Recuerdos del 'Mar Egeo'
No s¨¦ d¨®nde te encuentras, Tito, pero estoy segura que conservar¨¢s esa sonrisa tuya, tan especial, que no perdiste nunca, ni en los momentos de mayor peligro.
Cuando esta ma?ana he le¨ªdo en el peri¨®dico la noticia de la muerte de Joaqu¨ªn Ortiz de Z¨¢rate P¨¦rez Gald¨®s, no me lo pod¨ªa creer y a¨²n sigo sin poder cre¨¦rmelo, Porque t¨², Tito, encarnabas la vida. Y no lo digo s¨®lo por la de ellas que salvaste, arriesgando la tuya, sino porque tu mirada, el sonido de tu voz, tu modo de subir al helic¨®ptero y tomar los mandos, la confianza y seguridad que emanaba de todos tus gestos, eran la expresi¨®n de la vida misma.
Al leer la noticia, he recordado el sonido de tu voz, aquella tr¨¢gica ma?ana del 3 de diciembre de 1992, que me llegaba confusa a trav¨¦s de un sistema de radio nada sofisticado, y que no expresaba miedo ante el riesgo que estabas corriendo, entrando con tu helic¨®ptero entre el humo y las llamas del petrolero Mar Egeo, sino la decisi¨®n y la voluntad firme de que, pasara lo que pasase, tu ibas a salvar la vida de todos y cada uno de aquellos marineros, que no conoc¨ªas, ni entend¨ªas y que los intereses ego¨ªstas de su capit¨¢n, hab¨ªan lanzado entre las llamas de miles de toneladas de petr¨®leo, ardiendo sobre el mar.
Y gracias a ti y a tus compa?eros de Salvamento Mar¨ªtimo, de Cruz Roja, de la Consejer¨ªa de Pesca y de tantos otros h¨¦roes an¨®nimos, no tuvimos que lamentar la p¨¦rdida de ninguna persona.
Y despu¨¦s llegaron los vuelos de reconocimiento, dos o tres veces al d¨ªa, en los que tuve a veces el honor de acompa?arte, sobre la zona afectada. Siempre volando con vientos excesivos a causa del temporal que no cesaba, en medio de la lluvia y entre retazos de niebla. Cuando, al finalizar la operaci¨®n de salvamento, te pregunt¨¦ si hab¨ªamos corrido serios riesgos alguna vez, me contestaste sonriendo que durante la primera semana el noventa por ciento de las veces.
Pero, para poder actuar con eficacia y eficiencia precis¨¢bamos esa informaci¨®n que t¨² nos proporcionabas cada d¨ªa. Para conocer el estado real del siniestro y para que lo conocieran puntualmente los ciudadanos, a trav¨¦s de las im¨¢genes que se grababan cada d¨ªa y de los periodistas que nos acompa?aban en nuestros viajes. No s¨®lo no te quejaste nunca del exceso de trabajo o de algunas preguntas u opiniones impertinentes que deb¨ªamos escuchar, sino que siempre ten¨ªas una broma, una sonrisa, o un refresco a punto, si alguien se mareaba o simplemente estaba demasiado asustado.
Incluso en m¨¢s de una ocasi¨®n realizaste alguna pirueta acrob¨¢tica, que debo confesarte que me puso los pelos de punta, para poder acercarnos a los hombres que trabajaban en los barcos, intentando limpiar el mar, en una lucha desigual contra las olas, que arremet¨ªan sin descanso sobre las barreras, con las que pretend¨ªamos frenar la llegada del crudo a las playas.
"Esos hombres lo est¨¢n pasando muy mal, zarandeados por el oleaje, mojados hasta los huesos, muertos de fr¨ªo y con el olor del petr¨®leo impregnando todo su cuerpo", me dijiste como explicaci¨®n a mi susto, "y necesitan verte, que les animes y les hagas sentir la importancia de su trabajo, porque ellos nunca saldr¨¢n, como h¨¦roes, en los medios de comunicaci¨®n".
As¨ª eras y as¨ª te recordamos, aunque hasta el momento de tu muerte, tampoco t¨² apareciste en los medios de comunicaci¨®n. No te ocupaste s¨®lo en salvar vidas y en ser maestro de otros para que siguieran tu ejemplo, sino tambi¨¦n en dar esperanza, ilusi¨®n, ¨¢nimos, compa?erismo, camarader¨ªa. Sin perder nunca la sonrisa, esa sonrisa que deseo que te acompa?e siempre, all¨¢ donde puedas encontrarte.
Pilar Lled¨® era gobernadora civil de A Coru?a cuando ocurri¨® la cat¨¢strofe del petrolero Mar Egeo.
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