Catarsis

Tras la fachada de un costumbrista drama familiar, el argentino Alejandro Agresti ha ensayado en Todo el bien del mundo una especie de catarsis de car¨¢cter nacional. As¨ª, la asunci¨®n de paternidades, el olvido consciente como v¨¢lvula de escape y el retrato del vecindario de una peque?a comunidad, m¨¢s preocupada por su microcosmos hogare?o que por cambiar las reglas de convivencia, terminan siendo menos importantes que los rec¨®nditos pensamientos a¨²n anclados en las conciencias tras la siniestra dictadura y la sangrante Guerra de las Malvinas.

Armado de irrenunciables ambiciones humanitarias, expl¨ªcitas desde el mism¨ªsimo t¨ªtulo (en Argentina se estren¨® de forma a¨²n m¨¢s categ¨®rica como Un mundo menos peor), el filme adopta sin embargo una extra?a metodolog¨ªa para llegar a tal fin: que las interioridades de los protagonistas se descubran no con acciones ni con conversaciones, sino a trav¨¦s de largas explicaciones, casi soliloquios, algunas de ellas en los primeros 20 minutos de metraje, cuando el espectador no tiene asideras suficientes para agarrar tal cantidad de informaci¨®n. Aunque a¨²n m¨¢s sorprendente resulta que las pl¨¢ticas se produzcan entre personajes que no tienen la menor confianza mutua y que semejantes confidencias se desplieguen en momentos en los que tal ejercicio de sinceridad no parece necesario.

Como en El sue?o de Valent¨ªn, a Agresti se le nota la buena mano para la direcci¨®n de int¨¦rpretes infantiles, y tampoco cabe duda de la honestidad de sus intenciones, pero el ternurismo acaba apoder¨¢ndose de una historia tan ambiciosa en su concepci¨®n como fracasada en su desarrollo.