocios de inversi¨®n de 50 millones de d¨®lares.
5. El lema publicitario de Enron, en una crueldad parad¨®jica que se observa posteriormente a su quiebra, era el de Ask why(pregunta por qu¨¦). Nadie lo hizo. Parece un reto inconsciente destinado a los observadores externos: preg¨²ntese por qu¨¦ Enron ha tenido tanto ¨¦xito desde que naci¨® en 1985. Ask whyrecuerda a los grandes criminales que siempre dejan pistas a los detectives, como si quisieran jugar con ellos al rat¨®n y al gato. Enron tambi¨¦n fue la empresa m¨¢s aplaudida por los medios de comunicaci¨®n. La revista Fortunele dio durante seis a?os seguidos el galard¨®n a la empresa m¨¢s innovadora de EE UU. Y el castillo de naipes s¨®lo comenz¨® a caer cuando una periodista de esa publicaci¨®n comenz¨® a hacerse la pregunta m¨¢s sencilla: ?c¨®mo gana exactamente Enron su dinero?
Buena lecci¨®n para el periodismo de todos los tiempos, en todos los lugares: siempre hay que preguntarse por qu¨¦ y no fiarse de las respuestas que se dan. Sobre todo, si esas respuestas no son racionales.
El caso Enronha inaugurado una ¨¦poca en la que no se quieren consentir ese tipo de abusos motivados por la ausencia de una regulaci¨®n eficaz. Quiz¨¢ incluso en algunas ocasiones haya generado una reacci¨®n sobrerregulatoria. Pero ya no bastan las apelaciones a la buena voluntad, sino a la ley. El presidente de la SEC, William Donalson, declar¨® en el Senado americano: "La autorregulaci¨®n ha fracasado". Y el Nobel de Econom¨ªa Joseph Stiglitz ha escrito en Los felices noventa:"El mantra de la desregulaci¨®n se ha revelado como una trampa que, lejos de llevarnos al grado de regulaci¨®n m¨¢s adecuado, nos ha conducido a la supresi¨®n irreflexiva y sin m¨¢s de todo mecanismo regulador? Las econom¨ªas de mercados no se autorregulan, son zarandeadas por golpes que est¨¢n fuera de su control, tienen tendencias a las man¨ªas y a los p¨¢nicos, a la exageraci¨®n irracional y al pesimismo, a una asunci¨®n de riesgos que roza los juegos de azar, y a que muchos de sus errores y fechor¨ªas sean soportadas por toda la sociedad".
?C¨®mo suena esto en los momentos de las pir¨¢mides fallidas, tan de actualidad?.
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