Ciencia en el mercado: cartas de Einstein a subasta
El nombre de Albert Einstein vuelve a aparecer en las noticias. Cuando a¨²n no se han apagado los ecos del A?o Einstein, dedicado a recordar el centenario de sus trabajos de 1905, ahora se anuncia la subasta de un lote de cartas que intercambi¨® con Ernst Straus (1922-1983), uno de los j¨®venes cient¨ªficos con grandes habilidades matem¨¢ticas que le sirvieron de ayudantes durante las dos ¨²ltimas d¨¦cadas de su vida. Las cartas, a las que acompa?an otros materiales, se subastan a un precio de partida de 1,1 millones de euros. No es, sin embargo, la primera vez que salen a puja manuscritos de Einstein, uno de los grandes iconos del siglo XX. En marzo de 1996, por ejemplo, Sotheby's sac¨® a subasta una serie de manuscritos aut¨®grafos sobre sus teor¨ªas de la relatividad especial y general. Seg¨²n el cat¨¢logo, se estimaba conseguir por ellos entre 4 y 6 millones de d¨®lares. Aquel mismo a?o, el 25 de noviembre, Christie's subast¨® 56 p¨¢ginas manuscritas de c¨¢lculos que ¨¦l y su amigo Michele Besso efectuaron en junio de 1913 sobre la teor¨ªa relativista de la gravitaci¨®n que Einstein pugnaba por construir. Se vendieron por 398.500 d¨®lares. El mismo d¨ªa, Christie's tambi¨¦n ofreci¨® otro conjunto de documentos, ¨¦stos familiares, incluyendo las ahora c¨¦lebres cartas de amor que intercambi¨® con quien ser¨ªa su primera esposa, Mileva Maric. El total obtenido fue de 878.924 d¨®lares.
Lejos est¨¢n los tiempos en los que Sotheby's ¨²nicamente obtuvo unas modestas 9.030 libras en la subasta (1 y 14 de julio de 1936) de un extraordinario conjunto de manuscritos en los que el gran Isaac Newton analizaba cuestiones de religi¨®n y de alquimia (por cierto, el economista John Maynard Keynes se benefici¨® de la oportunidad, adquiriendo un n¨²mero importante de aquellos documentos, que en su momento leg¨® al King's College de Cambridge). Hoy las figuras m¨¢s carism¨¢ticas de la ciencia, como sin duda fueron Newton y Einstein, son muy valoradas socialmente, y sus manuscritos o posesiones ansiadas por los coleccionistas e instituciones culturales. El caso de Einstein es especialmente manifiesto. No es improbable que en el mismo peri¨®dico en el que escribo estas l¨ªneas aparezca un anuncio a dos p¨¢ginas de un autom¨®vil, una de las cuales la ocupa una fotograf¨ªa de Einstein escribiendo alguna ecuaci¨®n. ?Contribuye esto a difundir la ciencia y los cient¨ªficos en la sociedad, o es un vulgar y torpe suced¨¢neo que enga?a a todos aquellos, la mayor¨ªa, que deber¨ªan esforzarse por conocer al menos algo de lo que puede ense?ar la ciencia, el mejor instrumento de liberaci¨®n, espiritual y material, de que disponen los humanos? Para m¨ª, no es sino un mero suced¨¢neo.
Y una manifestaci¨®n de ello es lo que se ha escrito acerca de estas cartas entre Straus y Einstein. En las noticias se dice que su contenido trata de la teor¨ªa -denominada del "campo unificado"- que Einstein se empe?¨® en desarrollar durante las ¨²ltimas d¨¦cadas de su vida, en la que pretend¨ªa reunir en una gran s¨ªntesis electromagnetismo y gravitaci¨®n, y en alg¨²n caso se a?ade (The Guardian), mostrando una evidente ignorancia y oportunismo barato, que "una intrigante posibilidad es que los manuscritos puedan contener ideas que Einstein abandon¨® pero que tal vez pudiesen ser de utilidad en la actualidad con vistas a descubrimientos futuros". Todo perfectamente vago. Lo que se dice podr¨ªa referirse a casi cualquier cosa. La circunstancia, la subasta de documentos del genio, es lo importante, no lo que ¨¦stos pueden contener y decirnos. Este caso es particularmente cercano para quien escribe estas l¨ªneas, ya que tiene que ver con uno de mis m¨¢s queridos -y ya viejos- temas de investigaci¨®n. En la primavera de 1979 escrib¨ª a Ernst Straus pidi¨¦ndole informaci¨®n acerca de un punto de su colaboraci¨®n con Einstein. ?ste, es cierto, buscaba una teor¨ªa del campo unificado, con la esperanza de que al mismo tiempo que ¨¦sta hiciese de las fuerzas electromagn¨¦ticas y gravitacionales la manifestaci¨®n de un ¨²nico substrato (campo), tambi¨¦n permitiese prescindir de la discontinuidad y probabilismo de la f¨ªsica cu¨¢ntica, que ¨¦l consideraba f¨ªsicamente inadmisible. El campo, una entidad causal y continua, que no admit¨ªa "saltos" como los cu¨¢nticos, ser¨ªa el instrumento que permitir¨ªa semejante logro.
En realidad, Einstein no hab¨ªa sido siempre un ferviente defensor de este concepto, el campo. La relatividad especial (1905) es independiente de ¨¦l (de hecho, contiene una c¨¦lebre frase: "La introducci¨®n de un ¨¦ter", esto es, de un campo, "lum¨ªnico se mostrar¨¢ superflua"). Fue a partir de 1915, cuando consigui¨® formular la teor¨ªa relativista de la gravitaci¨®n -la relatividad general- que buscaba desde 1907, y que es una teor¨ªa "de campos", cuando se convirti¨® en un defensor a ultranza de este concepto.
En este punto es preciso explicar que el concepto de campo es una de las tres posibilidades que existen para explicar uno de los grandes problemas de la f¨ªsica: el de la interacci¨®n. Si dos, digamos, cuerpos se afectan -interaccionan- entre s¨ª, ?c¨®mo lo hacen? Decimos: a trav¨¦s de una fuerza, pero ?c¨®mo se transmite ¨¦sta? Las posibilidades son s¨®lo tres: mediante un choque, a trav¨¦s de un medio continuo (un campo), o gracias a una "acci¨®n a distancia" no soportada por ning¨²n medio. Obviamente, esta ¨²ltima posibilidad desaf¨ªa nuestro entendimiento, pero funcion¨® muy bien en la din¨¢mica y teor¨ªa de la gravitaci¨®n que Newtonformul¨® en 1687, aunque ¨¦l tampoco entendiese qu¨¦ eran en realidad tales acciones a distancia. Fascinado, como digo, por el poder de su teor¨ªa de la relatividad general, Einstein termin¨® convencido que el campo que buscaba era la ¨²ltima, la m¨¢s fundamental, realidad f¨ªsica.
Por una serie de indicios, a finales de los setenta supe que era posible que Einstein, desesperado por sus repetidos fracasos, hubiese intentado construir una teor¨ªa de acci¨®n a distancia que reuniese electromagnetismo y gravitaci¨®n, y que lo hab¨ªa hecho en colaboraci¨®n con Straus.
En su respuesta (31 de mayo de 1979) a mi carta, Straus confirm¨® impl¨ªcitamente este punto: Einstein y ¨¦l hab¨ªan probado con acciones a distancia. Incluy¨®, adem¨¢s, algunas de las ecuaciones b¨¢sicas de dos teor¨ªas que hab¨ªan desarrollado, y me prometi¨® que intentar¨ªa proporcionarme algunos datos m¨¢s. Aunque escogi¨® un camino err¨®neo, Einstein era lo suficientemente buen f¨ªsico para comprender que las presuposiciones filos¨®ficas o conceptos que podemos entender m¨¢s f¨¢cilmente son ¨²nicamente gu¨ªas que pueden ayudar, pero no los jueces ¨²ltimos en la b¨²squeda de la comprensi¨®n de los fen¨®menos naturales. No cre¨ªa en las acciones a distancia, pero intent¨® tambi¨¦n con ellas. En alguno de mis trabajos sobre historia de la f¨ªsica einsteniana he aludido a la informaci¨®n que me suministr¨® el colaborador de Einstein y lo que este episodio significa tanto con respecto a Einstein como con relaci¨®n al "m¨¦todo" cient¨ªfico, pero nunca estuve satisfecho porque me faltaban piezas, datos y ecuaciones para poder construir una buena historia. Hace unos pocos a?os, con Straus ya fallecido, escrib¨ª a su familia pregunt¨¢ndoles si hab¨ªan encontrado entre sus papeles la informaci¨®n que deseaba. Nunca contestaron. Ahora s¨¦ que s¨ª encontraron lo que yo buscaba.
No me quejo. Lo comprendo. Si escribo estas l¨ªneas es para intentar explicar por qu¨¦ los materiales que se ofrecen ahora son valiosos. De hecho, el propio Straus aludi¨® en alguna ocasi¨®n, de forma breve y sin incluir f¨®rmulas, a aquellos trabajos suyos con Einstein. Nadie, sin embargo, lo ha recordado en las informaciones publicadas estos d¨ªas, como si lo ¨²nico que importase fuese lo ef¨ªmero y circunstancial, la subasta, el precio de las cartas, o detalles acerca de la vida de Straus.
Es preciso, sin embargo, hacer hincapi¨¦ en lo fundamental; en que el n¨²cleo central de lo que esas misivas contienen acaso puede servir para comprender mejor el pensamiento de uno de los mayores genios de la ciencia de todos los tiempos. No es imposible, por supuesto, que las cartas terminen en manos de alguien que las valore preferentemente como objetos, como reliquias de un personaje famoso. Ahora son unas cartas con c¨¢lculos complejos, pero, esto es lo esencial, escritas por la mano del h¨¦roe. En otras ocasiones ha podido ser una prenda de Marilyn Monroe o la mecedora de John F. Kennedy. Es cierto, no lo niego, que vivimos en la Era del Conocimiento, pero esta tiene evidentes y numerosas contradicciones. ?En qu¨¦ medida, hay que preguntarse, se halla extendido en nuestras, m¨¢s expertas y desarrolladas, sociedades el deseo de comprender? Estamos mejor instruidos, s¨ª o muy probablemente, pero ?significa esto que amemos m¨¢s saber, conocer, ir m¨¢s all¨¢ de lo aparente?
De todas maneras, si el afortunado con m¨¢s de un mill¨®n de euros para disponer libremente que compra las cartas einstenianas lee este escrito, quiero pedirle que, por favor, me deje leerlas. Prometo no estropearlas.
Jos¨¦ Manuel S¨¢nchez Ron es miembro de la Real Academia Espa?ola y catedr¨¢tico de Historia de la Ciencia en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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