?Siempre nos quedar¨¢ Blasco!
Rafa Blasco, el hombre de las mil soluciones en la pol¨ªtica valenciana, y tambi¨¦n el m¨¢s dispuesto, acaba de ser designado como conseller de Sanidad, dicen que por Paco Camps. La consternaci¨®n entre los sanitarios es grande
Noticia bombita
Los que todav¨ªa le quieren le comparan, por su jeta, a Gene Hackman, olvidando que el artista del cine norteamericano siempre ha elegido papeles m¨¢s bien dubitativos, incluso en sus pel¨ªculas m¨¢s contundentes (como La tapadera, por ejemplo) y pasando por alto que este artista de la pol¨ªtica jam¨¢s ha manifestado la menor duda respecto del lugar en que deb¨ªa estar a la hora convenida. A la hora que le conven¨ªa, para ser exactos. Buscabullas pseudomao¨ªsta de vocaci¨®n, se hizo pasar por peso¨ªsta de izquierdas para salir, y con suerte, con lo puesto, que era mucho, antes de ejercer de populero de derechas y aupar al pobre Zaplana a un poder que tanto contribuy¨® a enriquecer las enardecidas aventuras de esa extra?a pareja, y despu¨¦s se ocup¨® en su ministerio local de ?Bienestar Social!, antes de volver a Territorio, que es su aut¨¦ntica vocaci¨®n desde el fracaso de las tentativas guerrilleras del FRAP. Si no podemos ganar el campo, lo destrozaremos. Alguien ha ordenado, una vez m¨¢s, que aparte sus manos del territorio. Una decisi¨®n que pagar¨¢n otros enfermos.
M¨²sica de supermercado
Tengo observado que en el s¨²per de la esquina, no s¨¦ si tambi¨¦n en otros, ponen de buena ma?ana la m¨²sica de The Police a todo volumen, quiz¨¢s capricho de la encargada a sabiendas de que la tienda est¨¢ vac¨ªa, mientras que hacia mediod¨ªa suena algo parecido al animoso vallenato para sintonizar, en horas de sobremesa, con versiones remotamente parecidas a Vivaldi o Mozart, quiz¨¢s para tranquilizar la visita de quienes desaprovechan la hora de la siesta para comprar manzanas. Son horas de poco traj¨ªn, salvo en la hora del vallenato, as¨ª que bien puede ocurrir que la canci¨®n que suena al entrar siga su marcha cuando dejas el establecimiento. Todo cambia, a media tarde, en los d¨ªas estrictamente laborables, porque entonces las colas ante la caja te obligan a escuchar diversas tonadillas encadenadas de Joaqu¨ªn Sabina, como un suplicio sin remedio. ?Qu¨¦ hacer? ?Abandonar la cola y la compra? ?Exigir a cambio tapones para los o¨ªdos? ?Un descuento? ?El libro de reclamaciones?
Otras m¨²sicas
El trayecto de Valencia a Castell¨®n en los trenes de cercan¨ªas no es cosa de broma. Para empezar, dura tanto como un vuelo a Par¨ªs o Amsterdam, por ejemplo, y carece de la nada desde?able ventaja de echar una miradita al mar desde lo alto o ver los Pirineos como min¨²sculos conos de chocolate coronados de nata. Pero no se trata de eso. La primera parada de ese rinoceronte ferroviario se produce en la Font de Sant Llu¨ªs, donde nunca he visto a nadie, y mira que llevo a?os, que suba o que baje. La siguiente es El Cabanyal, m¨¢s fundamentada. Pero es a partir de ah¨ª donde ponen la m¨²sica, as¨ª que la salida del t¨²nel coincide con algunos compases de algo parecido a la m¨²sica cl¨¢sica que se interrumpe para anunciar la pr¨®xima parada, Roca C¨²per. Y comienza el rosario de interrupciones. El tren se detiene donde menos te lo esperas, junto con la m¨²sica, y la frecuencia de las paradas lleva, junto con su anuncio por megafon¨ªa, a no saber qu¨¦ diablos est¨¢s escuchando.
Un veneno ben¨¦volo
Resulta curioso que de toda la trayectoria teatral de Rodolf Sirera, reciente premio Max de las Artes Esc¨¦nicas al mejor autor en catal¨¢n por Raccord, se mantengan con mayor lozan¨ªa las obras de car¨¢cter m¨¢s personal y m¨¢s directamente vinculadas con los vericuetos de la conducta humana, en detrimento de aquellas m¨¢s cargadas de revisiones hist¨®ricas. Y, sobre todo, que una primeriza El veneno del teatro, donde se reflexiona muy adrede sobre los l¨ªmites entre realidad y ficci¨®n, siga represent¨¢ndose sin cesar, quien sabe si por la facilidad de su puesta en escena o debido a que el autor dio ah¨ª en la diana con un tema que todav¨ªa fascina, m¨¢s por su ambig¨¹edad interrogativa que por sus aseveraciones. Misterios del alma humana.
Y todo lo contrario
La tranquilidad de Rodr¨ªguez Zapatero en el debate sobre el Estado de la Naci¨®n, sobre todo cuando escucha, contrasta con esa chuler¨ªa de Mariano Rajoy (al que una Maruja Torres sembrada compar¨® con un h¨¦roe zarzuelero) del "si no, nos enfadamos" con la que abandon¨® el estrado, en una demostraci¨®n de ni?o malcriado que se pone jotero si no se atienden sus caprichos. Peor fue el capote que intent¨® echarle Zaplana (al que cada vez se le queda m¨¢s cara de chiste) sobre la escrupulosidad democr¨¢tica, en una intervenci¨®n donde las palabras van por un lado y, como es habitual en ¨¦l, por otros derroteros se desplaza la expresi¨®n de un rostro infumable que se arruga mal, tanto por el paso del tiempo como por el poso de una ganada incertidumbre.
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