Los efectos colaterales
Pasado el ¨²ltimo tr¨¢mite del inacabable proceso estatutario catal¨¢n, llega ahora el momento del recuento de los da?os colaterales, que no son pocos. El solo hecho de que estos da?os existan y sean numerosos pone en evidencia que se han hecho muchas cosas mal y se han comunicado peor. Por eso, a pesar de haber ganado por cuatro a uno, ni siquiera todos los ganadores est¨¢n a salvo de la onda expansiva del Estatuto.
Las dimensiones del voto afirmativo -cinco puntos por encima respecto a los resultados agregados de los tres partidos del frente del s¨ª- son satisfactorias para los que lo promocionaron y al mismo tiempo apuntan una se?al que tener en cuenta para las auton¨®micas: los efectos del desgobierno -mayoritariamente imputado a Esquerra Republicana- podr¨ªan producir una concentraci¨®n de voto en los dos grandes partidos (el PSC y CiU). Pero la abstenci¨®n es demasiado grande para dejarla a beneficio de inventario y requiere afrontar de una vez el an¨¢lisis del desestimiento que se da en Catalu?a en todas las elecciones de ¨¢mbito auton¨®mico, un tema que nunca ha gustado a los dos grandes partidos, porque les coloca ante un espejo que empa?a su imagen en la medida en que abre interrogantes sobre las hegemon¨ªas pol¨ªticas y su relaci¨®n con la ciudadan¨ªa.
Desgraciadamente, el PP ha puesto las cosas muy f¨¢ciles para quienes prefieren pasar p¨¢gina una vez m¨¢s sin reparar en la abstenci¨®n. La burda manipulaci¨®n que hizo Mariano Rajoy intentando capitalizar la totalidad del voto abstencionista para ocultar su estrepitosa derrota (la parte al¨ªcuota de un exiguo 21%, compartido con Esquerra Republicana) permite constatar una vez m¨¢s la dificultad de la derecha espa?ola para aceptar un resultado adverso. Su apelaci¨®n al presidente Zapatero para que haga lo necesario para anular el refer¨¦ndum -una consulta popular hecha en el m¨¢s estricto cumplimiento de la ley- es una iniciativa sin precedentes en democracia que bien se podr¨ªa llamar un intento de asonada, por cuanto pretende cambiar la decisi¨®n leg¨ªtima de los ciudadanos con una intervenci¨®n pol¨ªtica totalmente arbitraria.
Dejando aparte el pat¨¦tico oportunismo de un Rajoy que se hunde d¨ªa a d¨ªa entre la presi¨®n de la extrema derecha de su partido y las exigencias de sus mu?idores medi¨¢ticos, ning¨²n partido responsable puede reaccionar de modo autista a los datos de participaci¨®n o, simplemente, resignarse con el argumento de que est¨¢ en la media de los referendos estatutarios. Hay una abstenci¨®n estructural catalana que alguien deber¨ªa tener la osad¨ªa de intentar romper sin complejos. Y este alguien es en buena parte el PSC, el partido que m¨¢s cara paga esta diferencia de votos. Pero hay tambi¨¦n se?ales espec¨ªficas de la abstenci¨®n en este refer¨¦ndum: el cansancio, sin duda; una cierta perdida de sinton¨ªa entre la clase pol¨ªtica -demasiado ensimismada en sus querellas familiares- y la ciudadan¨ªa; las ganas de un sector de la izquierda de hacer notar su disconformidad por el modo como se han hecho las cosas en esta primera experiencia de gobierno de los suyos; el desacuerdo de parte del electorado del PP y, sobre todo, de Esquerra con las opciones de su direcci¨®n; la sensaci¨®n de que no ha habido un liderazgo y unos objetivos claros en el proceso, y tambi¨¦n, por supuesto, la falta de competencia de una batalla en la que la victoria del s¨ª estaba asegurada de antemano. Muchos de los efectos colaterales que el proceso estatutario tendr¨¢ vienen apuntados en la abstenci¨®n: por ejemplo, la sensaci¨®n de falta de liderazgo con la que carga Maragall y el desencuentro con las maneras de hacer del tripartito, que castigan especialmente a Esquerra, pero de las que el PSC no sale inmune, o el exceso de celadas, pactos y contrapactos (con CiU entre sus protagonistas) que han transmitido la imagen de que los partidos pol¨ªticos juegan con un c¨®digo de intereses cerrado que se sobrepone a los intereses de la ciudadan¨ªa.
A pesar de que el Partido Popular intentar¨¢ mantener el Estatuto en escena buscando su revancha en el Tribunal Constitucional, este episodio pasa p¨¢gina, de una manera no especialmente gloriosa, pero suficiente, y abre las puertas a que durante unos meses el Pa¨ªs Vasco vuelva al primer plano de la actualidad y Catalu?a pase a un plano secundario. Zapatero se ha quitado de encima lo que se hab¨ªa convertido en una pesadilla. Y previsiblemente va a apretar el acelerador en Euskadi. El Estatuto catal¨¢n, como ya se est¨¢ viendo, tendr¨¢ un efecto de arrastre y Zapatero tendr¨¢ que ver c¨®mo se puede pagar y garantizar esta reforma al alza del Estado de las autonom¨ªas. Zapatero querr¨ªa presentar el Estatuto catal¨¢n como una se?al a Euskadi de lo que es el marco de lo posible. Pero hay un problema: Euskadi, con su sistema de financiaci¨®n, ya desborda por completo este marco. Mientras exista este sistema, y existir¨¢ siempre, el Estado de las autonom¨ªas ser¨¢ desigual. Con lo cual, toda pretensi¨®n de cerrarlo definitivamente es in¨²til. Habr¨¢ que aceptar el car¨¢cter abierto, de modelo permanente sometido a la negociaci¨®n, como singularidad positiva de esta forma de ordenaci¨®n pol¨ªtica.
Las primeras se?ales emitidas tanto por Piqu¨¦ como por Rajoy, distintas en la forma pero id¨¦nticas en el contenido, hacen pensar que la lecci¨®n que el PP saca de su nueva derrota en Catalu?a es para seguir atrincherado en su lucha contra todos, atormentado por la pesadilla de la disgregaci¨®n definitiva de la patria. El empe?o en deslegitimar el refer¨¦ndum y buscar la anulaci¨®n del Estatuto por todos los medios hace pensar que el PP da por perdidas sus posibilidades en Catalu?a y s¨®lo busca utilizarla para debilitar a Zapatero. El d¨ªa siguiente al del del refer¨¦ndum no hay ning¨²n elemento nuevo que haga inclinar la balanza de la candidatura socialista hacia un lado u otro. Si Maragall no puede considerarse sometido a plebiscito, las dimensiones de la abstenci¨®n permiten interrogarse sobre el efecto de arrastre de Zapatero. El mapa de la participaci¨®n parece sugerir una mayor movilizaci¨®n del electorado de CiU que del socialista, lo cual ser¨ªa un buen indicio para Artur Mas. Una vez m¨¢s se demostrar¨ªa que, en pol¨ªtica, el que menos errores comete es el que toma ventaja.
Este largo episodio quedar¨ªa plenamente justificado si, como dijo Pasqual Maragall en su solemne declaraci¨®n, sirviera para erradicar el victimismo de Catalu?a. Este icono que el nacionalismo ha dado al pa¨ªs durante muchos a?os no es el nuestro, o por lo menos no me siento identificado con ¨¦l. Da una imagen negativa de pa¨ªs reconcentrado, endog¨¢mico e inseguro. Una sociedad que cree en s¨ª misma afronta las dificultades y no se esconde bajo el c¨®modo recurso de echar las culpas a los dem¨¢s. El adi¨®s al victimismo ser¨ªa el mejor s¨ªntoma de que algo de fondo -generacional e ideol¨®gico- est¨¢ cambiando en Catalu?a.
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