Diplom¨¢ticos o soldados

16 de Julio de 1950. Al atardecer R¨ªo de Janeiro est¨¢ en silencio. Uruguay ha ganado el Mundial en Maracan¨¢. Asomado a una ventana del Hotel Riviera de Copacabana, Juan Acu?a (A Coru?a, 1923), portero del Depor, y jugador de la selecci¨®n espa?ola mira al horizonte con la sensaci¨®n de haber perdido algo m¨¢s que el tiempo.

Aeropuerto de Barajas. Un mes antes. "Las maletas que las cargue el gallego. ?No son gallegos los mozos de equipaje?", suelta con guasa el seleccionador Guillermo Eizaguirre, hombre de confianza del R¨¦gimen. "Las maletas las va a cargar tu pu?etera madre", le contesta el gallego. "Usted no sube en ese avi¨®n. Usted no va al Mundial. Se queda en tierra" . Los directivos y el entrenador, Benito D¨ªaz, convencen al seleccionador, que acepta a rega?adientes el embarque del portero favorito de Franco. Un coru?¨¦s que con 15 a?os hab¨ªa sido detenido en una manifestaci¨®n socialista antes de las elecciones de 1936.

Al llegar a Brasil se produce otro incidente en el aer¨®dromo. Un exiliado republicano amenaza de muerte al seleccionador que a partir de ese momento es acompa?ado a todas partes por escoltas. La suerte de Acu?a en ese Mundial est¨¢ ya decidida.

Debuta contra EE UU el excelente portero del Valencia, I?aki Eizaguirre, que no anda afortunado en el partido, pese a la victoria hispana. Cuatro d¨ªas despu¨¦s es Ramallets, el portero del Barcelona, el que se pone bajo los palos de Espa?a, completando un fenomenal campeonato hasta el pen¨²ltimo partido, donde la selecci¨®n brasile?a le hace recoger media docena de balones de las redes. Espa?a encara el ¨²ltimo partido ante Suecia sin opciones. El seleccionador hab¨ªa manifestado que era su voluntad que jugaran todos alg¨²n partido. Acu?a mantuvo la ilusi¨®n hasta ese d¨ªa. Jug¨® Eizaguirre.

Sobre la mesilla de noche un peque?o folleto de 18 p¨¢ginas encuadernado en rosa con el escudo de la Real Federaci¨®n Espa?ola de F¨²tbol titulado "Breviario y Gu¨ªa del Jugador del Equipo Nacional." El comienzo, con un "?Seleccionados Espa?oles!", t¨ªpico de la ret¨®rica imperante, da muestras inequ¨ªvocas del cariz de las "recomendaciones" que en la obrita se recogen. Acu?a lee con escepticismo: "Dentro de la esfera del deporte, y en particular dentro del f¨²tbol, el jugador seleccionado para el equipo nacional tiene, en su propia designaci¨®n, la leg¨ªtima ejecutoria de aptitud para aspirar a un primer puesto entre los mejores jugadores del mundo. Vuestro ideal ha de ser el colmo de esa aspiraci¨®n, por pundonor personal y para mayor gloria de Espa?a."

Y sigue: "Aunque no pueda desarraigarse el t¨¦rmino, se os llama impropiamente internacionales. Pensad que sois los jugadores nacionales por excelencia, hasta el extremo de que se os confiere una misi¨®n de car¨¢cter internacional. Y en este orden no se admiten m¨¢s que dos categor¨ªas: diplom¨¢ticos o soldados". "Sed cautos en el amor. Preservaos de sus asechanzas y, sobre todo, de los episodios ocasionales, que son los m¨¢s peligrosos". Acu?a se sonr¨ªe y cierra el librito. Brasil ha perdido su Mundial. ?l, el suyo particular.