Una aut¨¦ntica verg¨¹enza
A alguien se le deber¨ªa caer la cara de verg¨¹enza. Alguien deber¨ªa dimitir (?qu¨¦ ingenuidad!) porque entre la autoridad y los taurinos est¨¢n destruyendo esta fiesta. Y van a conseguir que desaparezca con celeridad porque no es posible mayor incompetencia ni un ataque m¨¢s furibundo al coraz¨®n mismo de este espect¨¢culo.
El toro bravo est¨¢ en grav¨ªsimo peligro de extinci¨®n. Lo que sali¨® ayer en Las Ventas no es un toro, sino un suced¨¢neo de un animal poderoso que anta?o existi¨®.
Lo de ayer fue otro fraude morrocotudo, otro enga?o de toros inv¨¢lidos y moribundos. Y era la Corrida de Beneficencia, la m¨¢s importante del a?o, seg¨²n dicen. Pero, ?qu¨¦ broma es ¨¦sa? Al empezar, la corrida era un remiendo impresentable de dos ganader¨ªas que demostraron que son pura basura.
Jandilla / Rinc¨®n, El Cid, Castella
Tres toros de Jandilla -otros tres fueron rechazados en el reconocimiento-; primero, manso; segundo y tercero devueltos; primer sobrero, de Mois¨¦s Fraile, descastado; segundo sobrero, de El Torre¨®n, corrido en sexto lugar, descastado; tercero, cuarto y quinto, de Puerto de San Lorenzo: tercero, inv¨¢lido; el cuarto devuelto y sustituido por un sobrero de Pereda, inv¨¢lido; el quinto, tambi¨¦n inv¨¢lido. C¨¦sar Rinc¨®n: pinchazo, media tendida -aviso- y un descabello (silencio); tres pinchazos, estocada -aviso- y dos descabellos (silencio). El Cid: pinchazo, estocada atravesada -aviso- y dos descabellos (silencio), dos pinchazos -aviso- y dos descabellos (gran ovaci¨®n). Sebasti¨¢n Castella: bajonazo (palmas); estocada (silencio). Asistieron los pr¨ªncipes de Asturias. Plaza de Las Ventas, 7 de junio. Corrida de Beneficencia. Lleno.
?Qu¨¦ desastre! ?Qu¨¦ pena! ?Qu¨¦ verg¨¹enza! Porque lo m¨¢s triste, si es que es posible, es que a gran parte del p¨²blico asistente le da exactamente igual que esta fiesta desaparezca. De lo contrario, no se entiende que aplaudiera a Castella despu¨¦s de matar de un infamante bajonazo al lisiado tercero, con el que hizo alardes de valor que no requer¨ªan ni el toro ni la ocasi¨®n. Pero esas palmas, repetidas al comienzo de la faena, no hacen m¨¢s que dar carta de naturaleza al fraude continuado. Si la gente est¨¢ contenta es que la fiesta sigue interesando, dir¨¢n ufanos los que deber¨ªan tener la cara perdida de verg¨¹enza. Pero la pena es que la fiesta no interesa ni a los que presumen ni viven de ella -pol¨ªticos y taurinos-, y unos y otros hacen lo posible para que desaparezca.
Para colmo de males, C¨¦sar Rinc¨®n ya no es el de antes. Tambi¨¦n para los h¨¦roes pasan los a?os, y la firmeza y la seguridad se escapan por las hojas del calendario. Mantiene el se?or¨ªo de gran figura, pero le falla el ¨¢nimo y ofrece una imagen de impotencia tan comprensible como inaceptable.
El Cid no pudo brillar con su inv¨¢lido primero, pero dibuj¨® algunos redondos largos y hondos en el quinto, al que cit¨® en el centro del anillo. Volvi¨® una y otra vez con la mano derecha y lig¨® los pases con profundos de pecho que animaron a los tendidos. Y la izquierda: se coloc¨® bien y los naturales fueron surgiendo como pura inspiraci¨®n. La faena no tuvo m¨¢s que un pero: que el toro era una piltrafa, una caricatura, y lo que se hace con un animal as¨ª no es toreo, sino una burda farsa.
Dicho queda que Castella se envalenton¨® con un animalito que no pod¨ªa con su alma, y se justific¨® ante el sexto, que no mejor¨® a los dem¨¢s.
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