En su elemento
Tras su aventura mahleriana del s¨¢bado -vestido entonces de blanco impecable- cerraba el domingo Daniel Barenboim -de negro riguroso- el Festival de Granada con Wagner, una de sus especialidades m¨¢s contrastadas y para muchos aficionados lo que mejor sabe hacer. Se ofrec¨ªa, en versi¨®n de concierto, el segundo acto de Trist¨¢n e Isolda. Ya se sabe el peligro de esta clase de veladas, no s¨®lo sin escena sino, adem¨¢s, fragmentadas, con lo que suele suponer, para los cantantes sobre todo, de no tener tiempo para calentar ni las voces ni los corazones. Los dos amantes se situaron uno a cada lado del director, demasiado alejados entre s¨ª como para transmitir sus locuras amorosas sin el asomo de frialdad inevitable en estos casos. Al Rey Marke y a Melot se los coloc¨® en la galer¨ªa superior del patio del Palacio de Carlos V, lo que distanciaba la doliente perorata del primero frente a la traici¨®n de Trist¨¢n.
Staatskapelle de Berl¨ªn
Dalayman, De Young, Heppner, Pape, R¨¹gamer. Daniel Barenboim, director. Wagner: Trist¨¢n e Isolda (Acto II). Palacio de Carlos V, 9 de julio.
Dominio
Como era de esperar, desde el principio nos situamos en un mundo que Barenboim comprende y domina -dirigi¨® de memoria-, del que conoce cada resorte y cada matiz. Su direcci¨®n fue todo lo teatral que es posible fuera del foso, viva y eficaz siempre y muy emocionante en esos momentos en los que la belleza de esta m¨²sica no parece de aqu¨ª. Y la Staatskapelle de Berl¨ªn luci¨® su calidad m¨¢s alta, super¨® a la decepcionante formaci¨®n en que se hab¨ªa convertido el s¨¢bado y mostr¨® que Wagner no tiene secretos para ella.
Ninguno de los cantantes ten¨ªa que presentar credenciales. Los cinco son figuras respetadas y alguno de ellos se cuenta entre los mejores wagnerianos de hoy, lo que para los partidarios de que todo tiempo pasado fue mejor no quiere decir nada. Pero esto es lo que hay y no estuvo nada mal. Katarina Dalayman sube y baja a las cumbres y a los abismos de Isolda con seguridad y aplomo, sin problemas de tesitura, quiz¨¢ descontrol¨¢ndose un poquito en momentos en los que hasta el grito tiene sentido. Ben Heppner es un tenor que transita desde hace a?os por estos papeles. Su Trist¨¢n, al que falt¨® cierta dosis de pasi¨®n, fue valiente y hall¨® momentos de excelencia frente a instantes puntuales -O sink hernieder, Hold bewusster Wunsch- en los que la voz le jug¨® alguna mala pasada. Ren¨¦ Pape fue el mejor de todos en un Rey Marke antol¨®gico, sentido y cantado de forma irreprochable. Excelente tambi¨¦n la Brangrania de Michelle de Young en la prestaci¨®n m¨¢s interesante que le hemos escuchado en los ¨²ltimos tiempos a la simp¨¢tica cantante americana. Stephan R¨¹gamer cumpli¨® sin problemas en la breve parte de Melot. Todos fueron despedidos con inacabables ovaciones que aportaron calor suplementario a la t¨®rrida noche granadina.
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