Pr¨®xima parada
En medio del estr¨¦pito de los vagones, los pasajeros del metro procedente de la Plaza de Espa?a seguramente no pudieron o¨ªr por megafon¨ªa el mensaje habitual: "Pr¨°xima parada, Jes¨²s. Correspond¨¨ncia amb la l¨ªnia cinc". El lunes pasado, un descarrilamiento que sembr¨® de cad¨¢veres la curva que emboca la estaci¨®n del barrio de Patraix nos hel¨® el coraz¨®n. M¨¢s si cabe a quienes amamos el metro y sus gentes porque pertenecen al imaginario espec¨ªfico de la ciudad y forman parte, como un mapa de usos de lo cotidiano, de las entra?as vibrantes que la hacen funcionar.
Elucubr¨® Julio Cort¨¢zar sobre la transformaci¨®n del sentido del tiempo en los ferrocarriles suburbanos, sobre el hecho de que el pasajero, de alguna manera, sale transformado cuando emerge de nuevo a la calle por las escaleras de una estaci¨®n. Josep Parcerisa y Maria Rubert de Vent¨®s, en su libro Galaxias metropolitanas, analizan 28 estructuras de metro y las describen como el sistema nervioso de las ciudades modernas, donde las estaciones son nodos o terminales de una vasta geograf¨ªa en forma de red. Un sistema en el que uno no tiene m¨¢s remedio que confiar y del que en ning¨²n caso espera salir metido en un ata¨²d.
Por eso es intolerable que sus gestores, tras uno de los siniestros m¨¢s graves de la historia del metropolitano en cualquier ¨¦poca y lugar, amenacen a quien les reclama alguna responsabilidad. El portavoz del Consell, Vicente Rambla, se ha atrevido a advertir de que la Generalitat adoptar¨¢ "medidas legales" contra aquel que pretenda aludir a la falta de seguridad en un trayecto donde, como se ha visto, nada hab¨ªa previsto para frenar el convoy en su ruta hacia la cat¨¢strofe. Caso de haber culpas, argumenta el PP, habr¨ªa que repartirlas entre los socialistas que construyeron la primera l¨ªnea de Valencia hace dos d¨¦cadas y el maquinista muerto, que se excedi¨® en la velocidad, nadie sabe por qu¨¦.
Tratando a duras penas de contener la indignaci¨®n, lo ¨²nico decente que se puede hacer es reiterar que s¨®lo un d¨¦ficit clamoroso de seguridad explica el accidente, dado que otros dispositivos t¨¦cnicos lo hubieran evitado, y a ver si el consejero es capaz de demostrar lo contrario ante un tribunal. Las bravuconadas tremendas de estos gobernantes no disipar¨¢n una pesadilla de 42 v¨ªctimas ni desconectar¨¢n en las conciencias la megafon¨ªa del horror: "Pr¨°xima parada, la mort".
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