Familias
La familia no es un buen invento. En familia se dan dos muertas por semana, s¨®lo en Espa?a. Muertas fugitivas, muertas pacientes, muertas impacientes y muertas a lo mejor culpables, pero muertas. En las mejores familias se dan distancias, envidias, odios, celos, y los cr¨ªmenes pasionales que han llenado lo mejor de la literatura y lo peor de la cr¨®nica roja, son cr¨ªmenes familiares. Es m¨¢s, las guerras de verdad, como la guerra de Espa?a, o la de Palestina, o son fratricidas o no son. Y Ca¨ªn ten¨ªa sus razones.
Yo creo que la familia -sin adjetivos: no la tradicional: todas- est¨¢ en crisis terminal. Y no me ha convencido el Papa. Ni la derecha. Ha sido ver el primer cap¨ªtulo de Libertad vigilada, un reality en la estela de Gran Hermano, pero m¨¢s crudo, de verdad. Que sueltan a siete ejemplares macho y siete hembra en un hotel de cinco estrellas; que les dicen que hagan lo que les parezca -es decir, nada- con un ocio paradis¨ªaco, y que van a ser "emitidos" por internet, y "nominados" por los internautas. Pero no les cuentan que el primer jurado son sus pap¨¢s, y que les van a pillar delante de toda la audiencia de una cadena generalista y en abierto. Y les pillan. Borrachos, fumetas y l¨²bricos. Y l¨²bricas.
Los pap¨¢s y las mam¨¢s, que no se lo creen. Y ellos, ciudadanos se supone que mayores de edad pero tan j¨®venes que son hijos de su casa, sin saber que papi y mami est¨¢n en directo. ?Que cu¨¢l es el espect¨¢culo? Todo. El espect¨¢culo es un esc¨¢ndalo. Para empezar, lo que hacen los j¨®venes de hoy, un papel¨®n. Que no tienen l¨ªmite ni freno. Estos querr¨¢n mucho a Laura, pero no tienen ninguna intenci¨®n de esperar al matrimonio. Y se divierten sin contar con el ojo que les mira, ese dato central y a?adido, fant¨¢stico: los padres est¨¢n mirando. Est¨¢n mirando a la vista de todos... y s¨®lo los chicos y chicas, como los personajes de los programas de tarde, no lo saben. La actividad de los chicos reduplica su eficacia morbosa porque el telespectador sabe que sus padres miran. Son los pap¨¢s los que dan al espectador el punto de vista.
Seas hijo o padre, la cosa impresiona. Un hijo, ya lo sabemos, tiene que negarlo todo. Y un padre tiene que aceptar su discurso, aunque en el fondo piense que es mentira. Es la base de la incondicionalidad, la primera y casi ¨²nica raz¨®n que se me ocurre a favor de la familia. Su piedrecita angular. Hasta los peores asesinos tienen madre, y su papel es darle el beneficio de la duda, contra vientos y mareas. Pero, ?qu¨¦ tal si lo ve todo?
Los chicos en libertad vigilada, adem¨¢s, se est¨¢n sobreactuando. La c¨¢mara, que s¨ª saben que existe, da a sus actos una cualidad propiamente teatral, cinematogr¨¢fica. Televisiva. Lo suyo no es acci¨®n, es actuaci¨®n. Est¨¢n en un par¨¦ntesis de irrealidad. Y hay mucho de obviamente histri¨®nico en su comportamiento. Es la presencia de los padres la que propone y exige un irrecusable juicio moral. Vamos, una condena sin paliativos, que una cosa es libertad, y otra libertinaje. Unos padres, por otra parte, que est¨¢n en el juego. El de defender a sus reto?os y tratar de que duren en esa vista p¨²blica el m¨¢ximo de tiempo posible. Y echar a los otros.
Porque hay dinero. Un a?o de independencia para el ganador, y el hipot¨¦tico salto a la fama para todos y todas. Ya sabemos que el agua, la arena del desierto y el dinero son los ¨²nicos medios de limpiar incluso el yuyu. Y sabemos tambi¨¦n lo inmediato de la transferencia de afecto a dinero, y viceversa, y c¨®mo se da en la familia. Los psicoanalistas, sin ir m¨¢s lejos, justifican as¨ª sus precios. Y sabemos tambi¨¦n que el dinero es el argumento ¨²ltimo del tomateo y salsarrosismo, el que autojustifica el asalto a la intimidad que sufren muchos famosos. ?C¨®mo se van a mirar a la cara vigilantes y vigilados, cuando acabe todo esto? ?C¨®mo van a vivir la complicidad en el enga?o, la desfachatez en las formas, el juicio p¨²blico a actos de ¨ªndole privada?
Bueno, me da que hay un mont¨®n de familias con un futuro incierto. A no ser que, como me vengo sospechando, se trate de una fabulosa mascarada, espect¨¢culo puro y duro, disfrazado de c¨¢mara indiscreta. Que sigue un gui¨®n preciso, que busca el esc¨¢ndalo como f¨®rmula moralizante, y que invita a esos potenciales jueces de pleno derecho que somos los padres a no bajar jam¨¢s la guardia, a vigilar y desconfiar. Sabe Dios qu¨¦ har¨¢n nuestros j¨®venes. A nuestras espaldas.
Hay algo terriblemente equivocado, que dec¨ªa Melanie. Desde el t¨ªtulo judicial y policial. Estamos ante una vuelta de tuerca medi¨¢tica que ni Orwell ni el juicio final de los jesuitas. Porque con quien de verdad confrontamos nuestra conducta, nuestra moralidad y nuestro ¨¦xito es con los padres. ?Y saben qu¨¦ les digo? A m¨ª todo esto me suena a Rearme Moral. No puedo evitar pensar en las playas de familia contra el topless, que est¨¢n pidiendo en Valencia, o las familias contra las bodas gays, o... en fin. Las familias que, en cualquier momento, van a salir a la calle cantando el Perdona a tu pueblo, Se?or. Y nos intentar¨¢n salvar. Ya lo est¨¢n intentando.
Rosa Pereda es periodista y escritora.
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