Conciencia del legado Gades

La memoria cor¨¦utica es la historia de la danza, y ese ha sido siempre el lado flaco de la historiograf¨ªa espa?ola de la especialidad. Sin la pr¨¢ctica de la conservaci¨®n del repertorio, el meollo b¨¢sico (obras, estilos), la materia real de la danza, se esfuma. Por ello resulta loable, indispensable, la labor de la Fundaci¨®n Antonio Gades y de la compa?¨ªa hom¨®nima. Es la obra coreogr¨¢fica de Gades estrecha y vertical. Arranca en realidad con Don Juan en el teatro de La Zarzuela all¨¢ por los sesenta (con m¨²sica de Garc¨ªa Abril) y all¨ª ya estaban los presupuestos est¨¦ticos que se har¨ªan estilo en obras posteriores; el propio core¨®grafo as¨ª lo cre¨ªa.

Est¨¢ Carmen que es un cl¨¢sico en toda regla. Las casi tres d¨¦cadas desde su gestaci¨®n en cine y escena no la han debilitado sino al contrario, y lo que vemos como perfumes a?ejos deben ser entendidos como virtudes esenciales del contenido. La idea de la sala de ensayos (que viene arrastr¨¢ndose en ballet desde Diaghilev) y luego muy explotada, es usada por Gades de manera magistral, lleva al espectador al convencimiento de que es la vida quien imita al arte. Tambi¨¦n hay que resaltar la escena de la lidia hecha en ese tono de rideau burlesque; el ensemble que va de la clase al coro, los elementos vern¨¢culos insertados en un todo moderno (de la peineta al mantoncillo pasando por el traje de luces). Todo ello es la prueba de que cuando algo es medularmente moderno, lo ser¨¢ siempre.

Carmen ya fue ballet antes que ¨®pera de Bizet (lo hizo Petipa en Madrid, Carmen y su toreador), y hay un tr¨ªptico argumental en el siglo XX que lo componen Roland Petit, Alberto Alonso y Antonio Gades. Entre las tres piezas, de muy distintos estilos, hay comunicaci¨®n m¨¢s all¨¢ del perfil de la cigarrera.

Cohesi¨®n y talento

La compa?¨ªa tiene cohesi¨®n y j¨®venes talentos. Hay un esfuerzo enorme en el trabajo y las dudas surgen a la hora de considerar el vestuario, que antes resultaba m¨¢s sobrio en sus tinturas, m¨¢s esencialmente teatral. El bailar¨ªn Adri¨¢n Galia ve recompensada su osad¨ªa: encarna Don Jos¨¦, el personaje que hac¨ªa y que marc¨® Gades para siempre. Galia busca denodadamente l¨ªneas y dibujo, se adentra en la l¨ªnea perpendicular entre la mano y el suelo con que el Maestro dominaba todo el espacio con un solo gesto en hombre (Vicente Escudero dixit), los dedos apretados, la palma hueca y recta, la cabeza en eje al tronco, los talones en paralelo muy juntos.

A pesar de que unos voluntariosos y excesivos bises al final arruinan el efecto propio del desenlace de la pieza, el p¨²blico agradeci¨® largamente con aplausos en pie. El escenario del Matadero de Legazpi este a?o se supera as¨ª mismo en comodidades esc¨¦nicas y la obra se disfruta en su integridad.