El sabor del azar
El Mundial conlleva un aprendizaje del mundo. Opera como un espect¨¢culo de la existencia y como una forma directa de su representaci¨®n. En el centro de esta doble funci¨®n dram¨¢tica se halla el rotundo papel del azar. El azar constituye la secreta ley de nuestras vidas. Gracias a lo que la vida aporta de imprevisible se conjura simb¨®licamente la seguridad de morir. En cada momento, lo inesperado contrarresta la certidumbre de seguir una l¨ªnea continua que conduce a la conclusi¨®n. La imprevisi¨®n, pues, da vida. Y el azar es su materia prima.
Si el f¨²tbol ha llegado a ser por excelencia el deporte de la especie humana se debe a la adecuada proporci¨®n de sustancia azarosa que contiene. En el f¨²tbol hay equipos superiores e inferiores, pero al inferior le basta un segundo de oro, un accidente o una injusticia imposible para vencer. De ah¨ª que todos estos d¨ªas, cuando el ¨¢rbitro emite el silbido inicial, se pone literalmente en juego no s¨®lo la escenificaci¨®n del f¨²tbol sino la excitante danza de la incertidumbre. No todos los equipos son iguales, pero cada vez m¨¢s tiende a decirse que las formaciones se encuentran igualadas. Esta igualaci¨®n, m¨¢s ideol¨®gica que efectiva, m¨¢s aparente que real, anima poderosamente el espect¨¢culo. Porque, si cualquiera puede ganar o perder, el f¨²tbol a?ade a su car¨¢cter de entretenimiento y a su entusiasmo local o nacionalista la exquisita especie del azar.
El azar incrementa de manera decisiva el sabor de cualquier empe?o. Efectivamente, la tenacidad o el sudor de la camiseta se consideran de un alto valor, pero no es el m¨¢s admirado ni el que gu¨ªa con mayor tino a la victoria. Igualmente, la t¨¦cnica, la t¨¢ctica y la estrategia suelen acompa?ar los m¨¦ritos del l¨ªder, pero tampoco son bastantes. Por encima de todo ello y sin importar las dem¨¢s condiciones, el campe¨®n debe tener suerte. Todos los campeones han sido necesariamente ba?ados por la fortuna y, siendo este ingrediente algo incontrolable y sin fundamentaci¨®n interior, ?c¨®mo no experimentar la idea de que cualquier encuentro podr¨¢ quedar saldado con una sorpresa? La m¨¢xima gloria de la vida ser¨ªa, igualmente, toparse con la campanada de la inmortalidad, pero, no pudiendo aspirar a tanto, los cambios de tonalidad, las experiencias in¨¦ditas, los ensayos atrevidos confieren un superior acicate.
La m¨¢xima gloria de Costa de Marfil ser¨ªa no ser eliminada nunca, pero en tanto ha vivido el campeonato sus actuaciones sorprendentes le han procurado uno u otro grado adicional de permanencia. Igualmente, la trascendencia hist¨®rica del final de este Mundial crecer¨¢ exponencialmente de acuerdo a la mayor imprevisi¨®n del resultado. Ser¨¢ tanto menos recordado cuanto m¨¢s se redondee con el triunfo alem¨¢n o brasile?o. Alcanzar¨¢, por contrario, fama inolvidable en la medida que su campe¨®n fuera Espa?a, M¨¦xico o Ecuador. La exaltaci¨®n espa?ola de estos d¨ªas se comunica no con la victoria sobre una pobre Ucrania sino con la sorpresa de ganar holgadamente y la formidable aventura que se abre mediante la bendita promesa de un favorable azar.
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