La inopia europea
Pelda?o a pelda?o seguimos descendiendo por la negra escalera de la guerra global contra el terror. Hay que recordarlos uno tras de otro, para no descontarnos y percibir as¨ª hasta d¨®nde hemos bajado. Primero se declar¨® una guerra, la m¨¢s ins¨®lita, contra un ej¨¦rcito fantasmag¨®rico de enemigos inasibles. Para mejor combatirlo se propugn¨® la teor¨ªa de la guerra preventiva, que autoriza a atacar a cualquier pa¨ªs por el solo hecho de que alg¨²n d¨ªa pueda constituir una amenaza. Luego se decret¨® la imperiosa sujeci¨®n de las instituciones internacionales y de los pa¨ªses aliados al dictado imperial: se acab¨® la diplomacia y la deliberaci¨®n entre amigos, y el mundo se quebr¨® secamente en dos fragmentos. La mentira recibi¨® los honores de la verdad: el Gobierno admiti¨® que se sent¨ªa autorizado a deformar c¨®mo son las cosas para vencer en esta contienda y se aplic¨® por primera vez con la invenci¨®n de unas inexistentes armas de destrucci¨®n masiva listas para ser lanzadas en pocos d¨ªas.
En el camino se abrieron prisiones sin ley en territorios perdidos a cualquier control, la tortura encontr¨® convalidaci¨®n legal, se subarrend¨® el interrogatorio de individuos peligrosos a las polic¨ªas de los pa¨ªses m¨¢s siniestros del planeta, se secuestr¨® y qui¨¦n sabe qu¨¦ m¨¢s se hizo utilizando aeropuertos y territorio europeo. A las escuchas telef¨®nicas y al espionaje practicado en el extranjero se a?adi¨® el practicado de forma masiva y sin control judicial en casa y para escuchar a los propios ciudadanos. El ¨²ltimo pelda?o del que tomamos conciencia es el descubrimiento de que otro muro de la privacidad acaba de caer cuando nos enteramos de que todas las transferencias bancarias pasan por el fino tamiz de ese gran ojo que nos escruta, obsesivo y autoritario, siempre desvelado, dispuesto a enterarse de todo y a limitar si hace falta nuestros derechos con el encomiable objetivo de pillar en su red a los terroristas que se preparan a atentar contra nosotros.
Una vez m¨¢s, el vicepresidente de Estados Unidos, Dick Cheney, ha defendido estas pr¨¢cticas. Estos controles bancarios, ha dicho "se han conducido de acuerdo con las leyes del pa¨ªs" y "son perfectamente coherentes con la autoridad constitucional del presidente de Estados Unidos". Este viaje hacia los infiernos se apoya en la ampliaci¨®n de los poderes del presidente americano, hasta colocarlo por encima de la ley y de cualquier otra instituci¨®n. No se trata de una improvisaci¨®n ni de una invenci¨®n al calor de los atentados del 11-S. Quienes han concebido tal manejo jur¨ªdico parten del art¨ªculo segundo de la Constituci¨®n americana, que confiere al presidente el poder ejecutivo y la responsabilidad de comandante en jefe de las fuerzas armadas, y le a?aden la llamada AUMF (Autorizaci¨®n para el Uso de la Fuerza Militar), aprobada por el Congreso el 18 de septiembre de 2001, una semana despu¨¦s de los atentados. Presuponen, claro est¨¢, que Estados Unidos se halla en una situaci¨®n de guerra y que mientras dure esta situaci¨®n excepcional, y durar¨¢ cu¨¢nto quiera el inquilino de la Casa Blanca, ser¨¢ conveniente mantener los poderes excepcionales y las consecuencias que se derivan en los derechos individuales, en territorio americano y donde sea, Europa incluida.
La prensa norteamericana, que no tuvo reparos en entregarse patri¨®ticamente a la Casa Blanca al empezar la guerra contra el terror, ha sido ahora la que ha desvelado el fisgoneo en la privacidad de las comunicaciones y de las transacciones bancarias de los ciudadanos. La respuesta ha sido despiadada y el peri¨®dico m¨¢s destacado, el Times de Nueva York, se ha visto vapuleado e intimidado como sospechoso de traici¨®n y de colaboraci¨®n con los terroristas. Desde la d¨¦bil y desnortada Europa hay que decir que la prensa americana y el Times son el honor de Am¨¦rica y el honor del oficio period¨ªstico. Exactamente lo contrario de lo que ocurre con las instituciones europeas, nuestras ejemplares y complicadas instituciones europeas, de las que tan orgullosos parecemos estar cuando las comparamos con Estados Unidos. En Washington no hab¨ªa mandato judicial para las intercepciones, pero s¨ª lo hab¨ªa administrativo, y algunos congresistas fueron informados en secreto. En Europa, en cambio, no hay forma de encontrar a alguien, Gobierno o instituci¨®n de la UE, que se haga responsable, y todos miran a otro lado, ante los vuelos secretos de la CIA en su territorio o ante el espionaje bancario facilitado por una agencia radicada en Bruselas y sometida a supervisi¨®n del Banco Central Europeo y de otros bancos centrales. Al final no se sabe muy bien qu¨¦ es peor, la deriva americana o la inopia europea.
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