Los guerrilleros de la vivienda
Un colectivo de Barcelona ocupa edificios donde hay casos de acoso inmobiliario
Se instalan en viviendas vac¨ªas, en edificios donde se produce acoso inmobiliario. Los objetivos son varios, explican. Uno: ejercen su derecho a tener una vivienda. Dos: dan a conocer casos de mobbing. Tres: con su presencia, act¨²an de colch¨®n ante las presiones que reciben los vecinos acosados. Son la Guerrilla de la Vivienda, un colectivo de Barcelona que ha emprendido el proyecto PHRP, siglas en catal¨¢n de Promoci¨®n de Vivienda Realmente P¨²blica, y han decido actuar ante lo que denominan "violencia inmobiliaria" de forma expeditiva: con la desobediencia civil.
En dos meses, la treintena de integrantes del colectivo ha ocupado tres edificios del casco antiguo. En los tres quedan inquilinos. Personas mayores que sufren acoso y que les han recibido como agua de mayo despu¨¦s de a?os de aguantar en soledad amenazas de la propiedad.
Son okupas, pero huyen de "la etiqueta", por las connotaciones que arrastra, lamentan. "Somos ciudadanos que hacemos efectivo el derecho recogido en el art¨ªculo 47 de la Constituci¨®n pero que hoy no est¨¢ garantizado", explica Mario sentado en el sal¨®n de uno de los pisos de la calle de Magdalenes.
Mario tiene 30 a?os y es dise?ador. En el corrillo tambi¨¦n est¨¢n Pablo, estudiante de 22; Ada, int¨¦rprete de 32, y Gl¨°ria, profesora de catal¨¢n, de 31. Y Ramon, que ense?a matem¨¢ticas. Tiene 40 a?os. Sentados entorno a una mesa cuyas patas bailan sobre un suelo que parece una monta?a rusa, desgranan argumentos en defensa de las "viviendas realmente p¨²blicas".
Tambi¨¦n hay un inform¨¢tico, una productora, un tendero, un chico que trabaja vendiendo palomitas en un cine... "O no podemos afrontar los precios de la vivienda o no estamos dispuestos a entregar el sueldo a un entramado empresarial y financiero por un precio que ni siquiera responde a la ley de la oferta y la demanda, porque no olvidemos que s¨®lo en Barcelona hay 300.000 viviendas vac¨ªas", manifiesta Ramon. "El precio se fija en funci¨®n de la capacidad de la gente de endeudarse", prosigue. "Aqu¨ª confluyen dos situaciones", resume Mario: "La de quienes no podemos pagar los precios de mercado con la de quienes s¨ª tienen vivienda pero les est¨¢n forzando a marcharse".
Llegados a este punto, aparecen N¨²ria y Manuel en la conversaci¨®n. Son los vecinos acosados de Magdalenes, 13, de 62 y 71 a?os, dos vidas limpiando y trabajando en una f¨¢brica, y dos pensiones que no suman ni 1.000 euros. "Llevamos dos a?os de sufrimiento", suspira N¨²ria. Cuenta que "desde que han llegado los chicos" su angustia ha mejorado "algo", pero no se quita de la cabeza ad¨®nde ir¨¢ a parar. El matrimonio vive en la finca desde 1989. Su contrato de alquiler es verbal, algo que aunque parezca mentira es medio legal, tiene validez ante un juez. Un total de 17 a?os depositando la mensualidad en una cesta de mimbre que los propietarios bajaban con una cuerda desde su piso y que, tras cobrar, les retornaban con el recibo. Nadie les avis¨® de que esos propietarios vendieron el edificio a un nuevo propietario que lo convertir¨¢ en un hotel. Sea como fuere, nadie avis¨® a los ¨²ltimos inquilinos del cambio de propiedad, una comunicaci¨®n que es obligatoria.
Desde entonces, se ha sucedido lo habitual en los casos de acoso: no se cobra el alquiler, amenazas de corte de suministro, abandono de la finca, denuncia de impago... el caso est¨¢ en los tribunales y todav¨ªa no hay sentencia firme, pero N¨²ria y su marido tienen las de perder. Por una vez, la lentitud de la justicia ha sido bien recibida.
La Guerrilla de la Vivienda ha surgido en Barcelona en paralelo al Taller contra la Violencia Inmobiliaria y Urban¨ªstica de Barcelona, una iniciativa de distintos movimientos sociales que llevan a?os en cuestiones de vivienda. Su trabajo m¨¢s publicitado es una Carta de Medidas que propone que se paralicen los proyectos urban¨ªsticos hasta que se eval¨²e su impacto sobre los vecinos, se limite el precio de los alquileres y de los pisos, o se reforme la LAU, que fija una duraci¨®n m¨¢xima de los contratos de cinco a?os.. Es precisamente el trabajo del Taller en los barrios el que permiti¨® localizar inmuebles con v¨ªctimas del acoso. "Ciutat Vella es un gruy¨¨re agujereado por el acoso inmobiliario", asegura Gl¨°ria. De hecho, desde la llegada de los guerrilleros a las calles de Magdalenes, Amarg¨®s o Tallers han sido varias las personas mayores que les han rogado que ocupen tambi¨¦n sus fincas. "Est¨¢n muertos de miedo", dicen.
"Van a saco"
Los testimonios de vecinos que han sido, son o conocen v¨ªctimas de acoso inmobiliario se multiplican. A Mayra no le renovaron el contrato despu¨¦s de prometerle que le vender¨ªan el piso y haber invertido 18.000 euros en reformarlo. Del cabreo y la impotencia que sinti¨®, lo destroz¨® a martillazo limpio. Pagaba 400 euros al mes. Ahora vive enfrente y paga 1.200. Es la ¨²nica que se ha quedado en el barrio, donde regenta un bar.
El resto de sus vecinos se han marchado a barrios de la periferia. "Los m¨¢s viejos se murieron de pena al mes de marcharse", recuerda. El caso de la artesana Merc¨¨ es muy parecido. S¨®lo que en vez de una vivienda se trataba de un negocio.Merc¨¨ es mucho m¨¢s pesimista: "El futuro est¨¢ muy negro porque detr¨¢s de todo esto s¨®lo hay dinero y grandes corporaciones. Van a saco".
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