Ciudad de culto y v¨¦rtigo
Goethe la llamaba su "peque?o Par¨ªs" y situ¨® en una bodega local una escena del "Fausto", Johann Sebastian Bach se pas¨® media vida en ella y Richard Wagner, Felix Mendelsohn-Bartholdy y Robert Schumann se sintieron tan vinculados a esta ciudad como los escritores, profesores, fil¨®sofos y cient¨ªficos que la convirtieron en la l¨®gica capital de la edici¨®n de libros de toda Centroeuropa, junto a la Universidad m¨¢s antigua de Alemania. Berl¨ªn era un poblacho inmundo cuando Leipzig y Dresde eran ya grandes capitales de la cultura, el ingenio y la vida social.
Lo que nadie pod¨ªa imaginar en los siglos de esplendor de esta ciudad que se enriqueci¨® gracias a los yacimientos de sal y plata de las monta?as cercanas y a su pujante foro comercial y cultural, es que Leipzig ser¨ªa el centro m¨¢s sofisticado de represi¨®n sobre suelo alem¨¢n despu¨¦s del hundimiento del nazismo. En Leipzig, el comunismo alem¨¢n tuvo su mayor cuartel de la polic¨ªa pol¨ªtica, su m¨¢s moderno y desarrollado b¨²nquer para concentrar a los mandos supremos de la Stasi para casos de estados de excepci¨®n y de guerra, as¨ª como su principal centro de ejecuciones judiciales o extrajudiciales de prisioneros pol¨ªticos.
Tambi¨¦n fue en Leipzig donde el pueblo alem¨¢n del Este se rebel¨® contra la dictadura comunista siguiendo el ejemplo de los polacos y los h¨²ngaros. Fue all¨ª donde en el verano de 1989, cuando decenas de miles de ciudadanos de toda la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA) ya se hallaban en Hungr¨ªa y Checoslovaquia esperando la apertura de fronteras hacia Occidente y se negaban a volver a la patria de Erich Honecker, los ciudadanos de Leipzig comenzaron a salir todos los lunes en manifestaci¨®n pidiendo derechos y libertades y gritando "wir sind ein Volk" (somos un pueblo). Hundieron as¨ª a gritos, los ciudadanos de Leipzig, teor¨ªa y pr¨¢ctica de las dos Alemanias, desfilando con regularidad, coraje y obstinaci¨®n ante el siniestro cuartel general de la Stasi (polic¨ªa pol¨ªtica) en la Runde Ecke (la esquina redonda), hoy museo.
Hab¨ªa razones para que Leipzig fuera pionera. Ciudad ferial desde el medievo, no dej¨® de serlo bajo el r¨¦gimen comunista que organizaba all¨ª sus ferias industriales. Eran el orgullo de la RDA pero tambi¨¦n un peligro por el contacto que generaban entre ciudadanos de ambos lados del Tel¨®n de Acero. Por eso Leipzig era la ciudad con m¨¢s polic¨ªa pol¨ªtica de Europa durante muchas semanas al a?o. Estaban en todas partes, bares, restaurantes, cabarets, teatros, estaciones y jardines. Intentaban, in¨²til y angustiosamente, controlar a todos los extranjeros que por all¨ª se encontraban y fotografiar, seguir y escuchar a los alemanes orientales en contacto con ellos. Como no hab¨ªa suficientes hoteles para tanto extranjero, eran muchas las casas privadas que se ofrec¨ªan para albergarlos y ganar unas muy bienvenidas divisas pero as¨ª se hac¨ªan sospechosos unos mientras otros ofrec¨ªan sus servicios a la Stasi para cubrirse las espaldas y mostrar lealtad al r¨¦gimen. Se creaban situaciones fant¨¢sticas con mezcla explosiva de hu¨¦spedes de pa¨ªses comunistas y capitalistas compartiendo incluso habitaciones. Eran constelaciones pintorescas, rocambolescos episodios de la Guerra Fr¨ªa en los que Leipzig era marco de leyenda.
Si con la unidad del imperio alem¨¢n, lograda por Bismarck en 1871, Leipzig y Dresde no pod¨ªan permitirse despreciar a Berl¨ªn, con Hitler las cosas no mejoraron para los nost¨¢lgicos de la grandeza de la ciudad de la cultura impresa, con una feria del libro que se remonta al siglo XV. Y sin embargo, el que hoy la visita en una Europa libre no puede imaginarse todo lo determinante que all¨ª ha sucedido para que el mundo tomara los derroteros habidos y para que, aunque pueda parecer una broma, hoy tengamos compitiendo en el Mundial de Alemania 2006 a los pa¨ªses que all¨ª est¨¢n y no otros muy diferentes, No lejos del centro est¨¢ en espectacular monumento a la V?lkerschlacht (la batalla de los pueblos) erigida para conmemorar la derrota de Napole¨®n en 1813, que decidi¨® el destino de Europa. En 1989, el muro de Berl¨ªn se dinamit¨® en Leipzig. Una victoria de Espa?a hoy no se nos debiera antojar gesta tan improbable como aquellas all¨ª habidas.
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